La filosofía que puede definirse no es filosofía. Es algo vital como el historicismo de Ortega y Gasset y algo muerto como Dios en boca de Nietzsche. Es un puente de amor tendido por san Agustín entre ambas ciudades, y es la guerra y el conflicto como madre de todas las cosas en Heráclito. Es el mar antiguo de Ulises rumbo incógnito a Ítaca con resiliencia desvencijada por los años y Penélope buscándolo en el horizonte azul mientras teje lentamente.
La filosofía es mythos con ansia de logos. Un sincretismo mistérico en la exaltación del número por los pitagóricos. La línea infinita de Platón encontrándose con el sólido orden de Aristóteles más allá de la física con las virtudes como sustento. El infinito cuidado y parquedad de las líneas estoicas de Marco Aurelio. Es la conjunción y armonía de la escolástica de santo Tomás, la refutación de Averroes y su determinación de filosofía y religión como lugares donde el alma puede acudir.
Es una introspección en busca del ritmo en el dharma con cuatro Nobles Verdades con la ausencia de deseo como premisa. La esencia de lo oculto y la sensualidad de la sombra en la estética japonesa, o el claroscuro de Velázquez, para luego matar al autor en manos de Foucault. Es la semiótica de Umberto Eco en su familiaridad europea tan perenne y familiar como la espiritualidad de san Ignacio de Loyola. Es un Heidegger consciente de su existencia y soledad. Es crítica, lenguaje en Chomsky, omisión en Hemingway con la búsqueda de lo que falta y desprendimiento del exceso.
Es algo tan humano que nos devuelve a lo mundano y eleva a lo divino. No es algo de lo que jactarse, es la Tierra Prometida dentro y fuera de nuestra esencia. Siempre podemos escribir, siempre leer, buscar y no cesar en ello aunque lo hayamos encontrado.
La filosofía es nuestro ansia de ir más allá, de hallar lo desconocido y descubrirnos en lo ajeno y en nosotros mismos.
Referencia: Notas sobre la filosofía