Número 3, 2016 (1), artículo 6


Buscando la Iglesia conciliar cincuenta años después


Jesús J. Nebreda

Profesor Titular jubilado, de la Universidad de Granada




RESUMEN
El artículo reflexiona, en mirada retrospectiva, sobre las esperanzas de renovación suscitadas por el concilio Vaticano II, que confluyeron en la transición política española. Casi medio siglo después, hay quizá más desengaños que logros, tanto en la Iglesia como en España. Las nuevas generaciones se parecen demasiado a lo antiguo.


TEMAS
concilio Vaticano II · movimientos sociales · mujer en la iglesia · reforma de la Iglesia · transición política



1. Ha pasado medio siglo

Hace ahora ya casi cincuenta años. Un amigo, Rafa Llavona, y yo publicamos, y previamente escribimos, un artículo en El Diario Montañés de Santander, en una sección semanal que por aquel entonces se nos cedía amablemente. El artículo, extenso (una amplia página del periódico a cuatro amplias columnas), llevaba por título "Buscando la iglesia conciliar". Hacía entonces un año que se había clausurado el concilio Vaticano II y pretendíamos hacer un balance de resultados y perspectivas. Leído hoy, a la distancia de medio siglo, he de confesar que el artículo no está mal. Incluso está muy bien. Por aquellos años culminaba en cierto modo una época que había supuesto muchos cambios en muy distintos ámbitos y que había también provocado lo que pudiéramos llamar una aceleración histórica. Según los teóricos de las generaciones, una generación se extiende a lo largo de unos veinte o veinticinco años, pero en aquellos años que van desde mil novecientos sesenta a mil novecientos sesenta y cinco, más o menos, se habían producido una larga serie de cambios que normalmente requerían el tiempo de al menos toda una generación. Por ello, nuestros hermanos mayores parecían formar parte de una gente antigua y acartonada, muy diferente a nosotros, como poco después nos ocurriría con los siguientes, que nos parecían a su vez gente que se había vuelto a los antiguos cánones y carriles.

En el ámbito eclesial, en 1958, había muerto el papa Pío XII y había surgido Juan XXIII, que supuso un terremoto y una enorme esperanza, él y el concilio que inició. A pesar de los pesares, el papa Juan había desaparecido en 1963, el concilio llegó a su fin y buen puerto en 1965. Hoy es difícil calibrar la gran bocanada de aire fresco y de empuje que todos esos sucesos habían traído consigo. En el mundo en general, aquella había sido también la época de la revolución cubana, de Jruschov y de los Kennedy, de Martin Luther King y era todavía la era de los Beatles y de los Rolling, de Joan Baez y de Bob Dylan y ya se podían oler en el aire los prolegómenos de 1968 y la oposición a la guerra del Vietnam. En España, los sesenta habían comenzado con el plan de estabilización, tras el informe del Banco Mundial. Ello había propiciado un conato de industrialización, el abandono del campo y la emigración masiva a los suburbios urbanos y a las naciones europeas más desarrolladas entonces: Alemania, Francia, Bélgica, Austria… Apareció el Seat seiscientos como emblema de la nueva época de prosperidad que se avecinaba. El régimen, que duraría aún muchos años para desgracia nuestra, parecía abrirse. Incluso cuartearse. La ola de esperanza politicosocial no era menor que la eclesial, a pesar de las muchas sombras de la dictadura, del chabolismo y de la emigración. Los cambios no eran menores en el terreno de la cultura y en lo tocante a la moral social. Como gráfica y cínicamente escribiría Umbral (cito de memoria): Con la adquisición de la moto que nos permitía desplazarnos y salir de los aledaños del pueblo, descubrimos que la moral que parecía cosa de Dios y de la religión era en realidad asunto del ayuntamiento. En resumen, nuestra generación, la de los que en aquellos maravillosos cinco o siete años teníamos cumplíamos los veinte, experimentó concentrada y gozosamente los vaivenes de un gran y acelerado cambio histórico. Nos apuntamos masivamente a lo nuevo, tanto lo que ya era presente como sobre todo lo que ya se podía intuir y entrever en un futuro que se nos antojaba inmediato y luminoso.

¿Y qué fue lo que pasó? "¿En qué momento se había jodido el Perú?", se preguntaba Vargas Llosa, al comienzo de su mejor novela, esa larguísima y esplendorosa Conversación en la catedral.

A finales de 1964, en Salamanca, diversos estudiantes del amplio "cinturón de incienso" que rodeaba la ciudad intentaban sacar a la luz una revista intercolegial que expresara las nuevas inquietudes de los futuros clérigos en formación. Recién llegado a la urbe universitaria, andaba yo entre ellos. Conseguimos hacer nacer un primer número, pero, ay, el segundo no pudo ver la luz. La censura de los superiores locales no aguantó un artículo de crítica conciliar. Sólo los jesuitas y los claretianos otorgaron su sí a la publicación, que se quedó compuesta en los cajones y se llevó consigo la aventura "ecuménica" de la que había surgido. Eran, pensamos, los últimos coletazos preconciliares.

Pasó Salamanca, y pasó Comillas y llegó Madrid. Aquello parecía avanzar y las pequeñas comunidades de pisos pulularon. Aggiornamento y contacto con la realidad político social del momento. Era el curso 1968-1969, en el que llegaban a España los resultados y ecos de las revueltas del mayo francés. Pero, ya en el año 1970, se fundó en Madrid lo que humorísticamente llamaban la "abadía": un macropiso en el que se recogía a los formandos jesuíticos que, según decía la autoridad, ya no querían aventuras, sino que las aguas volvieran a su cauce. ¿Qué aguas? ¿Qué cauce? Preguntaban algunos. Y la autoridad respondía: vosotros podéis seguir con vuestras cosas, pero la nueva generación quiere reunirse. La consigna era que los experimentos debían acabarse. ¿Qué experimentos? Preguntábamos. Esto no es más que la vida y la vía en la que vamos a seguir. Bueno, bueno, pero allá vosotros. Por entonces, yo pensé: un buen día, sin haber cambiado de dirección, me voy a encontrar fuera. Y cada vez más fuera estábamos, en efecto. Las "salidas" se multiplicaban.

Entretanto, el país seguía adelante con la moribunda dictadura, las huelgas y los asesinatos legales. La búsqueda de soluciones era una peregrina panoplia de siglas y una eterna espera de la muerte del dictador. El otoño del patriarca duraba y duraba. El sueño y la esperanza era Europa. En 1972, pasé un verano en Munich aprendiendo alemán. Los jesuitas germanos estaban muy contentos con el aggiornamento litúrgico y no esperaban ni deseaban nada más. Los hispánicos, ilusos de nosotros, argüíamos que eso era mera superficie, que el cambio necesario era más profundo y más estructural que todo eso. Estábamos equivocados. Ahí se paró el cambio. En hacer que la festividad de san Benito, patrón de Europa, pasara del 21 de marzo primaveral y cuaresmal al veraniego 11 de julio y la de santo Tomás de Aquino emigrara del 7 de marzo al 28 de enero. Todo para conservar el sabor litúrgico y penitencial de la cuaresma. Lo demás, el Esquema XIII y la asamblea de Vallecas, por ejemplo, eran cosas de rojos y desfasados. Años después, un amigo, ambos ya en la puerta de salida, resumiendo la situación me comentaba: convéncete, Jesús, los incoherentes somos nosotros. Hemos querido que la iglesia vaya por donde nunca ha ido. Ni irá.

Se murió la dictadura. En la cama. Y entramos en la OTAN primero y en Europa después. "España es el problema y Europa la solución". Todos estábamos muy orteguianos, incluso los unamunescos. Y llegó el euro. Y la crisis. Y entonces hemos visto lo que esta vieja p… Europa daba de sí. Recortes, suicidios, desahucios, fronteras...

¿En qué momento se jodió el Perú?

 

2. La moral se resquebrajó

En el verano del mítico año 1968, el hamletiano y excelente papa Pablo VI, posiblemente el papa mejor preparado de la historia, tras muchas y largas dudas y no menor número de consultas a expertos, publicó la encíclica Humanae vitae. La encíclica de la píldora. Después de las estupendas de Juan XXIII, Mater et magistra (15 de mayo de 1961), Pacem in terris (11 de abril de 1963); y de las dos primeras del mismo Pablo VI, Ecclesiam suam (1964) y Populorum progressio (1967), aquella fue la última encíclica que me leí. Y me la leí a fondo. Había estado siguiendo con mucha atención el debate previo. En ella, tras una serie de hechos incontestables y de razonamientos más o menos plausibles, se llegaba a la conclusión sorprendente del "no" a los métodos anticonceptivos usuales. Sorprendente conclusión, no por provenir de medios vaticanos, sino porque no fluía en absoluto de las premisas expuestas. Para mí fue una gran decepción. Y para millones de parejas. Para madres y familias fue el comienzo del alejamiento en su vida íntima y cotidiana de las enseñanzas y advertencias de la Iglesia. Aquella encíclica hizo más por el anticlericalismo y el enfriamiento del fervor católico que todos los volterianos históricos juntos. Otra gran ocasión perdida. El ámbito de la moral católica se resquebrajó.

Por aquel entonces estudiaba yo segundo de filosofía en Comillas / Santander) y, en él, en ese curso segundo, se cursaba la asignatura de Ética o Moral profesada por el inefable padre Ireneo González Moral. La primera tesis del curso, que lamento no tener a mano, venía a resumirse en lo siguiente (todo ello en latín, por supuesto): "Podemos considerar la naturaleza humana en cuatro estadios: El primero es el estado de Adán en el paraíso antes del pecado original. Tal estado fue y ya no es. El segundo es la natura lapsa, esto es, el estado de la naturaleza caída, después del pecado original. Tal estado fue y ya no es. El tercer estado a considerar es el de la natura lapsa et reparata, es decir, la naturaleza humana caída por el pecado y redimida por el sacrificio de Jesucristo Nuestro Señor. Tal es el estado actual de la humanidad. Por último, y, en cuarto lugar, puede considerarse el estado de la natura pura. Tal naturaleza ciertamente no ha existido antes de ahora, hoy en día con seguridad no existe y, probablemente, no existirá jamás. Pues bien, de esta naturaleza vamos a tratar". Después de oír aquello (que he tratado de reproducir de memoria con la mayor fidelidad posible), uno cerraba el manual y decidía dedicarse a mejores ocupaciones intelectuales. Por cierto, que ambas experiencias, la moral de Ireneo y la encíclica del papa quizás contribuyeron decisivamente a afianzar mi convicción de que la ética o moral es pura ciencia ficción, un tratado acerca de algo que nunca ha existido históricamente. Lo que así se denomina es una serie más o menos costumbrista, pavonada por usos seculares, de actitudes situacionales ante los distintos problemas con los que las sociedades se han ido topando en la historia. La cínica y despiadada actitud de la Comunidad Europea, y de nuestro ilustre gobierno en funciones, ante el problema de los inmigrantes y refugiados, confirma que las leyes de la ética no tienen vigencia ninguna.

(Por cierto, hoy, día 22 de marzo de 2016, martes santo, he oído por la radio de madrugada el comentario de Raúl Castro hacia quienes le reprochan la falta de atención a los derechos humanos en Cuba. Viene a decir: "¿Saben en qué países se respetan los derechos humanos en el mundo? Yo sí lo sé. En ninguno. Unos hacen esto y otros hacen lo otro. Y entre estos estamos nosotros". No por cínico es menos verdadero lo que dice.)

Prosigamos con nuestra pequeña historia de la moral católica. Tras el hamletiano y excelente papa Pablo VI, y tras el breve paréntesis de Juan Pablo I el sonriente, llegó al poder eclesial el papa venido del este, Karol Woytila, Juan Pablo II. En su casi inacabable pontificado, desmontó lo poco que quedaba de los restos del naufragio del Vaticano II (no en vano fue uno de los opositores ha llamado entonces Esquema XIII), se dedicó a viajar y a proclamar la condenación del comunismo y de la revolución y a difundir la devoción mariana. Son de recordar la estampa de Ernesto Cardenal arrodillado ante la reprimenda papal, y la imagen de un capitidisminuido Pedro Arrupe, superior general de la Compañía de Jesús, arrinconado por la reprimenda de los poderes vaticanos, y la confesión que el amenazado arzobispo de El Salvador, monseñor Óscar Romero, le hizo en Barajas al obispo auxiliar de Madrid, Alberto Iniesta, y a la periodista Maíña López Vigil: "Me dice Su Santidad que debo entenderme con las autoridades de mi país. Pero yo no puedo hacer eso. No puedo obedecer al Papa". El entrañable Totus tuus, el JuanPabloSegundotequieretodoelmundo, enviaba a la muerte sin pestañear a uno de los santos de Dios, con una mano, mientras con la otra mano destruía la obra que iniciara otro milagro de Dios, que fue Juan XXIII. Pero qué importa todo eso. Hoy todos ellos son santos canonizados y gozan en el totum revolutum del seno de Abraham para toda la eternidad.

En España, las cosas iban un poco más lentas. El dictador se empeñaba en no morirse y todo el mundo estaba a la expectativa. Por fin, las fuerzas de la naturaleza hicieron su efecto y en España se abrió una época tragicómica, en la que se mezclaron los asesinatos de Atocha, los pucheros de Arias Navarro, la envoltura de Santiago Carrillo en la bandera nacional, la Platajunta, los muertos de Vitoria, las carreras delante de los grises primero, y de los marrones después ("Grises o marrones, siempre tan cabrones", se decía entonces) … Y el PSOE. Y la OTAN. Y el 23F. Y el gobierno socialista. Y los GAL. Y, para no alargarnos más, la corrupción. La transformación de la AP de Fraga, Lacalleesmía, en el PP de Aznar y Rajoy, Luisséfuerte. El absoluto desprecio, no ya de la moral, no ya de la gente de a pie, no ya de la política y de la democracia, sino de la verdad y de la decencia. En América, puede chupártela una becaria y no pasará nada. Pero, si mientes, estás pringao. Aquí, si mientes te ponen un piso. Ahí está Rajoy que no ha dicho una verdad en su vida política. Y la guinda última políticomoral. Dice el PP que no tiene que dar cuentas a un Parlamento que ni lo ha nombrado ni lo ha elegido. No hubieran podido encontrar mejor definición de una dictadura. En ello estamos.

 

3. Los movimientos sociales católicos

Uno de los grandes temas del concilio Vaticano II fue el apostolado de los laicos. Mi amigo Rafa, aficionado a dar consejos de vida eterna, me dice que no me olvide de lo del laicado. No me olvido. Los laicos en la iglesia católica, tan clericalizada ella ¿y cuál de ellas no?, preguntará alguno), siempre fueron material de segunda, gente de tropa. Aparte de las diversas cofradías y pías asociaciones, como la Adoración Nocturna o las Marías de los Sagrarios, existía en España la Acción Católica, por ejemplo. Una entidad que organizaba teatrillos escolares y campamentos juveniles, a imitación del Frente de Juventudes, la organización juvenil fascista del régimen, que luego se llamó la OJE. Toda la organización eclesiástica, con clara vocación de eternidad, se mantenía al margen de los tiempos cambiantes. El concilio fue también en esto un revulsivo y una apertura de ventanas con bocanadas de aire fresco y mundano.

Sin embargo, no hay que olvidar que, en España, ya existía la Hermandad Obrera de Acción Católica, la HOAC, la cual había sido fundada en 1946 por Guillermo Rovirosa (casi por vez primera en siglos, un laico había fundado un movimiento en la iglesia católica). Y existía también la Juventud Obrera Cristiana, la JOC, rama juvenil de la Acción Católica, que había sido fundada, en 1924 nada menos, por el sacerdote belga Joseph Cardijn. Con su método de Ver-Juzgar-Actuar formó y concienció a muchos jóvenes católicos, poniéndolos en el camino de la lucha sindical. La HOAC, con sus grupos de revisión de vida, y la JOC, con su método de análisis cristianomarxista, enseñaron a gran cantidad de laicos, no sólo el camino del compromiso primero social y luego político, sino que, además, formaron las mentalidades obreras en el análisis sociopolítico, en las relaciones asamblearias y en la toma de conciencia personal de los problemas de la sociedad. El método de análisis sociopolítico de la HOAC y de la JOC, con el que en las asambleas se estudiaban los temas y problemas, con sus rigurosos y ordenados turnos de palabra, constituyó una ejemplar escuela de civismo y de probidad intelectual.

También existía la Juventud Agraria y Rural Católica, la JARC, que fue fundada en los años 1930 dentro de los Movimientos de la Acción Católica, y que en un principio se llamó JAC (Juventud Agraria Católica). Su época de auge y mayor esplendor, de implantación y participación fue la década de 1960, coincidiendo con los años del concilio Vaticano II. Su mayor influencia se dio en Aragón. Por lo que respecta a la formación de sus militantes, su método era partir de la persona y de su entorno rural, utilizando el método marxista de análisis de la sociedad y fomentando el espíritu crítico frente a las instituciones civiles y eclesiásticas. Esto la hizo incómoda a la jerarquía, sobre todo a raíz del "caso Fabara" y de la contestación religiosa a principios de los años 1970. Durante los años de la transición, en las postrimerías del franquismo, la JARC realizó una labor considerable y preparó buena parte de los dirigentes y animadores de lo que sería más tarde el sindicalismo agrario de izquierdas en Aragón. Los años de mayor actividad de la JARC fueron los de 1968 a 1974.

Lo que atañe a la JARC es aplicable a todos los movimientos de lo que humorísticamente se llamó la Acarcajada apostólica": La JAC, la JEC, la JIC y la JOC. La JEC, Juventud Estudiante Católica (también llamada cristiana), fue una variante estudiantil de la JOC de Joseph Cardijn que, con el mismo método de Ver-Juzgar-Actuar, se organizó en los ambientes universitarios y acabó nutriendo de militantes y dirigentes a los partidos de izquierda en la España de la transición. La JIC, por su parte, la Juventud Independiente Católica, nacida también a comienzos de los años treinta o finales de los años veinte, tuvo un mayor arraigo y desarrollo en Francia y Bélgica que en España, y agrupaba, con los mismos métodos y matrices organizativas, a todos aquellos jóvenes que no se sentían en su casa en las otras variantes de la JOC, la JEC o la JAC. Por cierto, los jesuitas también tuvieron su particular réplica de estas asociaciones o movimientos sociales, provenientes en su caso de las congregaciones marianas. Así, la VO, VOS, VOJ, VOJF: "La Vanguardia Obrera, denominada también Vanguardias Obreras, nació en la década de 1950 y estaba compuesta por cuatro organizaciones: Vanguardia Obrera Social (VOS), para adultos varones, Vanguardia Obrera Social Femenina (VOSF), Vanguardia Obrera Juvenil (VOJ), Vanguardia Obrera Juvenil Femenina (VOJF). En 1968, se fusionaron las ramas femeninas y masculinas (quedando la organización dividida en VOS y VOJ), una iniciativa pionera en los grupos católicos, que encontró algunas resistencias internas". Así lo cuenta Javier Domínguez en un artículo de 1993, titulado "Las Vanguardias Obreras en la lucha por la democracia".

La mayor parte de estos movimientos apostólicos llevan, aún hoy, una vida que habría que llamar languideciente o nostálgica. Así, hoy, día 23 de marzo de 2016, en la revista Alfa y Omega, aparece una entrevista con la joven María Pérez Sánchez, "20 años, estudiante de tercero de Psicología, que compagina sus estudios con la militancia en Juventud Estudiante Católica (JEC) Salamanca, de la que es responsable desde hace dos años, algo que le hace crecer como persona y como creyente, no callar ante las injusticias y luchar por sus ideales". En ella, esta joven declara que "La Juventud Estudiante Católica puede ser el rostro de la Iglesia en la Universidad" y asimismo que "En nuestra diócesis debemos destacar especialmente la vida universitaria que hay, por este motivo es muy importante la presencia de un movimiento como la JEC, que sea el rostro de la Iglesia en ese espacio educativo, hoy más que nunca, debido a la situación económica y social, necesita planteamientos de profundidad y sentido". Pero en honor a la verdad, hay que decir que la mayor y mejor parte de aquella juventud de los sesenta en España hizo también su particular transición a mediados de los setenta, si no antes, hacia un agnosticismo o un ateísmo laico y altamente politizado, con un claro y decidido compromiso social, y protagonizó todo el periplo de la transición. De la misma manera, los jóvenes de la HOAC y la JOC, que fueron parte esencial en la fundación de Comisiones Obreras y que se sentaron en el banquillo de los numerosos procesos, famosos y no famosos, del tristemente célebre TOP, Tribunal de Orden Público, acabaron más tarde repartidos entre el PSOE y el PC y en los numerosos grupos y grupúsculos de izquierda que pulularon en aquellos últimos setenta y primeros ochenta, como, por ejemplo, la ORT y la fundación del sindicato USO en los sesenta. La lista sería interminable.

Como nota final de este apartado, se ha de notar que el Partido Comunista, tras la desestalinización y el invento del eurocomunismo, se había ido acercando a estos movimientos católicos. Sonaban las agrias advertencias de la derecha más reaccionaria acerca de los "tontos útiles" y de los "compañeros de viaje". Ni los derechosos eclesiásticos ni los comunistas de la vieja guardia parecían entender nada. Los tiempos estaban cambiando, lo cantaba Bob Dylan. La invasión de Checoslovaquia, en agosto de 1968 (hay que ver qué año aquel), constituyó un serio tropiezo para la credibilidad del PC de cara a sus nuevos amigos. Pero no fue un obstáculo insuperable. De hecho, el PC, en un aggiornamento a su modo, se fue colando en las asociaciones de vecinos y en los movimientos estudiantiles y sociales, dinamizándolos, eso sí, en su propio provecho. Cuando el dictador murió, en su cama de hospital y en sus tubos, comenzó la carrera política para la que tantos habían estado tomando posiciones e inventándose pasados conspiratorios y opositores. Los militantes de la carcajada apostólica fueron escalando puestos en los partidos nuevamente emergentes. Las asociaciones de vecinos fueron dejadas a su suerte por los militantes del PC. Uno de los más conspicuos conspiradores y tránsfugas de la época, hubo muchos, fue quizá José Barrionuevo, que, después de utilizar la asociación de vecinos del Pozo del Tío Raimundo, la dejó en la estacada y se pasó al PSOE. Así fue como llegó adonde llegó y cayó como cayó.

Sic transit gloria mundi!

 

4. El papel de las mujeres

Vayamos ahora en busca de un tema que ha sido siempre vidrioso y resbaladizo, especialmente en los ambientes eclesiásticos y eclesiales. Me refiero a las mujeres y su papel en toda esta historia. Como la misma alocución papal que voy enseguida a reproducir reconoce, las mujeres son "la mitad de la inmensa familia humana". El 8 de diciembre de 1965, en la clausura del concilio ecuménico Vaticano II, el papa Pablo VI dirigió este mensaje a las mujeres:

"Y ahora es a vosotras a las que nos dirigimos, mujeres de todas las condiciones, hijas, esposas, madres y viudas; a vosotras también, vírgenes consagradas y mujeres solas. Sois la mitad de la inmensa familia humana.

     La Iglesia está orgullosa, vosotras lo sabéis, de haber elevado y liberado a la mujer, de haber hecho resplandecer, en el curso de los siglos, dentro de la diversidad de los caracteres, su innata igualdad con el hombre.

     Pero llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzado hasta ahora.

     Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga.

     Vosotras, las mujeres, tenéis siempre como misión la guarda del hogar, el amor a las fuentes de la vida, el sentido de la cuna. Estáis presentes en el misterio de la vida que comienza. Consoláis en la partida de la muerte. Nuestra técnica corre el riesgo de convertirse en inhumana. Reconciliad a los hombres con la vida. Y, sobre todo, velad, os lo suplicamos, por el porvenir de nuestra especie. Detened la mano del hombre que en un momento de locura intentase destruir la civilización humana.

     Esposas, madres de familia, primeras educadoras del género humano en el secreto de los hogares, transmitid a vuestros hijos y a vuestras hijas las tradiciones de vuestros padres, al mismo tiempo que los preparáis para el porvenir insondable. Acordaos siempre de que una madre pertenece, por sus hijos, a ese porvenir que ella no verá probablemente.

     Y vosotras también, mujeres solitarias, sabed que podéis cumplir toda vuestra vocación de entrega. La sociedad os llama por todas partes. Y las mismas familias no pueden vivir sin la ayuda de aquellas que no tienen familia.

     Vosotras, sobre todo, vírgenes consagradas, en un mundo donde el egoísmo y la búsqueda de placeres quisieran hacer la ley, sed guardianes de la pureza, del desinterés, de la piedad. Jesús, que dio al amor conyugal toda su plenitud, exaltó también el renunciamiento a ese amor humano cuando se hace por el Amor infinito y por el servicio a todos.

     Mujeres que sufrís, en fin, que os mantenéis firmes bajo la cruz a imagen de María; vosotras, que tan a menudo, en el curso de la historia, habéis dado a los hombres la fuerza para luchar hasta el fin, para dar testimonio hasta el martirio, ayudadlos una vez más a conservar la audacia de las grandes empresas, al mismo tiempo que la paciencia y el sentido de los comienzos humildes.

     Mujeres, vosotras, que sabéis hacer la verdad dulce, tierna, accesible, dedicaos a hacer penetrar el espíritu de este concilio en las instituciones, las escuelas, los hogares, y en la vida de cada día.

     Mujeres del universo todo, cristianas o no creyentes, a quienes os está confiada la vida en este momento tan grave de la historia, a vosotras toca salvar la paz del mundo."

Reproduzco entera la alocución porque creo que no tiene desperdicio. El elogio a la mujer florero, al segundo sexo, está impregnando sus palabras y su sintaxis. A esas "mujeres de todas las condiciones, hijas, esposas, madres y viudas; a vosotras también, vírgenes consagradas y mujeres solas" a las que "nos dirigimos" ¿qué es lo que les pasa? Eso es lo que les pasa: que son costillas de Adán. El mensaje lo hubiera podido firmar el Fraga de la calle es mía, el que escribía en el periódico el elogio de la mujer florero, con ocasión de una campaña electoral. Son mujeres para el varón. Su misión es Ala guarda del hogar, el amor a las fuentes de la vida, el sentido de la cuna". Desde el relato bíblico de la costilla, pasando por el inefable dictum de Pablo: "Las mujeres en la iglesia que se callen" y el no menos interesante antropológicamente: "El varón es cabeza de la mujer", el papel de la mujer en la iglesia ha estado clara y definitivamente definido. Pero, al fin y al cabo, el relato bíblico del yahvista, tan diferente del relato elohísta (1) y los dictámenes de Pablo el apóstol no hacen sino obedecer y reflejar el pensar de las sociedades en las que se escribieron. No obstante, una vez más, ahí está el relato elohísta para mostrar que otra perspectiva era posible. Por cierto, que el primero de los dicta de Pablo citados estaría mejor traducido, vertiendo ekklesia como "asamblea". Quedaría así: "Que las mujeres callen en la asamblea". Esta versión refleja con mayor claridad lo que en tiempos de Pablo era voz común en el universo grecorromano, así como en el judío. Pero ¿y hoy? Demos ahora el salto a lo que el concilio Vaticano II tenía que decir sobre las mujeres, resumido en la alocución papal. Los tópicos seculares, de siglos, se repiten en ella. Lo más que llega a ser una mujer en estas circunstancias es "colaboradora": "las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto…". Pero, sin querer detenerme en hacer sangre, lo que más me llama la atención es este glorioso párrafo: "La Iglesia está orgullosa, vosotras lo sabéis, de haber elevado y liberado a la mujer, de haber hecho resplandecer, en el curso de los siglos, dentro de la diversidad de los caracteres, su innata igualdad con el hombre". Uno se pregunta estupefacto cuándo habrá ocurrido tal cosa. ¿Qué parte de la historia es la que nos hemos perdido "en el curso de los siglos"?

No obstante, este texto puede ser leído, a cincuenta años de distancia, con ojos más benévolos y positivos. Así lo hace, por ejemplo, la doctora Marilú Rojas Salazar, religiosa misionera de santa Teresa de Lisieux y doctora en teología sistemática por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Miembro de la Asociación de Teólogas Españolas (ATE) y de la European Society Women Theologians and Research (ESWTR), que es actualmente profesora de la Universidad Iberoamericana de Puebla, en un largo artículo en la revista electrónica Vida Pastoral, artículo del que tomo el siguiente extracto:

"El concilio Vaticano II dio un gran paso en la historia de la Iglesia, al haber convocado a 23 mujeres a participar en el evento que transformó a la Iglesia y la puso de cara a la modernidad. Entre las participantes se encontraban diez religiosas y trece laicas. En el tema de incluir a las mujeres en el pensamiento del concilio Vaticano II ha de reconocerse que fue Paulo VI quien dirigió un mensaje especialmente a ellas, en la clausura del Concilio, el 8 de diciembre de 1965, y en el cual destacaba los siguientes puntos:

- El concilio, en voz del Papa, reconocía por primera vez en la historia de la Iglesia, públicamente y en un documento oficial, la igualdad de la mujer con respecto al varón: "su innata igualdad con el hombre".

- El papa agradecía a las mujeres haberse liberado, lo cual llenaba de orgullo a toda la Iglesia, y con lo cual se deducía que la Iglesia no estaba contenta con el sometimiento de las mujeres a lo largo de la historia: "la Iglesia está orgullosa, vosotras lo sabéis de haber elevado y liberado a la mujer".

- Pablo VI hace referencia en su discurso a la vocación de la mujer como "ejercicio de un poder en plenitud", el cual deben tomar y ejercer con el espíritu del Evangelio.

- La tarea de las mujeres es humanizar, pues se advierte ya desde ese momento el riesgo de la deshumanización por parte del hombre, de la extinción de la especie y de la civilización humana.

- Aunque el discurso da una cierta prioridad a las mujeres, en su ejercicio y función de la maternidad, como educadoras y formadoras de los valores y tradiciones humano-cristianas, también Pablo VI rompe el esquema e incluye a las mujeres solitarias, y a las no creyentes como transformadoras de la sociedad y constructoras de paz.

- Se exhorta a las mujeres a conservar la audacia de las grandes empresas y a construir y transformar la sociedad desde la vida cotidiana.

- El discurso se destaca por elevar a las mujeres como grandes maestras de humanidad y de cambio social desde la lógica de la paz. Una paz que implica la justicia.

La centralidad de la misión de la mujer en la Iglesia y en el pensamiento de Pablo VI es la de humanizar, transformar la sociedad, prevenir el desastre ecológico y evitar que la locura del hombre acabe con la especie humana. Según el discurso, esto no puede lograrse si no es a partir de la propia liberación de la mujer."

Pero, ay, esta visión optimista de los logros conciliares finaliza con una serie de "cuestionamientos": "Así pues, la liberación de la mujer es la condición que Pablo VI pone para hacer realidad la misión de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad desde hace 50 años, y cabe aquí hacerse los siguientes cuestionamientos: ¿actualmente las mujeres hemos logrado liberarnos en el espacio eclesial o aún continúa la Iglesia siendo un espacio esencialmente masculino, sobre todo en el ejercicio de los liderazgos? ¿La vida religiosa femenina, las laicas y en general las mujeres miembros de la Iglesia se encuentran verdaderamente liberadas del "patriarcado de consentimiento o machismo estructural"? ¿Son respetados los derechos humanos y laborales de las mujeres al interior de las iglesias?"

Hoy, a cincuenta años del concilio, el machismo sigue matando mujeres entre los mayores y crece de manera alarmante y casi exponencial entre las generaciones jóvenes. Eso por no hablar de los pueblos y naciones emergentes, de la llamada "feminización de la pobreza", de las ablaciones rituales o costumbristas… La liberación de la mujer parece estar hoy más lejana aún que en tiempos pasados. Y con ella, también la liberación del varón. En aquel entonces de las esperanzas posconciliares, el paraíso en sus diversas versiones parecía estar a la vuelta de la esquina. Hoy, en la época posmoderna, o transmoderna, sabemos ya que el paraíso de la liberación estaba en otra esquina.

Otra esquina cuya ubicación desconocemos.

 

5. Una vez más, no teníamos razón

Las conclusiones de nuestro artículo de 1966 estaban llenas de esperanzas. O, más bien, eran un ejercicio, plenamente consciente, de wishful thinking. Así aparecen, vistas hoy, aquellas buenas palabras acerca del futuro de los laicos y de la iglesia en general: "Asistimos hoy", decíamos entonces, "a esta renovación profunda y prometedora que se mantiene en la línea del aggiornamento conciliar. Seglares y sacerdotes son conscientes de su responsabilidad y de su misión, y están dispuestos a entablar un diálogo siempre subordinado a las normas evangélicas de la caridad, de la sumisión fiel a las decisiones del magisterio, y del respeto a las personas", y concluíamos: "Por eso duelen los gestos de intransigencia con que, a veces, se responde a un deseo de diálogo, expresado en estos momentos inciertos (de duda y de esperanza) para nuestra comunidad nacional". Esos "gestos de intransigencia", a los que se aludía al final del artículo, como a nubarrones del horizonte, proliferaron tanto en la comunidad nacional como en la comunidad eclesial, a medida que el tiempo fue pasando y relegando al olvido las circunstancias especiales de los años 1960. Como ya se ha narrado, los movimientos sociales de la iglesia fueron semillero de políticos, sindicalistas y personas socialmente comprometidas en la hora de la transición política hacia la democracia.

La transición española, tantas veces contada, produjo a partes iguales esperanzas y decepciones. Ni continuidad ni ruptura sino todo lo contrario. Fue la hora del compromiso y del "café para todos". Hoy se invoca muy a menudo el espíritu de concordia de la transición, olvidando el Ala calle es mía", los muertos de Atocha, los muertos de Vitoria, las carreras delante de los grises, los juicios del TOP, los "Tarancón al paredón" y otras muchas minucias que hicieron de la transición algo menos idílico de lo que las malas memorias dicen. En realidad, tras la transición se llegó al desencanto, después al descontento y finalmente a la gran crisis en la que todo naufragó, y volvemos hoy a ver las actitudes nada democráticas de los poderes públicos. Mientras tanto, habíamos entrado en Europa, se había cumplido el sueño.

Y si habíamos entrado premonitoriamente en él a través de la OTAN, pronto empezamos a ver que en Europa no se ataban los perros con longaniza y de nuevo la crisis nos hizo ver los dientes y las fauces de los poderes fácticos, a los que el aparato del Estado servía. El endurecimiento de las leyes para salvar al país del rescate y defenderlo de la amenaza terrorista ha significado el desmantelamiento del estado de bienestar que, una vez derribado el muro, maldita la cosa para la que servía. La actual crisis de los refugiados, con su escalada tragicómica y grotesca de escenas cada vez más esperpénticas y crueles, deja a la intemperie la verdadera cara del capital, algo que parecía ya antiguo y viejuno. Al despertar, el dinosaurio todavía estaba ahí. Los españolitos hemos ido pasando del deseo a la repulsa en esta nueva transición europea. Desde siempre, España era el problema y Europa la solución. Hoy el problema es Europa y la solución no aparece por parte alguna. Como también ya se ha narrado, volviendo al tema de la Iglesia, la evolución de estos últimos años no ha ido por mejores caminos. A Pablo VI, el papa mejor preparado de la historia, le sucedió, tras el breve paréntesis de Juan Pablo I y su sonrisa, el papa que surgió del frío. El dinámico Juan Pablo II, el papa que vino del este. Su labor fue desmontar las veleidades pseudoizquierdistas nacidas al calor del Vaticano II y volver a un espiritualismo clásico.

A comienzos de los años 1970, cuando estuve un par de veranos estudiando alemán en Munich, tuve ocasión de conocer a un puñado de jesuitas polacos. A los españoles nos parecían tan admirables por su tesón y su resistencia como anticuados en sus actitudes teológicas y sociales. Eran como el anuncio de lo que vendría a ser después el papa Woytila. Tras su largo pontificado, el concilio parecía ya cosa de otro mundo. Llegó el papa alemán, Benedicto, otro personaje que teológicamente había ido escorando hacia posiciones conservadoras. Pero tampoco eso le salvó de las amenazas y los temores de muerte, lo que le hizo renunciar al pontificado, cosa insólita, que no sucedía en la Iglesia desde el lejano siglo de Celestino V. Con él, con Joseph Ratzinger, los cardenales del cónclave habían nombrado papa al gran inquisidor. ¿Qué más se podía pedir? El siguiente papa, el actual Francisco, resulta de una nueva vuelta de tuerca. Los cardenales esta vez eligieron a un jesuita. Me imagino al caballero Iñigo López de Oñaz y Sáenz de Balda, del solar de Loyola, más conocido como san Ignacio, revolviendo sus huesos en el Gesù, o bien quejándose ante el Padre Eterno, por haberse transgredido sus normas de rechazo de cargos. Parece, no obstante, que el papa Francisco trae humildad, evangelio y llaneza a la curia vaticana. Esperemos que sus prácticas sean largamente permitidas por los curiales.

Como también creo haber contado, en aquellos meses de Munich charlábamos los españoles con jesuitas del país sobre las novedades conciliares. Nuestros interlocutores pensaban que lo único que verdaderamente era necesario era la reforma litúrgica, que ya estaba en marcha y prácticamente realizada. Nosotros no estábamos de acuerdo en ello. Nos parecía poca cosa y, además, un tanto superficial. Una vez más, no teníamos razón. Ellos la tenían. En estos días de finales de marzo del año del señor de 2016, esta semana en la que escribo estas líneas, se celebra la Semana Santa. En España, en general, y en esta mi Granada en particular, las procesiones llenan las tardes de músicas y colorido. Las distintas cofradías rivalizan en pasear por las calles sus obras de arte y sus imágenes, más o menos floreadas, o más o menos sangrientas, acompañadas por los capuchones con ese aire terrible de kukluxklan. Estos rotos han conocido un nuevo y sorprendente auge en estos últimos tiempos. Forman parte de la renovación litúrgica y espiritual en que quedó el legado del concilio. Hay renovación, Las cofradías y sus imágenes ya no salen en procesión, sino que "procesionan" y hacen su estación de penitencia. Y hay dinamismo: la estación se hace andando. También, oído por la radio, el lenguaje de los hermanos mayores que narran sus fervores litúrgicos recuerda el lenguaje de los primeros y antiguos cristianos: hablan de los "hermanos", que "comparten nuestra fe". Sus palabras están en perfecta consonancia con las de los personajes de los diversos pepla (plural de peplum) que las cadenas de televisión desempolvan por estas fiestas. Todo muy amoroso y edulcorado y en tecnicolor. Muy al estilo de Hollywood.



Notas

1. "26Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. 27Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó. 28Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra" (Génesis 1, 26-28).



Bibliografía

Nebreda, J. J. (y R. Llavona)
1966 “Buscando la iglesia conciliar”, El Diario Montañés, 13.11.1966: 8, sección Punto de Vista.

Vargas Llosa, Mario
1969 Conversación en la catedral. Barcelona, Seix Barral.

 

Citas bíblicas

Génesis 1, 26-28

Efesios 5:22-24

1 Corintios 11:3

1 Corintios 14:34

 

Recursos electrónicos

Elordi, Carlos: “Europa ya no es la solución, sino otro problema”, el diario.es, 30/10/2012 - 11:27h en:
http://www.eldiario.es/miradaalmundo/Europa-solucion-problema_6_63753626.html  

Entrevista con la joven María Pérez Sánchez: “La Juventud Estudiante Católica puede ser el rostro de la Iglesia en la Universidad” en:
http://www.alfayomega.es/11663/la-juventud-estudiante-catolica-puede-ser-el-rostro-de-la-iglesia-en-la-universidad

Guillermo Rovirosa y la HOAC:
http://www.hoac.es/proceso-de-canonizacion-de-guillermo-rovirosa/guillermo-rovirosa/
https://es.wikipedia.org/wiki/Guillermo_Rovirosa

Histoire de la JIC:
http://www.jic.cef.fr/Page%208.htm

Joseph Cardijn:
https://es.wikipedia.org/wiki/Joseph_Cardijn

Pablo VI: “Mensaje a las mujeres” Clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II 8 de diciembre de 1066 en:
https://w2.vatican.va/content/paul-vi/es/speeches/1965/documents/hf_p-vi_spe_19651208_epilogo-concilio-donne.html

Rojas Salazar, Marilú: “La mujer en la Iglesia a la luz del 50 aniversario del Concilio Vaticano II”, en:
http://www.vidapastoral.com/index.php?option=com_k2&view=item&id=163

Sobre la HOAC:
https://es.wikipedia.org/wiki/Hermandad_Obrera_de_Acci%C3%B3n_Cat%C3%B3lica

Sobre la JARC Movimiento Internacional de la Juventud Agraria y Rural Católica en:
http://www.laici.va/content/laici/es/sezioni/associazioni/repertorio/mov-giov-rurale-cat.html 

Sobre la JEC:
http://www.iycs-jeci.org/ESPAGNOL/index.html

Sobre la JOC:
https://es.wikipedia.org/wiki/Juventud_Obrera_Cristiana

Sobre movimientos apostólicos de los jesuitas. Albarrán, Antonio: “Eugenio Royo, sindicalista y exconsejero de Madrid”, El País 19.06.2001:
http://elpais.com/diario/2001/06/19/agenda/992901602_850215.html

“Las Comunidades Cristianas Populares en el inicio de la transición”, publicado el 2 julio, 2014 por admin en:
http://transicionyruptura.info/?p=51

Sobre el ideario de la VOJ:
http://laalcarriaobrera.blogspot.com.es/2008/01/ideario-de-la-vanguardia-obrera-social.html

Sobre la ORT:
https://es.wikipedia.org/wiki/Organizaci%C3%B3n_Revolucionaria_de_Trabajadores

Sobre la USO:
https://es.wikipedia.org/wiki/Uni%C3%B3n_Sindical_Obrera
(aunque dice: fundada en los años 1950; no, en realidad es a principios de los 1960; viene de la JOC).

Sobre la VOJ Vanguardia Obrera Juvenil, pp. 265-166, en:
https://books.google.es/books?id=LE3kBgAAQBAJ&pg=PA267&lpg=PA267&dq=VOJ+Vanguardia+Obrera+Juvenil&source=bl&ots=bP0aPrZOJb&sig=ZkOLX8qJX0fcjlUD2UbC3o3PLi0&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwiJk72x2dbLAhVIuRQKHRweBNMQ6AEIIjAB#v=onepage&q=VOJ%20Vanguardia%20Obrera%20Juvenil&f=false


Publicado 28 marzo 2016