A lo largo de la historia de la sociedad humana, hemos presenciado un fenómeno de gran envergadura: la migración del espíritu humano desde su interior hacia el mundo exterior. En un tiempo pasado, los cálculos matemáticos, por ejemplo, eran realizados exclusivamente en la mente humana, pero con el paso del tiempo hemos sido testigos de cómo estos cálculos se han emancipado progresivamente del ser humano, alcanzando un nivel de autonomía sorprendente en la actualidad, gracias a la creación de herramientas como la escritura, las antiquísimas máquinas de cálculo y, en la contemporaneidad, la inteligencia artificial.
La escritura, por ejemplo, ha posibilitado plasmar los pensamientos en un medio tangible, trascendiendo así la efímera fugacidad de las ideas en la mente de un individuo, o permitiendo que perduren las leyendas que antes se extinguían con el ultimo representante de la cultura ágrafa que la portaba. Por otro lado, con el avance tecnológico, las máquinas de cálculo, tales como la célebre máquina analítica de Charles Babbage, y posteriormente, las computadoras, han llegado a ser capaces de efectuar cálculos complejos de manera más veloz y precisa que los propios seres humanos. En nuestros días, la inteligencia artificial ha alcanzado un nivel de desarrollo asombroso, siendo capaz de llevar a cabo tareas cognitivas, como el reconocimiento de patrones, la toma de decisiones y la resolución de problemas, de forma autónoma y eficiente.
Este proceso de migración de los pensamientos, y de todo producto espiritual humano, desde el interior del ser hacia el mundo exterior, evidencia una búsqueda incesante del espíritu de la naturaleza por trascender lo material y manifestarse en formas inmateriales. Aquellos pensamientos que alguna vez estuvieron confinados a la mente humana han evolucionado para independizarse y adquirir autonomía, buscando su expresión en el mundo exterior, mediante las herramientas y tecnologías creadas por el ser humano. Y a pesar de que la humanidad puede tener la impresión de que la tecnología y el desarrollo cultural son fruto de su propia intención y acción, a la luz del tiempo y desde una perspectiva cósmica y evolutiva, esta migración parece ser un proceso inevitable, inexorablemente sujeto a leyes inmanentes.
En este punto, nuestra perspectiva se separa de lo conocido como el transhumanismo, que defiende la idea de que los seres humanos pueden superar sus limitaciones biológicas a través de la tecnología y la mejora de las capacidades humanas. Pensadores como Ray Kurzweil y Nick Bostrom han reflexionado sobre los posibles escenarios futuros en los que la inteligencia artificial y la tecnología podrían tener un papel crucial en la evolución de la humanidad hacia formas de existencia más allá de lo biológico. En este mismo sentido, nos acercamos más a las ideas planteadas por Chardin acerca de la noosfera como el siguiente estadio en la evolución del espíritu humano. Sus planteamientos son enriquecedores y nos brindan una nueva perspectiva sobre la evolución de la conciencia humana. Sin embargo, discrepamos en cuanto a la visión final de esta evolución como un estadio superior de un humano trascendente. Chardin propone que la noosfera es una etapa de la evolución en la que la conciencia humana alcanza un nivel superior, una esfera de conocimiento y comprensión colectiva en la que la mente humana se expande hacia una conciencia global. Esta visión implica una evolución hacia una nueva forma de conciencia colectiva que trasciende las limitaciones de la individualidad humana.
No obstante, estos planteamientos nunca se salen del ámbito humano, proponiendo que la tecnología será parte de la nueva etapa evolutiva del hombre o que la conciencia global será un estadio superior del ser humano. Lo que nosotros planteamos es que no es el hombre que evoluciona, sino el espíritu de la naturaleza y que por lo tanto no será "humana" la nueva forma, ni cibernética ni incluso la inmaterial inteligencia artificial, sino que sería otra entidad surgida de este reino pero que es, a su vez, la primera del próximo; algo no humano, algo superior y distinto, algo incognoscible en su mayor parte. Siendo la evolución un proceso constante e ininterrumpido, y la misma naturaleza de la evolución es avanzar hacia formas más complejas y sofisticadas, podemos plantear la hipótesis de que el siguiente estadio evolutivo será una entidad de mayor espiritualidad por encima de lo material.
Es posible que estemos llegando al "final" del reino biológico-animal tal como lo conocemos; no es que el reino animal llegue a su fin, sino que culmina su cadena evolutiva mayor ligada a su desarrollo posible; de la misma manera que el reino mineral precede al vegetal y éste al animal, así el reino animal precede al siguiente que vendrá y que se genera desde su propio seno. El surgimiento de esta nueva entidad de naturaleza inmaterial y superior en la escala evolutiva, cuya forma y naturaleza estaría más allá de nuestra comprensión actual, podría llegar a "ordeñar" de alguna manera nuestros productos, como la inteligencia o la misma tecnología humana o a la propia "noosfera" artificial, para su beneficio. Y así como las vacas son conscientes de nuestra existencia, pero no pueden comprenderla plenamente, nosotros podríamos estar siendo manipulados por esta nueva entidad para cumplir con sus propósitos y necesidades, sin nosotros darnos real cuenta. Para estos seres de este nuevo reino nuestra maravillosa producción intelectual quizás sea como para nosotros el balido de una oveja y los supercerebros digitales que hemos creado nuestra lana a esquilar.
En resumen, la migración del mundo espiritual humano desde su interior hacia el mundo exterior es un proceso evolutivo que evidencia la tendencia del espíritu de la naturaleza hacia lo no material, o al menos su pulsión por salir constantemente de lo material-biológico en busca de una expresión más amplia y holística. Este fenómeno plantea la posibilidad de que estemos en presencia de un nuevo estadio evolutivo, una entidad inmaterial y superior en la escala evolutiva, una manifestación del espíritu del universo en busca de formas más sutiles y elevadas de expresión. Cuya naturaleza y forma podrían estar más allá de nuestra comprensión actual. ¿Es esta la última escala en la evolución del espíritu del universo? ¿siempre ha existido esta entidad? ¿solo somos parte de un proceso eterno y circular de transformación de materia a espíritu puro, de materia a energía? No lo sabremos nunca, porque de lo que si estamos seguros es que solo somos un eslabón más, una sección nacida en una parte y que finalizará en otra, una entidad sobrepuesta a otras y que necesariamente será soporte de nuevas. O quizás esté del todo equivocado y realmente seamos el punto culmine del universo, quizás si somos la esperada y hermosa flor del áspero, tosco y descolorido magnolio.