Número 6, 2017 (2), artículo 3


Temperaturas alternativas, espacios imaginarios e irresponsabilidad colectiva en la prevención de riesgos laborales en las aulas


Miguel Moreno Muñoz

Profesor Titular, Universidad de Granada




RESUMEN
La percepción de riesgos de las condiciones inadecuadas en lugares de trabajo es una materia pendiente. Los sucesivos episodios de temperaturas extremas, previstos por los modelos del cambio climático, visibilizan un problema ignorado sistemáticamente. El artículo enfatiza la gravedad de las consecuencias para los trabajadores y para los estudiantes.


TEMAS
gestión de la calidad · negacionismo práctico · ola de calor · prevención de riesgos laborales · sistema educativo



Introducción

Entre mayo y junio se suceden cada año las noticias sobre registros máximos de valores en temperaturas extremas que persisten semanas, sobre series que ya es preciso referir a cinco o seis décadas atrás. En gran parte de la geografía insular y peninsular de los países del sur de Europa, los registros de valores máximos se repiten en períodos que abarcan desde mayo hasta octubre, afectando cada año a más días lectivos del calendario escolar y condicionando negativamente la actividad laboral en todos los niveles del sistema educativo. Aunque se trata de un problema bien conocido, persistente y manifiestamente agravado por los efectos globales del cambio climático, la respuesta de las instituciones concernidas suele ser decepcionante, cuando no irresponsable o negligente (Moreno Muñoz 2006). Cuesta entender que en varias décadas no haya habido oportunidad ni margen presupuestario para hacer frente a un problema tan antiguo. Y solo puede explicarse como efecto de una falta de alfabetización colectiva, que afecta por igual a individuos e instituciones, acerca de los riesgos laborales asociados con la exposición prolongada a temperaturas por encima de los 27°C que establece como límite máximo la normativa vigente (1).

 

1. Colectivos más vulnerables a las temperaturas extremas en instituciones sin cultura preventiva

Es inaudito que, en pleno período de alerta naranja por altas temperaturas en seis provincias, un consejero de educación proponga como medida paliativa elaborar abanicos –plegando papeles– y utilizarlos en las aulas (2). Como ilustraron algunos docentes con ingenio, el seguimiento al pie de la letra de tal memez, disfrazada de instrucciones informales por proceder de un presunto responsable de una amplia red de centros de primaria y secundaria, no hizo variar los termómetros: miles de estudiantes de primaria y secundaria se veían obligados a permanecer 5-6 horas a 33°C o más en sus aulas (3). Sin duda, manejaban instrumentos de medición y valores alternativos a los considerados por el locuaz consejero, para quien los espacios reales donde trabajadores y estudiantes desarrollan su labor eran, a todos los efectos, imaginarios (4).

Anécdotas similares ilustran el comportamiento que cabe esperar de la mayor parte de los responsables institucionales, en un contexto generalizado de analfabetismo ambiental e incultura preventiva. En lugar de poner en marcha una campaña informativa sobre los riesgos asociados a las temperaturas extremas, sus efectos y las medidas preventivas y de primeros auxilios que habrían de adoptarse –en clases muy por encima de las ratios recomendables, tras casi una década de recortes–; en lugar de adelantar o reducir la jornada y de habilitar zonas de sombra o locales con aire acondicionado para el descanso de estudiantes y trabajadores, gestores y responsables institucionales del máximo nivel se afanan en ocultar lo obvio: que nunca se dimensionaron los presupuestos para adecuar a la normativa de seguridad e higiene en el trabajo la mayor parte de los espacios en los que se desarrollan las actividades educativas. Y que los servicios de inspección andan más ocupados con la burocracia de la calidad sobre papel que de comprobar si aulas y centros disponen de ventiladores, equipos de climatización, persianas, estores y toldos para mantener condiciones de temperatura, humedad, ventilación y ruido compatibles con las tareas y objetivos prioritarios de la institución (5).

No resulta difícil imaginar qué colectivo, de los que forman la comunidad escolar, resulta más perjudicado en situaciones semejantes. Según el informe de UNICEF-Comité Español sobre las consecuencias del cambio climático en España,

“los niños se verán afectados de manera desproporcionada, especialmente en las zonas donde la pobreza es más aguda.  Se estima que en la próxima década el cambio climático afectará a unos 175 millones de niños al año. La reducción de la producción agrícola, que se estima entre el 10 y el 25% a nivel mundial en las próximas décadas, dejará para 2030 casi 95.000 muertes adicionales de niños menores de 5 años cada año debido a la desnutrición” (6).

El impacto adverso de la tendencia constatada en las últimas décadas “tiene el potencial de minar los avances que se han conseguido en materia de supervivencia infantil a nivel mundial y también impacta en el bienestar de niños y niñas en España. Las altas temperaturas, las olas de calor y frío, y calidad del agua y el aire impactan de forma especial en nuestros niños porque son los más vulnerables a estos efectos” (7).

 

2. Bajo rendimiento por una evaluación de riesgos incompleta y a menudo negligente

La red de centros de infantil y primaria depende en gran parte de las administraciones locales para tareas de acondicionamiento, mantenimiento y adecuación de las infraestructuras; la de secundaria, casi exclusivamente de la administración autonómica. Dado que los niños de menor edad son más vulnerables, conviene entender la distribución desigual del riesgo al que se exponen los distintos colectivos (por edad, ocupación y tiempo de permanencia en lugares mal acondicionados). Una exposición moderada a temperaturas extremas puede provocar en bebés prematuros secuelas en su desarrollo neurológico, problemas respiratorios y alteraciones del patrón de crecimiento. En edad escolar, las temperaturas extremas disminuyen el rendimiento y la capacidad de concentración de los escolares –astenia para el estudio-, y se asocian con una tasa alta de hospitalizaciones de niños menores de 14 años por causas gastrointestinales (véase nota 8).

Además de vómitos y malestar general, la falta de hidratación y la permanencia prolongada en condiciones inadecuadas puede originar cuadros de estrés térmico con síntomas característicos: cefaleas, irritabilidad, hipotensión, desvanecimientos y caídas, a los que son más propensos estudiantes con patologías previas, sobrepeso y dependencia de ciertos tipos de medicación (un porcentaje no despreciable en centros de 400-600 estudiantes) (8).

El problema parece agravado en las últimas décadas porque el tiempo de exposición a condiciones extremas ya no se limita a algunas semanas de comienzo o final de curso, sino que llega a solaparse 2-3 meses con el calendario escolar (9). Sin embargo, la ignorancia lleva a muchos responsables de instalaciones y centros escolares a creer erróneamente que tan perjudicial es no tener aire acondicionado como tenerlo, cuando en muchos países (Alemania, Inglaterra, Francia, Australia, Estados Unidos, etc.) el problema de la refrigeración en escuelas e institutos quedó resuelto hace años con medidas que incluyen, pero no se limitan a, la instalación de equipos de aire acondicionado (10).

Por desgracia, la inadecuación de instalaciones y centros a los episodios de temperaturas extremas suele ir asociada a otras muchas deficiencias: aislamiento acústico y térmico insuficiente; orientación equivocada de los edificios, talleres y aularios; problemas de accesibilidad y ergonomía; carencias en los sistemas de iluminación, ventilación y protección frente a insolación directa; mobiliario y equipamiento inadecuado u obsoleto para las tareas más exigentes, particularmente notorio en actividades deportivas, laboratorios, aulas de educación especial y aulas de informática. La escasa cultura preventiva y la carencia de auditorías externas de las instalaciones por personal especializado (e independiente de las administraciones educativas) solo agrava las disfunciones derivadas de la infrafinanciación (11).

En los espacios dedicados a la educación superior, la inadecuación de edificios y espacios a los episodios de temperaturas extremas merma el rendimiento de estudiantes y docentes, dificulta el aprovechamiento lectivo en los períodos de mayor exigencia y agrava los síntomas de estrés, ansiedad y agotamiento que generan los picos de trabajo propios del calendario académico cuatrimestral. Mientras que los estudiantes de primaria y secundaria finalizan sus exámenes y obtienen sus resultados a finales de mayo o primeros de junio, el colectivo de estudiantes universitarios concentra en los meses de junio, julio y septiembre buena parte de las actividades intelectualmente más exigentes. Si por edad y tiempo de permanencia en instalaciones inadecuadas cabe suponer que resultarían menos afectados, lo cierto es que muchos se juegan su futuro (becas, acceso a posgrado y doctorado) en exámenes, actividades prácticas y comisiones que desarrollan su actividad de mañana o tarde en espacios a menudo incompatibles con tareas intelectualmente exigentes.

Los más perjudicados –en su mayoría sin capacidad para reconocer el daño o riesgo al que se exponen en instalaciones inadecuadas– son menores o adultos mayores de 50 con patologías previas, cuyos síntomas (trastornos del metabolismo, diabetes, afecciones cutáneas, problemas cardio-respiratorios, epilepsia, hipertensión, taquicardia, efectos secundarios de medicación como antihistamínicos, diuréticos o antidepresivos) pueden agravarse por la deshidratación y pérdida de sales en ambientes fuera de los márgenes de temperatura y humedad que recomienda la normativa (12).

En el Mediterráneo, lo que parece una subida ligera del nivel del mar (entre 2,4 y 8,7 milímetros cada año desde la década de los 90) se traduce en un incremento constatado del riesgo para más de 2 millones de niñas, niños y adolescentes entre los cero y los diecisiete años de edad que residen en las provincias de Barcelona, Valencia, Guipúzcoa, Málaga y Cádiz. Unos efectos amplificados por el aumento de temperaturas y la contaminación urbana, que están repercutiendo en el aumento de alergias y enfermedades respiratorias y en un incremento del gasto asociado para los servicios médicos y las familias. A estos efectos es preciso sumar la conflictividad laboral y la pérdida de horas lectivas en protestas y actos reivindicativos (13).

 

3. Los riesgos de una gestión institucional propia de analfabetos ambientales, sin criterio técnico

La valoración de riesgos en instituciones con múltiples centros, edificios y unidades de gestión solo puede ser rigurosa si tiene en cuenta la especificidad de cada puesto donde hay trabajadores (y, en el sistema educativo, estudiantes, que apenas cuentan en los planes preventivos porque estos se dirigen específicamente a personas con la condición de trabajador/a). Esto requiere dedicar recursos humanos especializados en una tarea compleja y contemplar una actividad formativa continuada para el conjunto de la fuerza de trabajo. Cuando se suceden olas de calor que duran más de una semana y no se reciben instrucciones específicas para adelantar actividades y reducir la jornada laboral en los lugares no acondicionados, algo funciona realmente mal en la cadena de responsabilidad. Basta permanecer 3-4 horas a más de 29°C, o 2 horas a 33-34°C, para tener algunos de los síntomas que pueden preceder a caídas, indisposición o accidente laboral.

La interpretación correcta del RD 486/1997 no es la inacción hasta que bajen las temperaturas, como cabría entender leyendo a responsables institucionales, sino la que propone la Federación de Servicios Públicos de UGT Palencia: "Según la normativa, si la temperatura existente es inferior a 10°C o superior a 27°C, existe un riesgo de estrés térmico. La exposición al calor puede dar lugar a pérdidas de conocimiento, mareos, vértigos, trastornos circulatorios y cardíacos. Cuando las temperaturas en el lugar de trabajo son inferiores a 10°C o superiores a 27, existe un riesgo importante para la salud de las trabajadoras y trabajadores, así como del alumnado. La empresa o administración responsable deberá tomar las medidas preventivas necesarias y se tendría que paralizar la actividad laboral y docente si el riesgo térmico se mantiene” (14).

El prurito institucional de aparentar normalidad con miles de docentes y estudiantes en espacios que pueden superar los 30-33°C varias horas cada mañana explica la indignación de profesionales y padres o madres que conocen las condiciones reales de las aulas donde trabajan o tienen a sus hijos (15).

Aunque Jan Comenius proponía en el Renacimiento que los centros educativos debían resultar atractivos para los estudiantes y, con sus espacios ajardinados y abiertos ser más fácilmente asociados con la diversión y el juego que con la disciplina (16), lo cierto es que el concepto de espacio educativo como espacio arbolado, con pérgolas, fuentes y jardines cuidados permanece siglos después en el territorio de lo imaginario. De improbable concreción en los países mediterráneos más vulnerables a los efectos del cambio climático, por más que algunas autoridades educativas alberguen esperanzas de generar espacios de sombras, entoldados o vegetación en nuevos proyectos de centros abiertos (17).

Mientras tanto, y como era de esperar, se insiste en que el aire acondicionado –una tecnología más o menos segura, de implantación amplia y razonablemente fiable y eficiente– puede beneficiar, pero también perjudicar, y ciertas directrices europeas y andaluzas lo desaconsejan como medida de salud (18). El desasosiego interpretativo por identificar qué elementos de mantenimiento, renovación y transformación de los espacios educativos conseguirán mantener las temperaturas dentro de los márgenes establecidos por la normas de seguridad para trabajos en lugares cerrados, cuando en el exterior se alcanzan los 42°C, no ha desaparecido hasta que las protestas y movilizaciones en las provincias de Granada, Cádiz y Huelva han permitido a la autoridad educativa reflexionar, rectificar y comprender cuánto han progresado las técnicas de climatización de edificios y la viabilidad de su aplicación en instalaciones escolares (19).

 

4. Consenso científico y negacionismo práctico ante al cambio climático

La literatura escéptica acerca del alcance del cambio climático y de su impacto físico en poblaciones humanas y en los ecosistemas del planeta Tierra no termina de florecer (Oreskes 2004). Se limita a desautorizar a investigadores con capacidad de influir en el debate público y a declaraciones de fuerte componente ideológico en medios generalistas, por lo general cercanos a los gabinetes de prensa ultraconservadores y raramente sometidos a escrutinio de profesionales cualificados (Oreskes y Conway 2010: 169-215). La misma estrategia, por cierto, que pudo constatarse contra los primeros estudios e investigadores que aportaron evidencias del deterioro de la capa de ozono, del daño para la salud por exposición al humo del tabaco o del impacto en la salud humana del DDT utilizado contra ciertas poblaciones de insectos.

En parte, esto se debe al consenso abrumador de los expertos e instituciones que actúan como metaexpertos (p. ej., el IPCC: Intergovernmental Panel on Climate Change) en la revisión de estudios relevantes para entender el alcance del problema y de los miles de estudios rigurosos que respaldan la posición de consenso, un escenario incompatible con posiciones negacionistas o climatoescépticas (Cook y otros 2016).

A los efectos que importan en el debate especializado y ante la opinión pública, la batalla científico-teórica está ganada, si bien los instrumentos de gobernanza y los marcos normativos de los países con liderazgo internacional no evolucionan a la par (20). Pero la cuestión del impacto del cambio climático en las poblaciones humanas y los objetivos de mitigación y adaptación constituyen ya una prioridad ineludible en la agenda ética y política de los países democráticos desarrollados, al mismo nivel que en su momento estuvieron la lucha contra la esclavitud, contra la segregación racial y todavía hoy contra la discriminación de la mujer (21).

En términos de impacto para la salud humana, la evidencia de estudios recientes (Preston y otros 2011; Murray y otros 2006; Whitmee y otros 2015) es contundente, con efectos potencialmente dramáticos ligados a la escasez de agua, la reducción de tierras de cultivo, el deterioro de los ecosistemas, el incremento de las enfermedades infecciosas y las dificultades para sostener los modos de vida de poblaciones en constante aumento.

Se trata de un efecto biofísico sistémico y a gran escala en el ecosistema Tierra, sin precedentes en el desarrollo de la especie humana. Se produce por una alteración continuada en la composición de la atmósfera baja y de la estratosfera, como consecuencia de la dispersión de contaminantes químicos no biodegradables y de patrones de consumo energético y deforestación que agravan la desertificación (McMichael y otros 1998).

Es impensable una reversión de esta tendencia, sobre el escenario económico y regulador actual. Sin embargo, las políticas ambientales estatales o federales y las medidas de mitigación adoptadas por algunos países como España y Estados Unidos constituyen una evidencia del peso que tiene el negacionismo práctico en la dinámica socioeconómica. El estancamiento en el apoyo a las energías renovables, la penalización del autoconsumo procedente de la transformación de energía solar y el reforzamiento de políticas industriales ligadas al consumo de combustibles fósiles (Truelove 2012) solo pueden considerarse pasos atrás de nefastas consecuencias (22).

Otra forma de negacionismo práctico consiste en diferir de modo irresponsable las medidas de adaptación y mitigación que los expertos recomiendan desde hace décadas, y eludir cualquier evaluación rigurosa de las instalaciones que podrían beneficiarse de su implantación. La inacción incrementa el riesgo para los trabajadores y para los sectores más vulnerables de la población. Se pierden así las oportunidades de liderazgo en el cambio de modelo energético y en la generación de oportunidades asociadas a nichos de actividad importantes y con potencial de futuro, cuya puesta en marcha resultará más costosa cuanto más tarden en concretarse (Nordgren 2012).

El negacionismo práctico tiene consecuencias nefastas en la reducción de oportunidades de desarrollo y consolidación profesional para las generaciones presentes y futuras. Además de dificultar aspiraciones legítimas de progreso social, la cultura de irresponsabilidad ambiental institucionalizada se traduce en derroche de recursos necesarios y en dificultad para generarlos a partir de actividades cada vez más distorsionadas por estresores ambientales, descontento social, conflictos geopolíticos y distribución injusta de oportunidades y recursos.

En los sistemas educativos, el negacionismo práctico se traduce en una pérdida inaceptable de horas, menor productividad y bajo rendimiento académico como efecto de condiciones inadecuadas para tareas intelectualmente exigentes. Entre los grupos más vulnerables, el negacionismo práctico y la falta de medidas preventivas tienen efectos constatables en los parámetros de salud, calidad de vida y tasas de mortalidad, como pudo comprobarse en la ola de calor que asoló el sur de Europa en 2003 (Haines y otros 2006; Ebi y Schmier 2005).

 

Conclusión

La minusvaloración sistemática del impacto de las olas de calor y del tiempo de exposición a temperaturas extremas en los sectores más vulnerables de la población se traduce, para todos los niveles del sistema educativo, en modelos de gestión más compatibles con los planteamientos negacionistas de personajes como Donald Trump y sus incondicionales que con una cultura institucional y política centrada en la prevención de riesgos laborales. La falta de medidas preventivas y de auditoría externa de unas instalaciones precarias y obsoletas en su diseño y equipamientos ocasiona quejas y malestar de trabajadores y estudiantes, con episodios cada vez más frecuentes de conflicto y exposición a situaciones de riesgo que disminuyen la productividad y el rendimiento en los períodos de mayor exigencia (23).

La ignorancia en materia de prevención de riesgos y la escasa alfabetización ambiental de quienes hoy gestionan los centros educativos ubicados en las zonas de mayor riesgo ponen de manifiesto la cultura de precariedad que gestores y trabajadores han asumido, tras décadas de carencia presupuestaria e irresponsabilidad institucionalizada. En muchos casos, directivos, servicios de inspección y cargos políticos no alcanzan a ver más allá del “cuando yo estudiaba también hacía calor”. Expresiones tan manidas solo sirven para recordar que, en las regiones de clima continental, hay una sucesión observable de estaciones (invierno-verano, pues las demás cada año lo parecen menos), a diferencia de lo que ocurre en regiones tropicales, donde las temperaturas apenas varían y solo la sucesión de períodos lluviosos o secos genera una percepción cercana a la estacionalidad. No dice nada acerca de las temperaturas extremas que pueden alcanzarse en invierno o verano, ni sobre los riesgos asociados con la sucesión de olas de calor más duraderas y frecuentes en países bajo la influencia de grandes zonas desérticas (24).

El desfase entre las medidas que aconsejan los expertos y las condiciones diarias donde trabajadores y estudiantes desarrollan su actividad se acrecienta como efecto del cambio climático en las regiones más vulnerables del sur de Europa y de la cuenca mediterránea. El efecto isla de calor en las ciudades, la contaminación y los efectos de una planificación urbana especulativa agravan las deficiencias de instalaciones que llevan décadas acusando los efectos de una infrafinanciación crónica y de una gestión mediocre, desprovistos tanto de árboles, jardines y barreras naturales como de equipamientos técnicos y sistemas de acondicionamiento a la altura de las necesidades.



Notas

1. El Real Decreto 486/1997, por el que se establecen las disposiciones mínimas de seguridad y salud que deben cumplir los lugares de trabajo, establece para entornos de actividad sedentaria una temperatura "comprendida entre 17°C y 27°C". El Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo interpreta la norma de este modo: en invierno, al llevar ropa de abrigo, la temperatura debe mantenerse entre 17°C y 24°C; en verano, con ropa ligera, los parámetros se sitúan entre 23°C y 27°C. Cfr.
http://www.consumer.es/web/es/educacion/escolar/2010/10/22/196660.php

2. Cfr. http://ccaa.elpais.com/ccaa/2017/06/14/madrid/1497457178_545246.html

3. Cfr. https://twitter.com/MissCristobal/status/875843239621873665/photo/1
http://verne.elpais.com/verne/2017/06/
23/articulo/1498232014_363270.html

4. Cfr. http://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/ciudad/abci-medico-dice-calor-aulas-maltrato-escolar-201706162235_noticia.html

5. Como era de esperar de un colectivo profesional tan dócil a las directrices de sus responsables políticos, durante los episodios de calor asfixiante de septiembre de 2014 en la comunidad valenciana la Inspección de Trabajo no autorizó la suspensión de la clases en los centros de la provincia, aduciendo que la administración "tendría que constatar riesgo grave en cada centro" y "no cabe afirmar que la problemática sea igual para todos".  En lugar de eso, muchos directores de centros educativos fueron amenazados con sanciones si suspendían las clase y policía local y guardia civil recibieron instrucciones para vigilar la apariencia de normalidad en espacios solo imaginariamente compatibles con procesos de enseñanza aprendizaje. De este modo cedían la iniciativa para el control de la situación a los dioses tradicionales del olimpo meteorológico y ponían en riesgo la salud de estudiantes y profesores.  Un patrón de reacciones que, con ligeras variaciones, se repite en otras comunidades a partir de 2003 (Canarias -en sept./oct. de 2004-, Andalucía, Madrid, etc.). Cfr.
http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2014/09/11/541179bd22601d17158b4583.html
http://www.elmundo.es/andalucia/2017/06/
08/59398a92468aeb69668b45a3.html
http://www.eldiario.es/sociedad/colegios-unicos-edificios-publicos-refrigeracion_0_654435436.html
http://canariasenhora.com/#!/canarias-37-olas-de-calor-en-41-anos

6. Cfr. nota de prensa:
https://www.unicef.es/publicacion/el-impacto-del-cambio-climatico-en-la-infancia-en-espana

7. Informe completo disponible  en:
https://www.unicef.es/sites/unicef.es/files/comunicacion/informe_cambio_climatico_infancia_espana_0.pdf

8. Cfr. https://es.wikipedia.org/wiki/Estres_termico

9. Cfr. http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2014/09/13/5413f06a22601d5a0e8b456d.html
http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2014/09/11/541179bd22601d17158b4583.html

10. Cfr. http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2014/09/13/5413f06a22601d5a0e8b456d.html

11. Cfr. http://www.elmundo.es/andalucia/2017/06/08/59398a92468aeb69668b45a3.html

12. Cfr. http://www.insht.es/InshtWeb/Contenidos/Documentacion/CARTELES%20Y%20FOLLETOS/FOLLETOS/2012/TRABAJAR%20CON%20CALOR.pdf

13. Cfr. http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2014/09/11/541179bd22601d17158b4583.html

14. Cfr. http://cadenaser.com/emisora/2017/06/15/radio_palencia/1497526812_321207.html

15. Cfr. http://www.lavozdetalavera.com/noticia/47066/opinion/el-maltrato-termico-en-las-aulas-sintoma-de-sociedad-enferma.html
http://www.elmundo.es/andalucia/2017/06/08/59398a92468aeb69668b45a3.html
http://www.eldiario.es/sociedad/colegios-unicos-edificios-publicos-refrigeracion_0
_654435436.html
http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2014/09/11/541179bd22601d17158b4583.html

16. Cfr. http://www.uhu.es/cine.educacion/figuraspedagogia/0_comenius.htm

17. Cfr. http://www.elmundo.es/andalucia/2017/06/02/59314793268e3e1c518b4666.html

18. Cfr. http://www.eldiario.es/andalucia/sevilla/Adelaida-Calle-acondicionado-condiciones-climaticas_0_650235216.html
http://www.europapress.es/andalucia/noticia-adelaida-calle-senala-aire-acondicionado
-no-solucion-condiciones-climaticas-aulas-20170602114715.html
http://www.lainformacion.com/educacion/escuelas/Adelaida-Calle-acondicionado-condiciones-climaticas_0_1031897271.html

19. Cfr. http://www.ideal.es/andalucia/201706/17/nueva-consejera-educacion-rectifica-20170617010321-v.html

20. Cfr. https://www.theguardian.com/environment/2017/jun/01/donald-trump-confirms-us-will-quit-paris-climate-deal
https://www.cdp.net/en//articles/climate/statement-from-cdp-on-us-withdrawal-from-
paris-agreement-on-climate-change?gclid=CjwKEAjwvr3KBRD_i_Lz6cihrDASJADUkGCa04bVln73qPr4VgMv4_WmawNoMVBpVFNI4RNnM8FI-RoCFxHw_wcB

21. Cfr. https://www.theguardian.com/environment/2017/jun/21/al-gore-battle-against-climate-change-like-fight-against-slavery

22. Cfr. https://www.theguardian.com/global-development-professionals-network/2017/jun/19/reasons-to-be-cheerful-despite-trump-withdrawing-from-the-paris-agreement

 23. Cfr. https://www.theguardian.com/environment/2017/jun/21/heatwaves-national-emergency-public-need-to-know
https://www.theguardian.com/environment/
2017/jun/19/a-third-of-the-world-now-faces-deadly-heatwaves-as-result-of-climate-change

24.Cfr. https://www.theguardian.com/environment/2017/jun/23/from-heatwaves-to-hurricanes-floods-to-famine-seven-climate-change-hotspots
http://canariasenhora.com/#!/canarias-37-olas-de-calor-en-41-anos



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Publicado 02 julio 2017