Número 8, 2018 (2), artículo 7


Esbozos sobre el pensamiento en progreso de Lucy Oporto Valencia


Edison Carrasco Jiménez

Profesor investigador. Chile




RESUMEN
El objeto es comprender la filosofía de Lucy Oporto Valencia como una historia simbólica de Chile, que se encontraría en desarrollo, como historia social y política. Para ello, recurre como fundamento explicativo al pensamiento de Jung, rescatando aquellas cuestiones que le permiten efectuar una inicial periodización de la historia chilena.


TEMAS
Carl Gustav Jung · filosofía chilena · Lucy Oporto Valencia



1. Exposición

Lucy Oporto Valencia (1969), es licenciada en Filosofía por la Universidad Católica de Valparaíso. Es investigadora independiente. Ha publicado El diablo en la música. La muerte del amor en El gavilán, de Violeta Parra, en primera edición en 2008 en Viña del Mar, Editorial Altazor; y en segunda edición en el 2013 por la Editorial Usach. Igualmente publicó en el 2012 bajo este último sello editorial Una arqueología del alma. Ciencia, metafísica y religión en Carl Gustav Jung. Fuera de ello, tiene diferentes publicaciones en revistas académicas y algunos otros artículos de opinión. Entre estos, el que estimamos como de mayor relevancia por su temática hacia la “historia simbólica” es “La maduración de la serpiente. El Quiltro, el Movimiento Estudiantil y la putrefacción de Chile”, y que publicara el 2011 en revista académica Cisma del CTIT, Chile.

Sus textos son filosóficos, y así deben ser entendidos, y no estrictamente como investigaciones sobre los personajes que da cuenta la titulación de sus libros. Y además de ser una reflexión, va mucho más allá que los propios personajes a los que alude su obra, de hecho y sin ser la intención de su autora, son un pretexto para la exposición de su filosofía de profundo sello personal. Utiliza fundamentalmente y de modo general, una metodología hermenéutica, porque tiene por objeto el desciframiento (1).

El estilo en Oporto es de una narrativa llana, pero con un lenguaje filoso, provocativo, no en el sentido estético de las palabras, sino en un verbo sin ambages, directo, golpeador. La lengua se debate entre la poesía de los llamados “poetas malditos” y la profecía: la primera no es difícil inferir si, por ejemplo, expresa en lo infraescrito de su prólogo “Valparaíso, la ciudad sin alma, la ciudad maldita, cuna de golpes de Estado” o “Valparaíso, entre basura y animales muertos” (Oporto 2013a: 21), o titula un trabajo suyo como “la putrefacción de Chile” (Oporto 2011: 1), o describe Chile y su lengua identitaria del presente como “el prostíbulo indiferenciado y transversal, y el hedonismo de la sociedad de consumo, con toda su porquería” (Oporto 2013a: 18); la segunda, porque tiene en su escritura un tono anticipatorio y donde advierte constantemente por la ruina moral de Chile.

Un objetivo no confesado de la obra filosófica de Oporto es la que la autora misma refiere en Una arqueología del alma como una contribución que cualquier investigador podría hacer, basado en las investigaciones sobre Jung, que es la “elaboración de un estudio simbólico de la historia de Chile en sus diferentes períodos” (Oporto 2012a: 504), entendiendo que ella ya lo está realizando. Este carácter de historia simbólica igualmente ya había sido descrito aproximativamente en estos términos por Valdebenito (2013) (2). Pensemos en que aquello Oporto lo expresó en el año 2001 en la que fue su tesis de grado Una arqueología del alma, y que posteriormente publicara, por lo que entendemos se hace cargo en el presente de su propia “prospectiva”.

Este estudio constituye mirar un proceso escriturario, no un punto fijo, sino una obra en desarrollo, no consistente en piezas definitivas sino en ideas que se desenvuelven en el tiempo.

  

2. Jung como fundamento

Si hoy a filósofos como Zizek, sus reflexiones se producen a partir de Lacan y de la crítica marxiana, Lucy Oporto es fundamentalmente jungiana. Si bien tiene reflexiones a partir igualmente de Girard, Pasolini, Orellana Benado y Soublette, lo cierto es que Jung es más totalizador a la hora de vislumbrar un fundamento metodológico transversal, siendo el tono dominante en su obra y para la concepción de lo simbólico en Oporto. De ahí que uno de los primeros trabajos (en estricto rigor, el primero en términos de cronología escrituraria), lo dedique al estudio de Jung.

Sobre el particular nos centraremos en el trabajo de cómo se mira a Jung desde la perspectiva de la autora, eludiendo cualquier estudio de Jung, ya que no es el propósito de este.

En este libro y en el capítulo I de la sección “Introducción general” de su libro Una arqueología del alma. Ciencia, metafísica y religión en Carl Gustav Jung, se dedica a señalar las ideas que Oporto considera erradas o equivocadas acerca de la obra de Jung, tanto desde el conocedor bisoño como respecto del mundo académico. Es así como asume que existe un conocimiento aún profano de la obra de Jung, dicho de otro modo, que es un autor “famoso” en los términos más simplistas a que debe sonar dicho término.

Por ende, el inicio del estudio de la autora no es dar a conocer la obra de Jung, como podría suceder en cualquier estudio sobre la obra de un autor en particular, sino que expresa una diatriba y concentra su primera artillería en demoler el edificio de prejuicios y erradas concepciones acerca del autor, denotando con ello la existencia de un Jung superficial a diferencia de un Jung más “real” que pretende mostrarnos. Esto, en un contexto de crítica rigurosa, es indispensable, sobre todo por la mitología construida alrededor del pensamiento jungiano, representándolo como una especie de teosofía de la nueva era -o “budismo pop”, como lo refiere la propia autora (Oporto 2012a: 522)-, o a él como un tipo de gurú sectario y tarotista, mención que se debe al pésimo entendimiento que ha existido, no solo en Chile, de la obra de Jung. Equívocos de esta clase en todo caso, los ha sufrido igualmente Freud al comprenderlo como sexualizando todo, o en Nietzsche al motejarlo de nazi o antisemita (Carrasco Jiménez 2008) o como afirmando la prepotencia de los vencedores. Nada más alejado de la realidad. De ahí que una de las primeras empresas textuales de la autora sea dedicar un Capítulo al esclarecimiento de la obra de Jung.

¿Qué recupera de Jung? Existen algunas cuestiones que Oporto resalta, y que sintetizamos.

En primer lugar, de cómo Jung visualiza la investigación de la psique por la psique como imposibilidad, esto es que la psique no puede escudriñarse ella misma, a menos que se trascienda a algo más que la propia psique desde donde se la investigue. Este salto, es un salto a la metafísica.

En segundo lugar, el alma como sustrato para la elucidación (Oporto 2013a: 45), no la razón, no la experiencia. Ello porque “alma” sería sinónimo de psique en Jung, y psique habría de ser el consciente y el inconsciente en iguales ‘proporciones’ de relevancia. Pero a la vez, el alma como objeto de elucidación. La importancia del alma como preocupación de Oporto, es lo que mueve a Galán a señalar de la obra de Oporto respecto de Jung que “el núcleo del libro es el alma” (Galán 2013a). De ahí que el método para dicha elucidación habría de denominarse como “arqueología del alma”.

En tercer lugar, la importancia del mundo simbólico, y de los significados simbólicos. Dentro de esto o en conexión con esto, los conceptos estimados claves de Jung: al arquetipo y el inconsciente colectivo.

Ahora, ¿qué infiere la autora de Jung?

La relación entre la investigación de Jung y la que se efectuaba a raíz del positivismo y que se consolida en el Círculo de Viena, esto es, una contraposición entre el positivismo y la investigación jungiana. Resultado: el discurso positivista se impone, se hegemoniza, y deviene en la crisis de la metafísica y un proceso de “iconoclastia o extinción simbólica” e incluso en la “muerte de Dios” como “imagen de la destrucción y el vaciamiento del valor supremo que otorga vida y sentido” (Oporto 2012a: 497).

Entiende que en Jung se refleja esa búsqueda de un concierto entre la ciencia, la metafísica y la religión, en una suerte de coincidentia oppositorum (Oporto 2012a: 498), con el objeto de superar la hegemonía de la razón como forma de conocimiento de la realidad, que excluye tanto la experiencia como la religión y la metafísica. Y esta búsqueda no es solo científica, sino también personal, lo que podría llevarnos a esta “hipótesis” de la “ecuación personal” que señalare Jung, en el sentido de despejar con la investigación problemas científicos y a la vez personales (tal vez, mejor dicho, problemas psicoanalíticos generales y específicos al sujeto que investiga). De ahí también la preocupación por lo subjetivo como parte del conocimiento. Por ello, también todas las aparentes contradicciones en el pensamiento de Jung son igualmente –o más bien- sus contradicciones personales, su propio “desgarramiento” (Oporto 2012a: 498, 500), que es “expresión de la coincidencia entre vida y obra” (Oporto 2012a: 501).

La arqueología del alma como método, es otra de las inferencias. El término arqueología no se considera en el sentido foucaultiano, sino que arqueología se entendería en relación al proceso de individuación, y vendría de “los archai del inconsciente” o arquetipos de Jung, y en conexión al inconsciente colectivo, que la autora entiende como “una especie de sedimentación hereditaria”, por ser para Jung “residuos de la psique arcaica indiferenciada; como decantación de la experiencia mundial de todos los tiempos; como aquellas capas más profundas, en las que pululan las imágenes universales del ser humano; como posibilidad heredada del funcionar psíquico; como legado de posibilidades de representación; y como sedimento de todas las vivencias humanas”. Por lo que arqueología del alma debe “ser entendido en referencia a un recorrido introspectivo por los niveles de esa sedimentación, que constituyen el inconsciente colectivo” (Oporto 2012a:52), e igualmente como “indagación de diversas matrices, estructuras, tramas, formas, líneas, huellas e incluso ruinas de un pensamiento, manifestadas o subyacentes, como elementos o formaciones inconscientes, o como construcciones ideológicas, en cualesquiera discursos, documentos, objetos, imágenes, acontecimientos y representaciones en general” (Oporto 2013a: 45).

  

3. Trasposición del fundamento, al análisis filosófico de Oporto

En Oporto existe un concepto que podríamos decir que es un punto de arranque para su filosofía, el cual es denominado por ella como “dimensión política de la vida interior” (Oporto 2012a: 19), el cual ha de referirse a dos cuestiones: a) “ampliación de la conciencia a la elucidación de los procesos históricos y sociales, especialmente en sus dimensiones ética, antropológica y espiritual; b) “necesidad de formar una interioridad capaz de elucidar desde dentro las distintas modalidades de la dominación y la manipulación” (Oporto 2012a: 19).

Esto delimita un objeto que se encuentra presente en los trabajos posteriores de la autora: la historia social y política de Chile. Y en relación con su fundamento, se puede determinar que la autora aplica el método de la “arqueología del alma”, al alma chilena (Orellana Benado 2012: 14), pero al alma de Chile vista como proceso histórico-social.

Las referencias a la interioridad en tanto elucidación desde dentro, podríamos decir e interpretamos aquí, que es la psique que interroga a la psique de Chile, entendiendo lo que Jung señalaba sobre la imposibilidad de la psique. La psique de Chile habría de ser aquella formada por el colectivo y por su sedimento hereditario. Por ello la historia tiene aquí relevancia, porque existe una relación entre la historia social-política de Chile y sus símbolos, su historia simbólica. El método “arqueología del alma” aborda su objeto: la historia social-política (simbólica) de Chile. Por ello el método no es solo mera investigación. En el método está involucrado/a el investigador, le exige y le interpela. Es como decir “necesito que mi psique elucide primeramente las modalidades de dominación que existen en mi interior de la historia político-social” o de otro modo, “en mi interior existe una historia político-social inscrita que exhibe dominación y manipulación y que se hace necesario elucidar desde ella y trascenderla para poder determinar la psiquis de Chile”. Esto parece significar lo que la autora denomina bajo el concepto “dimensión política de la vida interior” (Oporto 2013: 19)

Ahora, ¿cómo aborda esta elucidación o bien cómo percibe la historia político-social de Chile en “conjunto” con su historia simbólica?

Dos textos expresarían a su vez dos momentos históricos que los expondremos tanto en su continuidad “cronológica” de fecha de edición, como en la referencia a los momentos históricos a los que hace referencia la autora: El diablo en la música (2007) y La maduración de la serpiente (2011).

Un primer período habría de referirse al ocurrido entre el golpe militar y a la primera etapa de la dictadura (1973-1981) en exclusiva; el segundo se refiere al período aproximado entre 1982 y 2006, lo que incluye un período de dictadura y el referido por la autora como “posdictadura”, aunque este término lo ocupe para todo el período “concertacionista”.  Sobre esta periodización, se debe hacer una salvedad. Si bien señalamos un segundo período “simbólico”, debe entenderse que éstos se solapan, ya que no puede entenderse el período del 1982 a 1989 como excluyente del primer símbolo a ocupar por la autora, según se verá, como lo es El Gavilán, ya que éste, entendemos, seguiría coactuando simbólicamente junto al otro símbolo del segundo período, como lo es El huevo de la serpiente.

  

4. Primer período de la historia simbólica de Chile: “El gavilán” (1973-1981)

Oporto toma como símbolo prefigurador del “nuevo orden” en Chile desde 1973, El gavilán de Violeta Parra, obra en guitarra destinada como pieza musical para ballet por su autora, y la cual designa como “tragedia popular” (3) o “tragedia de Chile” (Oporto 2103: 205, 243, 317).

Esta habría sido originariamente pensada por Violeta en una doble simbolización: la relación de amor mujer/hombre y el poder del capitalismo (Céspedes 2010). A grandes rasgos la obra figura, como puesta escénica, a una gallina que se enamora de un gavilán que se trasfigura en una flor para atraer a la gallina, siendo ésta finalmente muerta y descuartizada por el gavilán. La pieza para guitarra está construida básicamente en el uso de la disonancia y el tritono denominado en la Edad Media diabolus in música.

Oporto colige símbolos de esta obra.

Para las distinciones siguientes y para evitar confusión, cuando se hable de El Gavilán con mayúscula, nos referiremos a la obra, y gavilán en minúscula, al “personaje” de la puesta escénica.

Así pues, las cosas, Oporto reconoce al gavilán como al mal “sociopolítico”, por decirlo de algún modo, que en la idea de Violeta era el capitalismo y su poder, la gallina como la víctima de dicho mal “y del amor que destruye casi siempre” (Oporto 2103a: 221). El gavilán sería musicalmente representado por el tritono, especie de leitmotiv wagneriano, en el sentido que la utilización del tritono representa un “personaje” o “idea”, pero obviamente diverso, por la característica de ser un intervalo. Pero además en El gavilán se reconocerían por la filósofa, acciones: los trozos musicales en ritmo de cueca representarían la violencia del gavilán, que Oporto denomina “cueca feroz”; la disonancia representaría el dolor de la víctima; un tipo de rasgueo dentro de la obra representa la violencia homicida más la agonía de la víctima, que es lo que la pensadora llama “rasgueo homicida” (Oporto 2103a: 139).

Otras acciones presentadas se relacionan con el texto y el canto, como el seccionamiento de las palabras en la concordancia de texto y música en algunas partes de El gavilán (“yo te qui, yo te quise”; “menti, menti, mentiroso”), designado por la autora como el descuartizamiento (Oporto 2013a: 153).

En la obra se contienen como ideas, el amor (como sufrimiento por no ser correspondido), el engaño, la traición y el asesinato. Este último, representa lo que Oporto llama el “homicidio fundador” (Oporto 2103a: 277), que se encontraría en la base de toda instauración del fascismo y las dictaduras. Dicho de otro modo, alguien tendría que morir y de manera cruel, para considerar una “nueva era” para el fascismo.

Para Oporto El gavilán constituye un símbolo (Oporto 2103a: 324), el cual no solo sería una prefiguración del dolor y la muerte de la propia Violeta, sino también el reflejo del hecho sociopolítico del golpe de Estado de 1973 y el advenimiento de la dictadura, y que se prolonga con la posdictadura. Por lo que el mundo simbólico representa una serie de símbolos en que puede reconocerse “la identificación del golpe de Estado de 1973 con el homicidio fundador, y con la irrupción de un inconsciente colectivo nefasto (…) vinculado al origen violento de la nación chilena, y su historia de guerras y masacres (…) El gavilán prefigura el fascismo en Chile” (Oporto 2103a: 287, 389).

La muerte de Allende y su figura se instalan no solo como la extinción de un proyecto político sino del futuro y la esperanza misma de Chile, y por ello Oporto reconoce en él un héroe trágico, como aquel hombre que encarna una utopía que es la de instalar un “orden” sin violencia, y que deviene en un arquetipo que “integra la herencia psíquica de la humanidad” (Oporto 2011: 15-16). De ahí afirme que, con la muerte de Allende, se acabe Chile (Oporto 2011: 15), con lo que afirma un límite final, un término, al que coincidentemente años atrás prefigura Violeta, y donde su suicidio es leído por Oporto del siguiente modo: “Había llegado el fin del mundo, donde termina la tierra” (Oporto 2013a: 98).

  

5. Segundo período de la historia simbólica de Chile: “El huevo de la serpiente” (1982-2006)

El huevo de la serpiente lo extrae Oporto de los dichos ocurridos en el acto de lanzamiento de la revista porteña El Quiltro, la que analiza e interpreta como significación de un período de la historia de Chile y como representando a las nuevas generaciones posdictadura. Dicho “símbolo” correspondería en el origen de la utilización, a la película homónima de Ingmar Bergman de 1977, en el cual se relata la historia de diversos personajes en un contexto de la Alemania previo al ascenso de Hitler y el nacionalsocialismo.

El huevo de la serpiente, dentro de la lógica propuesta en la filosofía de Oporto, habría de entenderla como una imagen arquetípica. Por ende, no debería extrañar su utilización en casos semejantes a los planteados por la autora.

Así y por ejemplo, cuando en Argentina se vinculan torturas ocurridas en democracia y con anterioridad al ascenso de la dictadura militar, lo que habría ocurrido “mientras la clase política miraba a otro lado” (Ulanovsky 2014), lo que nos recuerda en el film, a los policías que pasando cerca del abuso y castigo que se realizaba por los camisas pardas a unas personas, siguen su camino y hacen nada, pese a la solicitud desesperada de uno de los maltratados (Bergman 1977); como título para un trabajo fotográfico de Carlos Bosch sobre la época del franquismo y donde registra a las juventudes falangistas, grupos de extrema derecha entre los cuales fueron posteriormente a insertarse en el PP en España (Waisberg 2014).

La regla general de las referencias es a considerar a fuerzas fascistas en germinación, y que avizoran el advenimiento de un fascismo como realidad política en un contexto histórico determinado.

Para Oporto y ya en Chile, las etapas de maduración del huevo estarían representacionalmente relacionadas en un proceso de incubación de un germen que provendría de la dictadura, pero en específico del período entre 1982 a 1989, y cuya plena madurez habría de corresponder al período de la administración de Lagos (Oporto 2011: 20).

En esto la autora difiere de la común interpretación, puesto que mientras aquella utiliza la imagen para prefigurar el ascenso del fascismo como gobierno político, en Oporto el huevo de la serpiente no es históricamente la predictadura o el prefacismo, sino la dictadura misma y la posdictadura. El fascismo así, y para este período histórico, no tiene un significado estrictamente mirado desde el ejercicio del poder político, sino que se mira más bien como ideología (aunque no se utilice este concepto de modo directo, por la autora).

Así, y en una primera etapa que podríamos determinar cómo desde 1982 hasta 1988, para Oporto comienza a existir un negacionismo, tanto del patrimonio hereditario de la izquierda tradicional, como de los hechos de muerte y tortura que ocurrían en el contexto de la dictadura en esos años. De este modo y mientras ocurrían hechos como la muerte de Rodrigo Rojas De Negri por haber sido quemado vivo, y con la provocación de lesiones gravísimas en Carmen Gloria Quintana, con el mismo procedimiento por el aparato estatal -cuyos victimarios se encuentras vivos y libres, entre ellos Pedro Enrique Fernández Dittus, actual sostenedor de un colegio (Alcalde/Doren 2014)-, o la muerte del periodista José Carrasco como represalia por el atentado contra Pinochet, la juventud de aquella época que se representa en la revista comentada, no solo nada diría al respecto, sino que sus ediciones estarían centradas en la “fiesta”, en la “celebración”. En este período el huevo se estaría incubando (Oporto 2011: 16).

Con el inicio de 1989 se inaugura un período marcado por el “conformismo cínico y autolegitimado” de la administración Aylwin, el triunfalismo del llamado “socialismo renovado” y a su “ideología hedonista” que tiene su paroxismo y la plena madurez del huevo de la serpiente en el gobierno de Lagos (Oporto 2011: 13, 20; 2013a:36), período el cual coincide en la idea de higiene de postguerra que vivió Alemania por el legado nazi (lo que nos trae de vuelta al huevo de la serpiente), y que en Chile consistió en un serie de acciones e ideas relativas a degradar tanto las manifestaciones culturales de la izquierda tradicional como también de la memoria histórica.

A lo que se asiste en todo el período posdictadura para Oporto, sería a una expresión de hedonismo, alienación, ventajismo, exitismo, consumismo y anulación de la memoria histórica que se forjó en el tiempo de la dictadura (negacionismo), y que lleva a señalar que en dicho período político “lo que no destruyó el fascismo histórico en Chile, terminó siendo destruido por la consolidación de la sociedad de consumo y su monstruoso hedonismo, bajo la égida de la concertación” (Oporto 2013a: 22).  Así y para la autora, se dio paso “al pragmatismo, el hedonismo, el individualismo, la mezquindad organizada, el olvido, el silencio, la traición y la adaptación, nada forzada, a las espurias formas de convivencia normadas por el hedonismo de la sociedad de consumo. Y, desde ellas, las llamadas habilidades sociales terminaron legitimando la insinceridad, la falta de transparencia, y la farsa institucional y social, que han permitido vivir a las grandes mayorías de este país, empoderadas en su alienación” (Oporto 2013a: 2), y que esto habría sido una decisión política “y una variante de la traición institucionalizada, instalada como norma de convivencia social, y radicalmente excluyente de todas aquellas irradiaciones del alma que no se ajustaran a la reproducción de la forma de vida propia de la sociedad de consumo” (Oporto 2013a: 3).

Estas características devendrían en un fenómeno político-social y moral que en el argot oportiano se habría de denominar como “lumpenfacismo” (Oporto 2013a: 24; 2012a: 18).

Todo esto conduce a que Chile, aún hoy, sea una ruina, y una ruina moral (Oporto 2011: 25; 2012a: 18), y que se encuentre en un estado de “extinción moral, psicológica y espiritual” (Oporto 2013a:17), donde “nacer chileno es nacer con el hedor de la carne podrida impregnado en el cuerpo y el alma, como una maldición que la comunidad desalmada se encargará ineluctablemente de hacer cumplir. Este hedor constitutivo es aquel de la orgía sacrificial, de las sucesivas carnicerías que componen la historia de Chile sin conciencia de sí, cuya culminación ha sido la dictadura seguida por la fiesta interminable de la posdictadura, y su denegación de justicia en el caso Pinochet” (Oporto 2013a: 339).

Esto podría considerarse, dentro de la misma lógica oportiana, como un Chile desalmado.

Otro de los símbolos que Oporto utiliza, relacionado con el Huevo de la Serpiente, es la visión del reptil formándose en el interior del huevo.

Lo toma de una frase del personaje “Vergérus” de la película homónima, el cual declara “Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado" (Benito 2009). Esto, a propósito del testamento o herencia de “Vergérus”: su trabajo en la elaboración de un veneno “Thanatoxin” –palabra compuesta de las palabras thanatos (muerte) y tóxico- (Bergman 1977) que servirá para un fin de eugenesia de “resistencia de los individuos a lo intolerable e inaceptable, potenciando lo productivo y eliminando lo inútil”, donde las víctimas de dicho veneno van desligándose de sus vínculos afectivos, “destrucción deliberada de esos vínculos, considerados improductivos e inútiles, es presentada aquí como base del nazismo y el fascismo” (Oporto 2011: 4). La visión de la membrana del huevo de la serpiente es ver la incubación y formación de todo ello, que es en lo que se convertirá. Esto es aplicado a la generación de jóvenes la década del ’80 del siglo pasado y su discurso (reflejado en la revista El Quiltro), un discurso de indolencia, de evasión, de fiesta permanente. Es ver lo que se gestaba, para entender que era lo que vendría.

Idéntica apreciación realiza de Agustín Edwards, el dueño del diario El Mercurio, de quien señala: “Como el huevo de la serpiente, que contiene el reptil ya formado en su interior, la trayectoria de Edwards a través de su cadena periodística lo muestra igual a sí mismo, en el curso de la historia reciente de Chile” [el destacado es nuestro] (Oporto 2013b). Lo cual significa que aquello que se hace posible advertir como signos de la conducta de un sujeto dentro de una relación social en su gestación en un momento histórico, es igualmente posible que la misma conducta pueda ser vista luego en plenitud para otro momento histórico, por lo que existe un principio de identidad (igual a sí mismo), pese a la mudanza de los tiempos.

Para ambos casos en cuestión (posdictadura/Edwards), habría de ser la expresión del mal, que en su gestación continúa siendo lo que es, pero de modo más crecido, más completo, viendo en su inicio sus signos, se hace capaz de reconocer qué es lo que habría de esperarse, y que lo vinculan igualmente a la imagen del diablo, como observábamos en la imagen del gavilán, y que aquí supone ver en Edwards  -en razón de la contestación a Cecilia Serrano en una entrevista cuyo extracto aparece en el documental El diario de Agustín­ (Agüero 2008)- “mentiroso, padre de la mentira y homicida desde el principio” (Oporto 2013b).



Notas

1. Oporto señala del gavilán: “La apertura al futuro de El gavilán y otras obras suyas se hace patente a través del ejercicio de descifrar sus claves, más allá del sentido propio de los signos y las apariencias” (Oporto 2013a: 155).

2. “El gavilán de Violeta Parra es tratado como historia en la que se presenta un doble sentido de historicidad; por una parte, la obra se comprende de acuerdo con las circunstancias y momento en que fue concebida y, por otra parte, por su carácter simbólico de proyección futura” (Valdebenito 2013a: 3).

3. Este uso también había sido utilizado por la filosofía de la música chilena, aunque con distinto alcance en Carrasco Jiménez 2012a.



Bibliografía

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Oporto Valencia, Lucy
2008 El diablo en la música. La muerte del amor en 'El gavilán', de Violeta Parra. Viña del Mar, Altazor.
2012 Una arqueología del alma. Ciencia, metafísica y religión en Carl Gustav Jung. Santiago de Chile, Editorial Usach.
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Orellana Benado, Miguel
2013 "Prólogo a la primera edición", El diablo en la música. La muerte del amor en 'El gavilán' de Violeta Parra. Santiago de Chile, Editorial Usach. Web.

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2010 "Entrevista radial a Violeta Parra", Violeta Parra en Aula Magna de Concepción. CD, Sello Oveja Negra.

Ulanovsky Sack, Daniel
2014 "El huevo de la serpiente", El Clarín, 8 nov. Web.

Waisberg, Pablo
2014 "Carlos Bosch: el fotógrafo que se infiltró durante tres años entre los falangistas", Infojus Noticias, 26 oct. Web.


Publicado 21 noviembre 2018