Número 19, 2024 (1), artículo 5


‘Ética’ de Spinoza, una breve introducción


Edson Aldair Cáceres Zambrano

Estudiante de Educación mención Matemáticas. Universidad de Carabobo. Venezuela




RESUMEN
La filosofía de Spinoza constituye un sistema robusto de conceptos codependientes e interrelacionados que buscan explicar qué es el ser, respondiendo a la clasica interrogante filosófica. Explicaremos sucintamente los fundamentos de dicho sistema, tratando de conseguir la mayor claridad en los acercamientos a su ‘Ética’.


TEMAS
Baruch Spinoza · eternidad · ética · naturaleza · substancia



Definiens indefinitum

Definir a Dios en principio puede considerarse un contrasentido, puesto que emprender la empresa de delimitar lo que es sumamente infinito es imposible –si nos mantenemos en el orden de lo racional–, ya que limitar lo ilimitado, como resulta evidente, es una tarea absurda.

Spinoza, sin embargo, se hace a la cuestión de la definición de Dios, en tanto ser absolutamente infinito, y en ello percibimos una tarea coherente, sin fisuras ni contradicciones, como la expuesta en lo anteriormente dicho. Spinoza dice: «Por Dios entiendo un ser absolutamente infinito, esto es, una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita» (Spinoza 2009: 68).

En el plano de las definiciones –sin recurrir a las proposiciones–, lo que se dice de Dios puede ser entendido como expresiones de los ordo essendi y ordo cognoscendi, el orden del ser y el orden del conocer.

Dios, al ser causa sui, se manifiesta como ser y conocer, con una indistinción ontológica y gnoseológica, ya que su esencia y existencia son lo mismo. Poder conocer a Dios implica de suyo su existencia; de la misma forma, la existencia de Dios implica de suyo su conocimiento. El carácter de la definición de Dios, en tanto definición del método geométrico, esto es, en tanto definición matemática, pertenece a la intuición: aseveraciones que no necesitan ser demostradas, es decir, son preteoremas. Baldor a este respecto nos dice: «La definición expresa una noción compleja mediante la enumeración de las nociones más simples que la integran. Por eso se dice que los objetos representados por las nociones intuitivas no son definibles, por no existir nociones previas que las integren» (Baldor 1985-1986: 11).

El acceso a decir algo sobre Dios es, pues, intuitivo, en su calidad de substancia –noción simple intuitiva–, entendida como «aquello que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra cosa» (Spinoza 2009: 67). Sobre la intuición, respecto de cualquier otro proceso de captación o aprehensión relativo al conocer, Spinoza nos dice:

«Además de estos dos géneros de conocimiento [la opinión o imaginación y la razón], hay un tercero (…) al que llamaremos ‘ciencia intuitiva’. Y este género de conocimiento progresa, a partir de la idea adecuada de la esencia formal de ciertos atributos de Dios, hacia el conocimiento adecuado de la esencia de las cosas» (Spinoza 2009: 174).

Spinoza-ordo

     Ilustración 1. Orden del ser y orden del conocer.

 

Por «esencia formal» debemos entender la realidad misma, lo que es real en su talidad, frente a la «esencia objetiva», que es la idea que formamos de la realidad. La intuición como conocimiento que progresa desde la esencia formal de Dios, en sus atributos, es un conocimiento directo de la divinidad, más allá de que luego se pueda objetivar dicha intuición en conceptos, siendo tal lo que sucede con la imaginación y la razón.

Por consiguiente, ya se puede entender de qué forma es posible una definición adecuada y coherente de Dios: la substancia divina es totalmente abierta, excediendo la función misma de la definición –la cual como dijimos busca de-limitar–. Esto mismo lo expresa Vidal Peña:

«La Substancia es indeterminación y pluralidad absolutas. Al consistir en infinitos atributos –no separables del concepto de Substancia– Espinosa ha ofrecido un concepto que, producido según las reglas que su sistema establece para la producción de conceptos (…) resulta ser, sin embargo, completamente singular e insólito: es un concepto que, estando bien construido, queda sin embargo, por así decirlo, ‘roto’ desde su mismo interior; su correcta ejecución, precisamente al ser correcta, lo convierte en contradictorio. Efectivamente, Espinosa ha entendido por concepto ‘correctamente formado’ el genéticamente formado: la definición adecuada es ‘aquella que expresa la causa eficiente’ (…). Aplicar el esquema de la definición genética al caso de Dios implica una gigantesca ironía: el origen se encuentra en la infinitud… que no puede ser ‘un’ origen. El ejercicio de la definición de Dios lleva directamente a una indefinición: la indeterminación de la infinitud absoluta» (Peña 1972: 374-375).

De esta forma, Dios o Substancia absolutamente infinita, es intuido como lo plural e inconmensurable, de lo cual solo podemos distinguir y aprehender, desde un entendimiento finito, unos cuantos atributos y modos.

 Spinoza-Dios1        Ilustración 2. Síntesis de la filosofía de Baruch Spinoza.

 

Atributos y modos

Como vimos anteriormente, la divinidad no puede ser captada en notas positivas, puesto que de lo infinito solo cabría decir algo en términos infinitos, ilimitados. Empero, sí cabe la posibilidad de que sean denotadas sus propiedades, esto es, lo que en su situación de infinitud es y expresa, siendo tal, pues, los atributos y los modos: «por atributo entiendo aquello que el entendimiento percibe de una substancia como constitutivo de la esencia de la misma» (Spinoza 2009: 67) y «por modo entiendo las afecciones de una substancia. O sea, aquello que es en otra cosa, por medio de la cual es también concebido» (Spinoza 2009: 68).

Los dos atributos identificables desde las posibilidades gnoseológicas del hombre son el Pensamiento y la Extensión, siendo sus modos correspondientes las ideas y los cuerpos. Pensamiento-idea y Extensión-cuerpo agotan el rango de percepción humana aplicada en Dios o Naturaleza.

Los modos, expresiones de los atributos, caen en un orden de necesidad, un orden de causación divino: «todo cuanto es, es en Dios, y sin Dios nada puede ser ni concebirse» (Spinoza 2009: 81) y «de la necesidad de la naturaleza divina deben seguirse infinitas cosas de infinitos modos» (Spinoza 2009: 86).

Este «orden de necesidad y causación» constriñe cada manifestación ontológica, finita e infinita, puesto que nada hay fuera de la unidad de la Substancia. La potencia de Dios, al ser igual que su esencia, efectúa una cadena de causación infinita, inagotable, en los términos de la necesidad –nunca contingentes–:

«La idea de una cosa singular existente en acto tiene como causa a Dios, no en cuanto es infinito, sino en cuanto se le considera afectado por la idea de otra cosa singular existente en acto, de la que Dios es también causa en cuanto afectado por una tercera, y así hasta el infinito» (Spinoza 2009: 137).

Dios, en toda la potencia de su infinitud, es visto como natura naturans, pero su orden de efectuación, que también es infinito, debe ser visto como natura naturata. La diferencia entre ambas naturalezas, aunque siempre divinas, es que en el primer sentido la Substancia es percibida bajo la eternidad, esto es, bajo la existencia misma –sin posibilidad del no-ser, como un ser pleno, que a su vez es una verdad eterna, según lo indicamos en el círculo tautológico y bicondicional esencia-ser–, en cambio en el segundo sentido la Substancia es vista desde sus efectos temporales, «cuenta habida de su duración» (Spinoza 2009: 136). La naturaleza naturante expresa lo que se puede decir directamente de la esencia de Dios, sus atributos, mientras que la naturaleza naturada expresa sus afecciones, es decir, sus modos:

«Por naturaleza naturante debemos entender lo que es en sí y se concibe por sí, o sea, los atributos de la Substancia que expresan una esencia eterna e infinita, esto es (…) Dios, en cuanto considerado como causa libre. Por naturaleza naturada, en cambio, entiendo todo aquello que se sigue de la necesidad de la naturaleza de Dios, o sea, de cada uno de los atributos de Dios, esto es, todos los modos de los atributos de Dios» (Spinoza 2009: 100).

 

El hombre, modo entre modos

Luego de lo anterior, podríamos preguntarnos ¿qué es el hombre y qué papel ocupa en el orden necesario del Deus sive Natura?

Si el hombre solo puede captar a Dios como Pensamiento y Extensión, debe seguirse necesariamente que su ser predica lo relativo a la idea y lo relativo al cuerpo, modos respectivos de los antedichos atributos. El hombre, por tanto, es un modo entre modos.

En Spinoza hay un proposición que enuncia una suerte de principio que nosotros llamaremos «jánico» –por el dios romano bifronte Jano, conocido como Iano Patulcius y Iano Clusivio–. Es el principio de correspondencia o paralelismo: «el orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y conexión de las cosas» (Spinoza 2009: 132) y «la potencia de pensar de Dios es igual a su potencia actual de obrar» (Spinoza 2009: 132).

Lo que acaece en el ordo et connexio del pensar es lo mismo que acaece en el ordo et connexio de las cosas –diremos, cuerpos–, de tal forma que es siempre una y la misma cosa, percibida ora desde un atributo, ora desde el otro: «la idea del cuerpo y el cuerpo, esto es, el alma y el cuerpo, son un solo y mismo individuo, al que se concibe, ya bajo el atributo del Pensamiento, ya bajo el atributo de la Extensión» (Spinoza 2009: 158).

Al decir que el hombre es un modo, es indistinto si es percibido como cuerpo o si es percibido como idea o alma. Sin embargo, el hombre cuenta con la particularidad de tener conciencia de su yo modal, esto es, puede hacerse una idea del hecho de ser idea-cuerpo, un individuo. Si no hay nada fuera de Dios, como hemos sostenido, existe la posibilidad de que esta concienciación modal del hombre se remita no ya a la naturaleza naturada –en tanto duración– sino a la naturaleza naturante –en tanto eternidad–. El hombre se engarza a Dios sub specie aeternitatis: «es propio de la naturaleza de la razón percibir las cosas desde una cierta perspectiva de eternidad» (Spinoza 2009: 180).

«De aquí se sigue que el alma humana es una parte del entendimiento infinito de Dios; y, por ende, cuando decimos que el alma humana percibe esto o aquello, no decimos otra cosa sino que Dios (no en cuanto que es infinito, sino en cuanto que se explica a través de la naturaleza del alma humana, o sea, en cuanto que constituye la esencia del alma humana) tiene esta o aquella idea» (Spinoza 2009: 141).

 

Conclusión

Vemos, de este modo, que los conceptos tratados a la manera spinozana se interrelacionan de forma existencial y cognoscitiva, formulados en el principio del conato, tocante a la metafísica, la física y la psicología. De la definición plural e inconmensurable de Dios, se siguen propiedades de su ser, captadas por el hombre en su participación en las mismas, engarzado directamente con la divinidad. El contenido de la Ética, como ética, se resuelve en los predicados de la divinidad en la praxis humana.



Bibliografía

Baldor, Aurelio
1985-1986 Aritmética. Madrid, Códice.

Peña, Vidal
1972 «La ontología materialista de Espinosa», Archivum. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras, n° 22: 367-394.

Spinoza, Baruch
2009 Ética demostrada según el orden geométrico. Madrid, Tecnos.


Publicado 12 abril 2024