Número 20, 2024 (2), artículo 4


Discurso y esperanza desde la razón y la religión. Obama, ‘Yes we can’


Xan Eguía Eléxpuru

Profesor de Filosofía en secundaria




RESUMEN
Razón, religión y retórica se encuentran imbricados en el discurso ‘Yes we can’, que será analizado para comprobar si combate desde la esperanza o el miedo, si se apoya en un proyecto ético universal o si alude con su discurso al pensamiento mítico/mágico de sus conciudadanos y del mundo.


TEMAS
discurso · esperanza · Obama · razón · religión · retórica



Introducción

¿En qué creen los que no creen? (Eco 2004) es una relación epistolar, breve y amable, que mantuvo Umberto Eco con el cardenal Carlo María Martini, seguida de un Coro donde periodistas, políticos y filósofos, también amablemente, apostillan el librito en cuestión. Hacemos hincapié en la «amabilidad», ya que es sencillo establecer vías de comunicación correctas entre dos personas de un mismo país, alto nivel intelectual, una de ellas religiosa y la otra conocedora de la iglesia, tratando de plantear una serie de cuestiones con sencillez, en busca de puntos en común. Situación un tanto idílica, lo cual es de agradecer por lo que puedan aportar a la comunicación entre el mundo de la iglesia y el secular. Imposible en otros ámbitos, cuando la política y la economía entran en juego.

Eco plantea la cuestión del «fin de los tiempos», hoy amenaza también cercana al mundo laico. La iglesia medita sin fechas, el mundo laico sin plantearlo directamente lo espera con cierta angustia más o menos consciente. Los milenarismos se plantean como respuestas a miedos no solo religiosos, todos tememos el devenir de la historia, que parece abocada a repetirse. Lo religioso puede convertirse en secta de elegidos que necesitan escuchar palabras de salvación. Las dificultades de un libro como el Apocalipsis en ocasiones no son de ayuda. ¿Qué lugar queda a la esperanza aquí y ahora? Martini alude al ahora más terrenal, a problemas como el ecológico, usualmente ajeno la iglesia. Establece una alegoría pertinente entre el apocalipsis bíblico y el que parecemos vivir en el mundo. Los oprimidos buscan una huida del presente con una carga utópica que implica un trabajo consciente de todos, no la huida inconsciente del miedo. Pero reconoce la resignación al presente. La historia así entendida no es un cúmulo de momentos absurdos y dolientes, sino que tiene un sentido y un fin. Martini habla de un «lugar ético», empleando términos comprensibles por todos, terrenales, humanos. Desde luego, Hegel resulta mucho más trascendental y cristiano en su concepto de historia, con una finalidad futura y superior, guiada por la providencia, por el Espíritu. La filosofía de la historia se convierte en teodicea (Fraijó 2004). En cualquier caso, el miedo consigue que se polarice la «función oracular» que Martini reconoce no poseer y que se atribuye erróneamente a los pastores. La esperanza es necesaria, pero no debe atribuirse a otros, sacerdotes o profetas, sino que debe sentirla uno mismo para trascender a lo colectivo. El propio Eco asume que si Dios no existiese el hombre necesitaría del consuelo religioso. Otra opción es la máxima de Dostoyevski «si Dios no existe, todo está permitido» (Kolakowski 2009), pero confiar en el buen sentido moral de la humanidad sin que medie ley humana o divina es aterrador.

 

1. Esperanza construida

 La muerte seguida del vacío, lo desconocido o la nada, supone uno de los grandes miedos del ser humano. Quizá el primer miedo fue el horror ante la descomposición, al dolor, incluso a la pérdida de nuestra individualidad. Primero la muerte de los nuestros, siendo indiferentes a la muerte de otros. La muerte es vacío, idea sin contenido; quizá, si creyésemos plenamente en la inmortalidad no conoceríamos esta emoción traumática; emoción que nos da el carácter de humanos tal y como la conocemos (Morin 1994).

Desde una visión antropológica del asunto, el más allá es un consuelo sin sentido. La teología se reduce así a antropología mientras que la filosofía es la ciencia de la realidad en su verdad y totalidad. Feuerbach, en La esencia del cristianismo, afirma que sus dogmas básicos son deseos que se realizan. O una vía de escape a sus miedos, podríamos decir. Dios es esencialmente el ser humano, y Feuerbach propone una filosofía del hombre para alcanzar la felicidad, centrándose en lo concreto de la realidad humana, abandonando el plano especulativo (San Martín 2005). Una muerte de Dios más antropológica que la nihilista de Nietzsche, pero que igualmente nos abandona a una vida perecedera sin fin ulterior. Es, ante la mundanidad que nos toca, injusto, y un sentido de justicia mayor que nosotros se niega a aceptarlo. Así, la moral de Kant se transforma en una razón moral, laicización híbrida, conciliando razón y la esencia del cristianismo (Eco 2004:144). Necesita un más allá, aunque su razón vertebrada y meticulosa no alcanza a explicarlo. La no existencia de Dios sería algo nefasto. Decía Unamuno que «el hombre Kant no se resignaba a morir del todo». Precisamente Unamuno (2008) propone la pregunta «Entonces ¿para qué Dios?» ante la posibilidad de que este no sea lo que tradicionalmente se nos ha dicho. Unamuno nos hace conscientes de la importancia de pensar en el individuo, comprenderlo y ayudarle en su debate entre resignación y desesperación. El sentimiento trágico de la vida es el punto de partida personal y afectivo de toda filosofía y de toda religión. El hombre tiene «hambre de inmortalidad», y creer en Dios supone al creyente intelectual querer que Dios exista; nunca la razón ha sustituido por completo a la religión.

Bloch habla de una esperanza abierta y consciente de su imperiosa necesidad. Insiste en la importancia del futuro, lo fundamental es «aprender a esperar». Vivimos en un estado de tensión de cara al futuro, ontología del «todavía no ser». Una incompletitud abierta que no niega la esperanza. Así, la religión no es alienación del pueblo, sino anhelo. Bertrand Russell se burló del carácter utópico de Bloch, pero este carácter utópico es grandioso, inconformista, revolucionario.

 

2. Emotivismos

Las emociones se escapan a los mecanismos racionales y del dogma. Aunque razón y religión son permeables a las emociones. De nuevo Russell muestra su convencimiento de que el hombre religioso se mueve por emociones y no por argumentos racionales, aunque atados a la incondicionalidad de la autoridad. Parece que los emotivismos son insuficientes como explicación de los argumentos religiosos (Fraijó 1998: 36-39). Sin embargo, se suman a las convicciones y enseñanzas de la religión, y así lo confirma Martini al referirse a las convicciones personales de aquellos que no creen en Dios, convicciones de sus vidas diarias, que parecen encontrar algún tipo de fundamento ético. Martini no consigue comprender de dónde surge, pero lo importante es que el cardenal es capaz de valorar positivamente y desear conocer o comprender lo que motiva a otros que son diferentes a él. La moral es relativizada, vivida y analizada desde diferentes puntos de vista. Como decíamos, en esta búsqueda es necesario establecer espacios de diálogo amables, tratando de abrir posibilidades de diálogo a lo cada vez más otro; insisto en la relación Eco-Martini, pares cum paribus facillime congregantur

La emoción llega a fusionarse con la fe, algo similar a cierta sensación de seguridad, indemostrable, pero que se «siente». Sucede de forma parecida con la fidelidad, la amistad o el amor. Emociones profundas no muy diferentes de otras emociones más terrenales. Además, la fe puede sentirse no solo por una realidad trascendente, también por la patria, o incluso por personas de carne y hueso. La patria puede ser fe ciega manipulable a través de lo emocional. El nazismo se aprovechó de esta posibilidad y, ya en el poder, asimilada su presencia a la idea de nación, cualquier otra idea resultaba un enfrentamiento a la patria. El individuo inseguro compensaba su debilidad en el seno de un grupo. Se fomentó el odio al extranjero, apetitos de conquista y poder, dominación. Decía Goebbels que la masa no desea más que ser gobernada decentemente. El ser humano parece tener miedo de ser libre, y esto tanto en asuntos mundanos como en temas divinos. Hitler supo hacerse con la masa incluso en cuestiones de religión, como un profeta. Hitler aunó Patria, Dios, Destino, Historia y Naturaleza (Fromm 1998).

En este mundo posmoderno, el emotivismo está muy presente en el discurso ético. Expresión de preferencias, de actitudes que presentan un carácter valorativo o moral. Pero estos juicios morales no se limitan a expresar nuestra emoción o actitud, además, y como objetivo sustancial, buscan el mismo efecto en otros. La emoción es útil en un momento en el que uno de los rasgos del lenguaje moral es que se usa a menudo en la expresión de desacuerdos. El lenguaje moral, se encuentra en un grave estado de desorden como nos advierte MacIntyre (2021).

 

3. Los otros

Uno de los grandes miedos que aún hoy suponen graves problemas para la paz. No solo el temor que generamos acerca de los que son diferentes, sino del odio que sentimos y que no parece tan difícil de provocar. El etnocentrismo y otras formas de incomprensión no han ayudado en absoluto a comprender y valorar a los otros. Las religiones nacionales trabajan en la misma línea, su estructura implica que el sujeto de la religión es el pueblo o nación, así que el individuo obtiene la salvación solo como perteneciente a dicha comunidad.

Desde el cristianismo, que supone una visión personalista e individualista del hombre, no encontramos la posibilidad de acercarnos al otro, especialmente cuando consideramos la naturaleza humana que, de inocente creación, se degrada tras un acto de voluntad, trasformando nuestra naturaleza en algo malo. El mal se ha interiorizado. Ocupados en lo sagrado, tardamos en pensar en las posibilidades propias del ser humano en sí mismo, comenzando a entreverse una actitud antropológica que nos lleva al descubrimiento del otro en cuanto otro.

Edward W. Said define el orientalismo (Said 2003) no como disciplina, tema político, difusa colección de textos, ni como conspiración occidental imperialista; es una distribución de una conciencia geopolítica diseccionada en una serie de textos eruditos, estéticos o económicos. Divide el mundo en dos: oriente-occidente. Manifiesta una voluntad o intención (Said 2003: 34) de comprender o incluso manipular esta idea sobre lo orientalmente otro. Lo importante es que no somos conscientes de que esta visión del orientalismo tiene que ver más con nuestro mundo que con el oriente real. Los medios tecnológicos han ayudado a mantener esta frontera, los estereotipos e incluso demonizar este otro mundo. Se hace necesario tratar históricamente una realidad más grande que implica, para entendernos a nosotros mismos, pensarnos en relación con los demás, más allá de las fronteras de Europa (Said 2003: 170). La modernización, especialmente en sus aspectos tecnológicos y financieros, difunde el mensaje, así como la desinformación y la polarización de creencias y la percepción de la situación global, «buscando cabezas de turcos», como dice Gil (2004).

 

4. Proyecto de una ética mundial

La religión (lo espiritual) ha dado vía, por una parte, a emociones naturales y culturales. Sin embargo, ha dado pie a guerras, las ha apoyado o ha evitado condenarlas. Las convicciones espirituales son una vía para la paz (la guerra es uno de los grandes miedos), siendo necesario que las distintas iglesias y sus cabezas visibles busquen diferentes caminos de entendimiento, junto a gobernantes e intelectuales. Hans Küng ha propuesto nuevas formas de entender el cristianismo o buscar vías de entendimiento en aras de una ética universal (Küng 1992). En la obra que da título a este punto, Küng comienza con un listado de algunos de nuestros grandes problemas: gasto en armamento, muertes infantiles por hambre, extinción de fauna y flora, torturas y asesinatos, gobiernos represores, deuda del tercer mundo, destrucción del bosque tropical. Aunque trabaje desde la perspectiva de un hombre de iglesias y religiones establece el punto de inicio en el mundo que nos rodea. Insiste en que las principales catástrofes son en principio lejanas a la labor religiosa: económicas, ecológicas, sociales y políticas. Más allá de la aportación de morales religiosas es necesario para la supervivencia una ética universal. Así, vincularse a morales represivas o coactivas no resultará útil, se exige una vinculación libre dentro una responsabilidad planetaria.

La ética global se puede construir desde el hombre no religioso. La antropología, la filosofía o la psicología dan muchas razones para creer en la autonomía del hombre para establecer una moral sólida aún sin la mediación de Dios. Küng recuerda que, si nada demuestra a Dios, este bien podría ser una proyección psicológica, pero eso en absoluto invalida el hecho de que ha estimulado muchos cambios sociales. Desde el mundo secular y el religioso debemos ser coherentes con principios de responsabilidad como el bien común, una vía media entre el legalismo y el libertinismo, la regla de oro tanto de Confucio como de Kant, ofrecer motivaciones morales convincentes, ser autocríticos en la búsqueda de un horizonte de sentido y una determinación de fines. Hans Küng concluye su proyecto de una ética mundial de esta manera:

Imposible la convivencia humana sin una ética planetaria entre las naciones.
Imposible la paz entre las naciones sin una paz entre las religiones.
Imposible la paz entre religiones sin un diálogo de religiones.

 

5. Los discursos de Obama, las palabras de King

Todo lo anterior no deja de ser teoría. La cuestión práctica llega ahora y la propuesta es sencilla: los miedos/esperanzas de los que se ha hablado tienen cabida desde las palabras de figuras políticas y religiosas, incluso apoyándose en una u otra dimensión del discurso cuando interesa o es necesario. Mensajes no siempre evidentes. Llegó Barack Obama al panorama político-social como un anuncio a nivel internacional, aire fresco, como meta ya alcanzada que daba inicio a una nueva era. El aspecto emocional ya mentado. Pero ¿hemos de considerar sus argumentos, su discurso, como garante de solidez lógica? ¿Una ideología construida de forma irrefutable? Es probable que las premisas del discurso no se amparasen en la lógica sino en lo retórico, en cierta cualidad de mito y, como premisas (tanto en Estados Unidos como para el resto del orbe), se jugaba con datos, citas, aspectos que no resultan veraces a la hora de prometer. Como señala Leith (2017: 26), fue la oratoria de Obama lo que le permitió ganar a Hillary Clinton en las primarias demócratas, dejando patente las capacidades de la retórica, así como de despertar la «hostilidad a la retórica», herramienta no menos útil en muchas ocasiones.

Presenta como premisas las citas a determinados personajes religiosos o históricos, que inconscientemente son incorporados al discurso como premisa de credibilidad, verdad, sentido. Sus guiños a la fe religiosa resultan un «amén» a sus conciudadanos, corroboran una ética espiritual de integridad incuestionable que convierte en irrefutable lo expresado. Argumentum ad verecundiam. El mitologema Obama se apropia con hábil estilo del discurso religioso-político-social. Si recordamos a Aristóteles, los argumentos presentan una naturaleza compleja, entre el ethos, el logos y el pathos como elementos de la persuasión. En Obama destaca el ethos, talante moral y abierto a todos, en especial al pueblo y a los marginados. Mucho más que el logos, cuyas premisas, como veremos, son más cercanas a la función del pathos, forma o recursos a los que acude para despertar en sus oyentes ciertas emociones, aglutinadas en la forma del cambio y la esperanza al amparo de una idea de nación y su particular alusión a lo religioso. Obama tituló uno de sus libros como La audacia de la esperanza, emoción con claros tintes cristianos.

No está de más recalcar ciertos aspectos retóricos que se suceden en sus discursos envolviendo argumentos, potenciándolos. Su relevancia, su hype, en la esperanza desmedida que le precede, su efecto sin causa previa, convierte al personaje en agente de cambio en el pensamiento, en el transcurrir de ciertos hechos de una época determinada. Obama se convierte, durante un parpadeo del devenir histórico, en mito. «Nunca filósofo alguno ha demostrado algo», dijo Waismann (1965: 369); los héroes demuestran con sus actos. Remitimos al concepto de «cuenca semántica» de Durand (2003: 333), esas corrientes que fluyen dentro de un determinado medio cultural y que denomina torrentes. Surgen de acontecimientos sociales, culturales, científicos, dividiéndose en «afluentes» en forma de corrientes o escuelas. Responden a un momento histórico, a una circunstancia, y se reconocen en determinadas individualidades, personajes de singular relevancia que bien pueden representar o tipificar dicho instante histórico. Porque la presencia de Obama, a nivel mundial, quizá solo sea un momento, a pesar del hype que supuso. Durand citaba a Alejandro Magno o a Napoleón en sus respectivas cuencas, el héroe Obama no parece tener tal trascendencia. La perspectiva histórica emocional de los seres humanos es corta de miras (quien suscribe no ofende, se incluye). Quizá Obama define una necesidad, pero no da el paso definitivo de potencia a acto.

Gilbert Ryle escribió que los argumentos muestran eficacia si son convincentes en su forma lógica. Suponemos entonces que, si la lógica no demuestra por sí misma la validez de un argumento este queda invalidado. Sin embargo, en ocasiones nos dejamos llevar, a pesar de que nuestra lógica interna nos dice que algo no funciona bien. Más allá de la lógica hay otros procesos de aceptación o comprensión de un argumento o idea: lo emocional, cierta cualidad poética no comprensible de forma directa. ¿Qué validez, qué sentido tiene la palabra de un personaje político, de un líder, si no es llevada a la práctica? Así encontramos al discurso político, dúctil, maleable entre lo que pretende o debe transmitir, lo que realmente es necesario hacer, el sentido último de actos, palabras y firmes promesas y el discurso electoralista, populista. Ese discurso a veces no parece tener la más mínima vergüenza de ocultar los intereses personales egoístas, de aparentar una imagen pública de decencia, coherencia ideológica, política o profesional. No es que sea el caso a tratar, eso forma parte de posteriores conclusiones que son, en sí mismas, lecturas sesgadas del legado político de Obama; hagiografía del hombre santo para algunos.

El giro lingüístico o paradigma hermenéutico ha explorado una nueva retórica que, dentro de la demostración y la argumentación, reconoce la importancia de aquello no evidente como susceptible de argumentación, incluso de aspectos no racionales. Así encontramos similitudes entre retórica, lógica y hermenéutica, ampliando el concepto de teoría de la argumentación al de una teoría general del discurso persuasivo. Dice Gadamer que surge una «nueva hermenéutica» dirigida hacia una argumentación persuasiva y tentativa (Vega 2011: 271-275). En casos extremos la argumentación parece una bomba de mecha corta, catastrofista, populista, infundiendo miedos y odios, argumento tan complejo como un titular, un hilo de Tweet o un post de Instagram. La hermenéutica busca descifrar de forma óptima el mensaje teniendo en cuenta factores pasionales y sentimientos que atañen a la vida cultural y social. El esquema aristotélico aludía al intelecto y a los afectos. En los discursos de Obama la carga emocional jamás se evita, llegando a dominar el peso absoluto del mensaje. Es más, Gadamer no reconstruye la historia de la hermenéutica como subordinada a la historia de la lógica, sino a la historia de la retórica como parte fundamental de la filosofía práctica. Por tanto, es necesario articular retórica y hermenéutica como saber práctico, concretamente como ética y política (Beuchot 2008: 129-156). Contenido ético, religioso, ideológico, con implicaciones para la paz y la sociedad norteamericana (por tanto, de alcance global). Como reza el billete de dólar: in God we trust.

Yes we can, discurso que atrajo a jóvenes, minorías, afroamericanos, desencantados y que fue eslogan de campaña quedando para la historia. Destacan los aspectos emocionales, con especial énfasis en elementos simbólicos de gran relevancia en Estados Unidos. Basta mencionar América como arenga, enalteciendo e involucrando de forma incondicional a quien escuche; imposible al receptor del discurso imaginar que el orador pueda estar mintiendo. Nación como algo anímico, asunto del corazón y, como veremos, asunto casi religioso. Desde la oratoria aristotélica, bien podemos olvidarnos del discurso que pertenece al género judicial o forense, tampoco al género deliberativo, pues no es una apuesta política donde se presenta un argumentario en materia económica, educativa, etc. Pertenece al género deliberativo en el sentido en que impulsa al movimiento, una petición de voto para alcanzar ese cambio que no deja de anunciar. Yes we can fue más bien un discurso del género epidíctico o demostrativo que, si bien suele referirse al presente, invitando al público a comprender el aquí y ahora, Obama lo hace recordando el pasado, dolor y gloria, una llamada al ethos de la memoria como propuesta de futuro inmediato, destilando, como diría el estagirita, nobleza, belleza, virtud.

Este discurso sienta las claves de su oratoria, inesperado personaje que llegaba dispuesto a encarar una dura tarea: salvar el mundo. La responsabilidad planetaria que rogaba Küng. Yes we can, lema en la campaña hacia la presidencia, se dio a conocer el 8 de enero del 2008. Una nueva América, el anuncio de un héroe. Buscó una forma de comunicación novedosa en su momento, directa, bidireccional, con todos sus simpatizantes vía sms. Su energía, su historia personal, lo convirtieron en un héroe al más puro estilo americano, figura perfecta, clave para que sea él, y no otro, quien pudiese dar sentido y credibilidad al mensaje. Fundamentales los actos del habla, los códigos de conducta entre interlocutores racionales.

Como premisas emocionales nos encontramos, en primer lugar, con la nación. La idea de cultura, país, nación, llega a ser cuestión peliaguda, difícil su definición o acuerdo. La cultura popular norteamericana nos impulsa a sentir su nación como el Espíritu hegeliano en acción. Un tanto exagerado, quizá, pero se produce un extraño cambio que provoca que el posterior discurso se transforme en algo importante. Necesitamos un universo ordenado y con sentido, premisa básica de la psicología del pensamiento mítico, quiero creer que creo. Además, misteriosamente se alude a algo que está sucediendo. Genera expectativas en los deseos, una expectativa de que algo llegará para superar un momento aciago. Algo está pasando en América, como una humilde reflexión acerca de una transformación que parece surgir de la propia nación norteamericana. No un argumento político-ideológico de su persona y partido, sino de la misma nación. En las primeras siete frases alude a América y a ese acontecimiento intangible:

«There is something happening in America. / There is something happening when men and women… / There is something happening when americans… / There is something happening when people… / That is what´s happening in America right now. / Change is what´s happening in America.»

Un cambio, como si se tratase de una conclusión lógica e inapelable. Sumando cambio y América la ecuación es casi una fórmula mágica, arrancando a partir de este momento el verdadero discurso, el argumento que poco a poco se va desarrollando, y que ya cuenta con un aforo entregado. Nación, además, en el sentido que le otorga Obama, es algo anímico alcanzando cierto carácter religioso/mítico. Es el uso del signo, de vital importancia según la psicología por su función simbólica, la cual, junto a la actitud intencional, son soporte del lenguaje. Representa algo ausente, un concepto de nación que, de forma intencionada, es evocado en la psique del oyente. Así, todo el concepto base del discurso discurre por este sendero, mientras las propuestas de cambio se especificarán a medida que avanzamos (Vega 2011: 550). No es justo asegurar que no sean veraces las que propone Obama, pero están presentadas en tres tiempos distintos. En un primer momento, ya señalado, capta la emoción de quien escucha. Sigue con ciertas consideraciones obvias de la realidad social: ejército, maestros, impuestos, trabajadores, y la arenga continúa con más vigor. Antes de acometer la tercera y última parte, vuelve a referirse a América y a los americanos, y a dos ideas que parecen subyugarlos: esperanza y espíritu. Y es aquí cuando pronuncia el Yes we can. Tras cada ocasión en que pronuncia el mantra nos sumerge en la épica simbólica estadounidense: destino de la nación; abolicionistas y esclavitud, libertad, justicia; pioneros e inmigrantes; la luna como nueva frontera; un rey, Martin Luther King, hacia la tierra prometida. Incluso nos dice que pueden arreglar el mundo. Que entrarán en la historia con apenas tres palabras: Yes we can. La responsabilidad planetaria, el Espíritu, la esperanza de Bloch como utopía revolucionaria civil.

Estas aserciones invitan a aceptar lo dicho como verdadero. El discurso completo, si intentamos plantearlo como argumentación racional, a modo de silogismo, sería algo así como: Algo está cambiando en América (implica que algo fallaba). Nosotros podemos. Por ende, el cambio ha de tener lugar (y su relevancia en la historia). Es posible que sea un silogismo ad hoc a mi conveniencia, pero quizá no esté del todo desencaminado y pueda ser de ayuda para percatarnos de detalles importantes, útiles para comprender la retórica del discurso. Algo está cambiando en América no significa necesariamente que algo funcionase mal; tampoco implica que el cambio sea a mejor. Decía Aristóteles que el entimema supone un fondo públicamente compartido de tradiciones, creencias, conocimientos, en muchos casos generalizaciones. Se apoya en indicios, signos o proposiciones que son normalmente verdaderas; pretende ser convincente. Es posible considerar dichas proposiciones como proposiciones de cobertura, en forma similar a un tópico, provocando una conclusión casi instantánea; como un tácito esquema de inferencia (Vega 2011: 170-179). Así, el eslogan Yes we can es otro entimema, saliéndose de los límites estructurales del discurso, argumento o texto. Tiene valor por sí mismo, da nombre al discurso y a toda una campaña presidencial. Sí, nosotros podemos no necesita explicación. Ambigüedad, motivadora y sugerente.

En la tercera parte se presenta la «conclusión lógica» de lo anterior: podemos cambiar la situación (y, si no fuese suficiente, entrando en la historia). Enaltece los ánimos, sugiere salvar el mundo e introduce al reverendo King. Entre verso y verso, el rezo, el mantra: Yes we can. Aquí nos interesa la forma religiosa de estructurar el discurso. Hay más ejemplos, no es el único que redacta de esta manera. Se reseñará después la importancia en sus discursos de las muchas alusiones a Dios o a diferentes elementos religiosos, usualmente en los agradecimientos y despedidas. Algo que no hace en este discurso, probablemente por estar dirigido a toda la nación, sea cual sea su creencia, sin olvidar a los ateos y, Obama y su equipo eran conscientes, al resto del mundo. Solamente un par de referencias indirectas. Una, referirse a Al Qaeda como terrorismo, sin hacer mención de términos como musulmán o islam. Dos, una única mención no explícita a la religión oficial de su país a través de King. Rey (no articula el nombre Martin Luther), una metáfora que refiere a la altura moral del reverendo y a la consecución del «reino» que ansiaba. Recordemos, Kingdom come, el venga a nosotros tu reino del padrenuestro. Reino de los fines.

Una vez dejamos atrás un discurso más bien breve, la retórica toma forma de plegaria. Cada oración, cada propuesta grandilocuente se sigue del mantra que, de forma repetida, suena en forma de respuesta. Un amén, ritmo de plegaria en la iglesia. La palabra de un predicador seguida por una congregación que responde «Amén». No es difícil sentir la rima: we-can / a-men. La forma es la misma, la dinámica rítmica de la respuesta. Discurso acertadamente conciso, escuchado en la radio, retransmitido en televisión y compartido una y mil veces en toda red social en los días y meses posteriores. El mensaje se repite, pervive en la memoria y el Yes we can deviene no solo promesa o eslogan, es además rezo. Adquiere de esta forma una categoría espiritual que refuerza su mensaje y esa suerte de certeza providencial de que el mensaje finalmente se cumplirá. Esa necesidad kantiana de merecer algo mejor. Yes we can aparece así como enérgeia cristiana, un rezo que desvela ese intangible actuante que parece tender a un fin ineludible. Luther King repitió hasta ocho veces el I have a dream en su famoso discurso (Leith 2017: 234).

Estas frases cortas reiteradas, versos de góspel (god-spell), de blues, aparecen en otros discursos. Además, Obama se llega a servir de la vida religiosa del afroamericano en ciertos comentarios. Sin ir más lejos, se dirige a sus compañeros en el trabajo político a pie de calle como hermanos y hermanas, o critica a ciertos políticos, blancos republicanos, que se pasean por barriadas pobres, donde escuchan góspel y «aplauden (sin seguir bien el ritmo)» cuando el coro canta o utiliza unas cuantas citas de la Biblia para «sazonar un discurso político absolutamente seco» (Obama 2017: 185, 230).

Este entramado de posibilidades de comprensión y transmisión del mensaje nos lleva a la poliacroasis, centrada en explicar la diversidad y pluralidad de recepción del discurso, especialmente al pensar en las redes sociales, que Obama supo cuidar para elaborar el mensaje. Esto nos lleva a la multimedialidad del discurso digital, con sus nuevos lenguajes y los factores acústicos, visuales, verbales y no verbales, siendo el discurso digital un proceso receptivo interpretativo conocido como polyaísthesis o poliestesis, es decir, de percepción múltiple. Las redes sociales permiten un aumento de la poliacroasis, democratizando la recepción del discurso y su dialéctica, al menos en palabras de Albadalejo (2012: 55-59). En cualquier caso, no se ciñó únicamente a las redes sociales, sino que extendió su actuación y comercializó su figura en libros, revistas, eventos (Castro 2012). Marca Obama. Se hizo con el uso de la tecnología del siglo xxi, con su BlackBerry y su MP3 mientras hacía ejercicio, con su equipo recalcando el conflicto tecnogeneracional, haciéndose con el voto joven, enfatizando el arcaísmo comunicacional que suponía McCain (Davis 2009).

Pero es en las despedidas de sus discursos donde Dios sale a colación. No otorga veracidad a la estructura de un argumento en construcción, es más bien un desenlace, colofón cuya finalidad es ratificar lo expuesto. Expresión de un juramento, fórmula que obliga a que lo dicho no puede no ser verdad. Gracias a Dios, Dios os bendiga, Dios bendiga América… Encuentra otras formas de despedida; en el discurso que aquí nos ocupa se despide con Yes. We can. El velado contenido, o forma (en este caso la forma implica el contenido), convierte en innecesaria la despedida. Sin embargo, en el discurso de entrega del premio Nobel de la Paz encontramos una escueta despedida tras un discurso de varias páginas: Thank you very much. Podemos sospechar que esa aseveración tajante acerca de la guerra, que siempre existirá y será necesario entrar en conflictos bélicos no cuadraba con el premio, quizá tampoco marida bien con el primer mandamiento. Debemos aceptar que este fue, inequívocamente, un discurso con pretensión universal, que cada cual lo interprete como pueda. Si vis pacem, para bellum. El único guiño al tema religioso en el discurso de Estocolmo se asoma en la frase inmediatamente anterior al agradecimiento: and at this moment of challenge, that must be our work here on earth.

Normalmente los discursos que se apoyan en bendiciones de diverso tipo resuelven problemas internos, o atañen a asuntos más «americanos», aquellos que dan cohesión al sentimiento e idea de patria. También en situaciones especialmente peliagudas o en temas de difícil comprensión.

Como vemos, Obama resulta enormemente retórico, y el lenguaje religioso destaca, precisamente, por ser retórico en sí mismo. El objetivo, recordamos de nuevo a Aristóteles, es el de persuadir acudiendo a los medios necesarios. La política trata de persuadir tanto como la religión. Sin embargo, las motivaciones e intereses religiosos no admiten más forma de argumentación que la retórica. No se apoya en la lógica, es la fe la que sustenta su verdad. La política norteamericana, de profunda devoción a la patria, presenta una fe inquebrantable en diversos principios que resultan análogos a la fe religiosa. Suponen un elemento retórico de fuerza arrolladora. Quizá por esto gran parte del discurso religioso resulta oscuro, algo que Perelman denominaba «noción confusa» (García 2012). Así, encontramos una forma retórica de apoyarse en la fe que puede ser útil en este tipo de discursos, ya que genera esa sensación de moral irrefutable. Es posible, como ya sabemos, que los Estados Unidos sean capaces de justificar moralmente, incluso de considerar necesario, haber lanzado las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. Queda demostrado cuando Obama expresó su miedo a las naciones con armamento atómico, que deben ser controladas por organismos internacionales y por los Estados Unidos. Se negó a disculparse por las bombas en su visita a Hiroshima en 2016. «Venimos a llorar a los muertos (...) Sus almas nos hablan».

Muchos discursos políticos usan recursos de tipo religioso como citar la Biblia; aprovechar la coincidencia con señaladas fechas religiosas; emplear indiscriminadamente términos como fraternidad, perdón, misericordia e incluso discutir sobre ellos; conjugar Dios y nación como algo inseparable; mentar mártires y héroes patriótico-religiosos; asumir actitudes y sentimientos parejos a los de Jesús, etc. Héroe racial, religioso, social, patriótico, lo que Sam Leith considera un espejo en el que mirarnos, como figuras, metonimias. El mito sigue vivo en los presidentes americanos, pero está presente, también, con otros matices, en las monarquías. Según Gomá Lanzón, la monarquía cumple las que considera las tres funciones del mito político. Como «idea simple», en la que se hace inteligible el estado. Idea digna, elevada, representada por una familia, siendo majestuosa siempre que genere empatía y cercanía doméstica. Además, es símbolo, personificación de una idea trascendente de la moral pública. Finalmente, imagen de una mortalidad emancipada mientras viven al servicio de su misión política que, básicamente, es ser fiel a su significado simbólico (Gomá 2014: 357, 358).

Cerramos con ciertos paralelismos y diferencias entre Obama y Martin Luther King. Obama es más terráqueo y pragmático, a pesar de sus guiños a emociones espirituales y patrióticas. King presenta discursos y argumentos más espirituales, pero, curiosamente, trata de usar la razón, al menos la sensación de razón, citando a algunos filósofos. No citamos su discurso I have a dream, sino La fuerza de amar, libro de «sermones» donde habla de racismo y problemas sociales en Estados Unidos, además de cuestiones típicas de la religión como el amor al prójimo y al enemigo, la ontológica o espiritual pregunta acerca de qué es el hombre o el hecho de que el comunismo no puede ser cristiano. Alude a filósofos como Nietzsche, Hegel, Sócrates o Kant. Los argumentos de Obama, se refuerzan emocionalmente en la religión, King a la inversa, la «irracionalidad» de la religión se ayuda de la filosofía y argumentos mínimamente estructurados. Además, sabe que las palabras son peligrosas, invita a reflexionar y a cuestionar a aquellos que se aprovechan de la «debilidad de espíritu». Llega a citar a Adolf Hitler cuando dice: «Me valgo de la emoción para la mayoría, y reservo la razón para la minoría» (King Jr.: 1999: 17). Y del Mein Kampf recoge: «Por medio de hábiles mentiras, repetidas hasta la saciedad, es posible hacer creer a la gente que el cielo es el infierno… y el infierno el cielo… Cuanto más grande es la mentira, más la creen». Es posible manipular a través de las emociones hasta un punto tan perverso, sin embargo, King, unos capítulos después, demuestra que un sistema comunista no puede ser cristiano. Parece que hay que asumir para seguir el hilo del texto que un sistema es malo y otro bueno, incompatibles y opuestos. O King nos quiere engañar, o bien se dejó engañar o la caza de brujas del macartismo lo engañó a él. Incluso recurre a la lógica. Cuando habla de la esclavitud, recuerda en qué se ampararon los blancos que la instauraron en Estados Unidos, por una parte, la ciencia proporcionando un fundamento intelectual, por otro, la misma Biblia. Articula en forma de silogismo las razones aludidas comúnmente para justificar la esclavitud y el racismo. Expone así:

«Todos los hombres están hechos a imagen de Dios.
Sin embargo, como todo el mundo sabe, Dios no es negro;
por tanto, el negro no es un hombre.»

Critica cómo se han mezclado indebidamente las ideas religiosas, científicas y filosóficas, cómo incluso este razonamiento se predicó desde los púlpitos. King nos dice que es la ofuscación espiritual e intelectual la que consigue que los jueces americanos afirmen en 1857 que los negros no tienen derechos (King Jr.: 1999: 44-45).

Se pregunta si el progreso moral y espiritual ha marchado al compás del progreso científico. Critica el afán de la gente por ser aceptados socialmente, critica al capitalismo mal utilizado. Cuando se argumenta desde la fe solo tenemos una posibilidad, compartirla. Las enseñanzas de Jesús (paz, respeto, comprensión, perdón) son compartidas por todos, aun cuando no se crea en la misma fe, o en ninguna. Afirma buscar elementos culturales y éticos comunes que ya apuntaba Aristóteles. Los que nos mostraba Küng. Si pensamos en los oyentes de este sermón (en forma de libro), está claro que el mensaje no es para todos, es solo para creyentes de su fe. Así como en otras ocasiones la razón y la argumentación extienden su mensaje hacia la universalidad, en esta ocasión el exceso de contenido religioso solo funciona con los fieles. Por supuesto, también una parte importante de la comunidad afroamericana, cobijada por el sentimiento cristiano y, por extensión, con muchas minorías.

 

Conclusiones

Es probable que Obama iniciase un nuevo concepto de propaganda política a través del contacto con la gente. De hacer política. Nuevas tecnologías, redes sociales. La retórica, la persuasión, el apelar a la memoria colectiva, a las creencias. Las palabras, el ethos que exige esperanza, el pathos mesiánico, espiritual, nacional. El llamado pensamiento mítico sigue definiendo nuestra existencia y nuestra forma de aprehenderla. Búsqueda de sentido, de orden, de universo. Una idea de bien y mal, de comunidad, de valores compartidos que eviten el miedo a lo desconocido. Un modelo de conducta, un héroe o líder, un patrón, un guía. Una axiología clara, de la que no dudemos, que calme nuestros miedos y nos dé esperanza. Lo usual, en este caso, es cerrarnos en banda, incapaces de considerar la posibilidad de que nuestras creencias puedan estar equivocadas o deban ser revisadas. Es una necesidad básica de supervivencia: mi universo tiene sentido, debe de tener sentido. Una forma de teleología personal, una teodicea particular. Revisar otras culturas, con sus mitos, sistemas, creencias nos puede dar pistas de cómo reaccionamos ante situaciones de duda, de cambio, de necesidad de un nuevo orden o de tomar decisiones que consideramos importantes. Encontrar nuestra propia viga en el ojo ajeno. Cerrando el círculo: ¿En qué creen los que creen?

Más allá de filias o fobias personales, es incuestionable la eficiencia del discurso. E inevitable la comparación con el logos inexistente en el debate actual, el pathos destructivo que invita al odio, que se alimenta del miedo o la incertidumbre y se expande por Twitter o Instagram. Ausencia de argumento, pérdida de formas. Hostilidad a la retórica.



Bibliografía

Albadalejo, Tomás
2012 «Retórica política y comunicación digital. La ampliación de la poliacroasis», en del Emilio Rio Sanz, María del Carmen Ruiz de la Cierva, Tomás Albadalejo, Retórica y política. Los discursos de la construcción de la sociedad. Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, Ayuntamiento de Calahorra, 2012.

Aristóteles
1994 Retórica. Gredos.

Beuchot, Mauricio (y Francisco Arenas-Dolz)
2008 Hermenéutica de la encrucijada. Analogía, retórica y filosofía. Anthropos Editorial.

Castro Martínez, Leyvi
2012 «El marketing político en Estados Unidos: el caso Obama», Norteamérica, año 7, número 1, enero-junio.
https://www.revistanorteamerica.unam.mx/index.php/nam/issue/view/16

Davis, Mike
2009 «Obama at Manassas», New Left Review Ltd. London, 56, mar/apr 2009.
https://newleftreview.org/issues/ii56/articles/mike-davis-obama-at-manassas

Durand, Gilbert
2003 Mitos y sociedades. Introducción a la mitodología. Biblos.

Eco, Umberto (y Carlo Maria Martini)
2004 ¿En qué creen los que no creen? Ediciones Temas de Hoy.

Fraijó, Manuel
1998 A vueltas con la religión. Editorial Verbo Divino.
2004 Dios, el mal y otros ensayos. Editorial Trotta.

Friedrich Waismann
1981 «Mi perspectiva de la filosofía», en A. J. Ayer (comp.), El positivismo lógico. Fondo de Cultura Económica.

Fromm, Erich
1998 El miedo a la libertad. Paidós.

García González, José Manuel
2012 «Aproximación retórica al lenguaje religioso cristiano», en Teología y cultura, año 9, vol. 14 (noviembre 2012).

Gil Calvo, Enrique
2004 El miedo es el mensaje. Riesgo, incertidumbre y medios de comunicación. Alianza Editorial.

Gomá Lanzón, Javier
2014 Ejemplaridad pública. Taurus.

King Jr., Martin Luther
1999 La fuerza de amar. Acción Cultural Cristiana.

Kolakowski, Leszek
2009 Si Dios no existe… Editorial Tecnos.

Küng, Hans
1992 Proyecto de una ética mundial. Editorial Trotta.

Leith, Sam
2017 ¿Me hablas a mí? La retórica de Aristóteles a Obama. Taurus.

MacIntyre, Alasdair
2021 Tras la virtud. Espasa.

Morin, Edgar
1994 El hombre y la muerte. Kairós.

Obama, Barack
2017 La audacia de la esperanza. Ediciones Península.

Said, Edward W.
2003 Orientalismo. Mondadori.

San Martín Sala, Javier
2005 Antropología filosófica. UNED.

Unamuno, Miguel de
2008 Del sentimiento trágico de la vida. Alianza.

Vega Reñón, Luis (y Paula Olmos Gómez)
2011 Compendio de Lógica, argumentación y retórica. Editorial Trotta.


Publicado 06 septiembre 2024