Número 7, 2018 (1), artículo 1


El marxismo en la historia. Análisis de las relaciones de la filosofía marxista con la historia de los siglos XIX y XX


Roberto Javier Rodríguez Santiago

Poeta y estudioso de la filosofía




RESUMEN
Revisión de las relaciones de la filosofía marxista con la historia, a través de sus fundadores, Karl Marx y Friedrich Engels, y de la deriva impulsada por Lenin y el comunismo, atendiendo a las consecuencias que del marxismo se han seguido en la historia.


TEMAS
filosofía de la historia · Karl Marx · leninismo · marxismo · revolución



I

En el ámbito erudito, en el ámbito político, dos hombres marcaron la historia de la humanidad como pocos. El activista político y filósofo social e histórico alemán Karl Marx y su mecenas y colaborador, el intelectual e industrial Friedrich Engels. Juntos elaboraron un corpus teórico de contenido filosófico, historiográfico, sociológico, político, económico y antropológico cuya divulgación serviría de referente en las ciencias sociales, las humanidades y la filosofía, así como a la formación de un frente político mundial, cuyo antagonismo a los formalismos liberales, así como a la hipocresía de la burguesía, lo convertirían en un protagonista de los acontecimientos geopolíticos desde 1917 hasta 1989, casi todo un siglo. Mejor incluso podría decirse, sin escatimar palabras, que los años 1917 a 1989 conforman un siglo, no el del calendario gregoriano de vigencia casi mundial, sino otro siglo: el siglo del comunismo.

El destino actual de la civilización occidental fue tomando forma en el siglo del comunismo.    

 

II

Antes es menester reconocer que, de la misma manera que el movimiento intelectual francés de la Ilustración inspiró la independencia de Estados Unidos de América (1776) y la revolución francesa (1789), así también la filosofía marxista inspiró la revolución bolchevique (1917), la creación de la Unión Soviética (1922) y otros acontecimientos semejantes.

Entre el 1917 y el 1989, hubo una serie de luchas en toda clase de escenarios, inspiradas en las ideologías ilustradas, la filosofía marxista y sus reacciones ideológicas antiilustración y antimarxismo del fascismo, nazismo, franquismo, etc.

 

III

Tratemos de examinar la filosofía marxista a grandes rasgos. Intentaremos dejar a una obra de investigación más especializada y más exhaustiva las complejidades de la filosofía marxista.

Pero primero reconozcamos que al hablar de filosofía marxista es imposible una separación nítida y clara entre las vidas y personas de Karl Marx y Friedrich Engels y sus obras intelectuales. Karl Marx nació en una familia judeoalemana de finales de siglo XVIII y principios del siglo XIX, cuya cabeza de familia había sido forzado a apostatar del judaísmo para poder seguir laborando en Prusia como abogado. ¿Cómo el niño y el joven Karl Marx se vería afectado por las decisiones paternas? ¿No sería entonces donde Karl Marx conoció personalmente el concepto 'contradicción' que ya de adulto rebelde haría suyo contra el orden sociopolítico del Congreso de Viena y los intentos de aburguesarlo? Aquí solamente podemos dejar la interrogación esperando una respuesta contundente que nos negamos a dar, por oposición a las precipitaciones sin fundamento en los ámbitos erudito de la investigación y formativo de la pedagogía. El padre de Marx lo envió a estudiar abogacía en la universidad, pero el joven Marx se negó y emprendió una vida de bohemio. ¿Choque generacional entre Marx padre, antítesis de sí mismo, y su hijo, harto de condescender a poderes ajenos y actitudes enajenantes? ¿Hastiado el joven Marx de aquella absurda avenencia entre el orden feudal y los poderes emergentes burgueses? ¿Repugnancia del Marx juvenil hacia aquella cultura dominante del romanticismo infantil y reaccionario? ¿Sería este el origen de la atracción que ejercería sobre Marx la filosofía de Hegel? ¿O es que Marx era un perezoso inmaduro díscolo sin remedio?

Tantas preguntas, tan pocas las respuestas ciertas que este ensayo puede dar al respecto.

Friedrich Engels nació en una acaudalada familia alemana de industriales. Es decir, Engels era un burgués de cabo a rabo. Al parecer tuvo una infancia y una juventud estables, y materialmente cómodas. Su distanciamiento del mundo burgués acaeció siendo estudiante universitario. Luego, heredaría el patrimonio paternal, y dedicaría su vida a colaborar en la elaboración de la filosofía marxista y en el sustento material del rebelde proscrito Karl Marx. Siendo Engels de una edad ligeramente menor que la de Marx, ¿no sería lógico suponer que la relación entre Karl Marx y Friedrich Engels era como la de un maestro de sabiduría y su discípulo? Así lo dan a entender numerosos indicios.

Contrario a cierta suposición generalizada, ni Marx ni Engels fueron educados por el filósofo alemán Hegel, sino por sus discípulos más rebeldes, los hegelianos de izquierda, sobre todo, Bruno Bauer, que les enseñaron a criticar a Hegel y emplear la dialéctica como método historiográfico.

Tanto Marx como Engels entraron en contacto con las ideas socialistas y anarquistas, especialmente con Joseph Proudhon, y con el conocimiento de la ciencia económica clásica, especialmente Adam Smith y David Ricardo. Ambos se conocerían en el exilio y juntos trabajarían en la elaboración de la filosofía marxista. Primero, en La ideología alemana y en las Tesis sobre Feuerbach, se dedicaron a cuestionar y destruir la autoridad de los hegelianos de izquierda. En Contribución a la crítica de la economía política y El manifiesto comunista, Marx y Engels van elaborando las herramientas del marxismo y su propia dialéctica para explicar la historia y resolverla a la misma vez. Estos métodos serían llevados hasta sus últimas consecuencias en El capital.

El marxismo comienza haciendo descender la dialéctica de lo espiritual, como estaba en la filosofía de Hegel, hacia la materia, pero no a la materia receptora de formas como en la física aristotélica, sino a la historia y naturaleza como materia según los seres humanos la hacen en circunstancias dadas por sus predecesores. El marxismo considera las relaciones y fuerzas de producción como las que fundamentan, pero no determinan, la realización de la historia, la naturaleza, la sociedad, la política, la economía, la cultura y la religión (estas últimas dos como ideología). La contradicción, en sus diversas formas, conflictos, guerras, poderes contrapuestos, intereses contrapuestos, la competencia, es la norma en la historia y en la naturaleza. El ser humano supera su subjetividad, su sujeción, transformando la naturaleza mediante el trabajo, es decir, haciéndose productor, trabajador y obrero. El ser humano revoluciona su universo produciendo y produciéndose a sí mismo productor. Pero algunos seres humanos se percatan que, en vez de ellos producir, pueden dominar a los productores para su propio provecho mediante la fuerza y la violencia, y por ello, es necesaria la fuerza y la violencia para liberar a los productores. Entonces los poderosos y fuertes, para evitar la confrontación, necesitan enajenar, alienar o engañar a sus sometidos. Se crea la religión como instrumento de justificar y legitimar a los poderosos y fuertes. El cristianismo establece un monopolio religioso, lo que hace que la gente pueda plantear sus problemas en términos humanos y terrenales. Surge el Renacimiento, el Humanismo y la Ilustración. La humanización y terrenalización de la naturaleza y de la historia despojan al cristianismo de su poder enajenador de la humanidad y a los poderosos y fuertes les fuerza a apelar de nuevo a la fuerza y la violencia para mantener su poder. Surge el absolutismo monárquico. Pero las fuerzas históricas humanizantes y terrenalizantes de la naturaleza y la historia socavaron la legitimidad única del absolutismo monárquico, la legitimidad sagrada. La burguesía medianera encabeza y apoza este proceso que desemboca en la independencia de Estados Unidos de América (1776), la Revolución francesa (1789) y la revolución industrial (siglo XIX). Se legitima mediante la ideología antropocéntrica liberal y los derechos humanos. Son necesarias a la burguesía medianera, que carece de apoyo religioso.

Su concesión de libertades jurídicas, legales y políticas contrasta con su explotación industrial que le permite convertir al pequeño burgués y al campesino en proletariado, en fuerza de producción industrial. Ha surgido otra contradicción al poder y existencia de la burguesía industrial: el proletariado. Porque si algo caracteriza a la burguesía medianera o industrial es ser ella misma contradicción (contra la aristocracia feudal y la monarquía feudal, contras las viejas burguesías gremiales y artesanales, contra el campesino) o hacerla mediante la libre competencia económica, el libre mercado, el librecambismo, estado liberal penitente, cristianismo interpretado según intereses económicos y políticos, la ciencia moderna, la física newtoniana, la anarquía política, creación de partidos políticos, la democracia representativa, el parlamentarismo. La burguesía medianera o industrial es revolucionaria porque es oportunista política, económica e ideológicamente, porque sabe oponer una contradicción a otra para sobrevivir.

Pero el proletariado es más y más necesario para sus intereses económicos y, por ende, es aumentado. Su contradicción con la burguesía medianera e industrial es total (según el marxismo): no necesita de las contradicciones para sobrevivir porque el proletariado es la fuerza de producción, los verdaderos productores. Lo único que le falta al proletariado para su liberación total es que la burguesía le cree los medios de producción apropiados para sobrevivir. Una vez alcanzado esto, el proletariado simplemente necesitará suprimir la contradicción social aniquilando física y políticamente a la burguesía medianera o industrial. Su resultado inmediato y definitivo será la auto-emancipación del proletariado, con el proletariado como propietario de los medios de producción, del poder y de la violencia, lo que haría innecesaria toda religión, pues ya no hay contradicción entre productores y los propietarios del estado en cuanto medio de fuerza, de violencia, de coacción. Vendrá la auténtica reconciliación del productor consigo mismo, sin las trabas de coacción ajena o de religión y moral exteriores a sí misma. Es el comunismo. Con el productor (proletariado) totalmente libre de trabas o coacciones, la naturaleza y la historia se reconcilian.

 

IV

Las dificultades de traducir a hechos, en praxis revolucionaria, la filosofía marxista, dan cuenta de que la historia, la naturaleza, la sociedad, la política, la economía, la cultura, la religión, la humanidad misma, no son simples escenarios de una lucha multisecular entre productores y sus explotadores, no son estos ámbitos divididos entre unos pocos puntos de divergencia económica y los restantes invertidas y espiritualizantes mímesis de los anteriores ámbitos, cual si estos últimos fuesen algo así como inversiones del platonismo. No. 

Emergió en la Alemania de Otto von Bismarck un proletariado mucho más numeroso, poderoso y con mayor consciencia de su condición social que el inglés, el francés y el belga. De su posición política y socialmente amenazante da testimonio que el káiser Wilhelm II despidiera a Bismarck como canciller, y que substituyera la represión sistemática del veterano diplomático por una política de ligeras concesiones al proletariado, así como de promoción del nacionalismo y del imperialismo alemán.

En estas circunstancias de apaciguamiento del proletariado, que acaecieron tanto en Gran Bretaña, como en Francia (bajo el emperador Napoleón III Bonaparte), como en Bélgica, se hicieron concesiones políticas, sociales y legales al proletariado. Para maximizar las ganancias de la burguesía, Gran Bretaña, Francia, Bélgica y Alemania se embarcaron en una política de expansión territorial mundial. De manera que el proletariado terminó volviéndose cómplice de las políticas imperialistas de sus propios países, convirtiendo la filosofía marxista en un instrumento para intimidar y amenazar el poder y la riqueza de la burguesía cuando ésta se negaba a hacerle concesiones. En esas condiciones surgió la filosofía social de Bernstein y la ideología socialdemócrata. La lucha social fue desviada hacia la lucha de los imperios, de la que la Primera Guerra Mundial fue su gran expresión.

 Es de resaltar: primero, si una filosofía que se autoproclama la radiografía misma de la historia es incapaz de traducir sus soluciones en soluciones de la historia, entonces hay que dudar del carácter radiográfico de dicha filosofía. Segundo, la filosofía marxista, tan embelesada con la dialéctica y las contradicciones, se le olvidó decir que el proletariado de su filosofía es una abstracción de los obreros o trabajadores reales y de carne y hueso de cada país, con su cultura, su religión (por más débil y enajenante que pudiera ser), sin hablar de que en el marxismo el concepto proletariado hace abstracción de seres humanos, con sus propias vidas, caracteres y personalidades que los distinguen unos de otros. En fin, que, a mayor cantidad de seres humanos, mayor cantidad de experiencias, vivencias, caracteres, personalidades. Es decir, que, a mayor cantidad de seres humanos, mayor cantidad de experiencias, vivencias, caracteres, personalidades. La lucha entre productores y sus explotadores no puede dar razón de todas las relaciones de la humanidad, ni de todos los hechos. Tercero, la lucha entre el proletariado y la burguesía solamente acontecía en unos pocos países europeos muy prósperos, y fuera, tal vez, de Alemania y Gran Bretaña, en los países restantes el proletariado era una minoría, y todavía existían la pequeña burguesía, la aristocracia latifundista y el campesino, todo lo cual obstaculizaba la realización de la revolución proletaria. En dichas circunstancias, de haber alcanzado el poder, el proletariado hubiera sido una minoría, y no habiéndose elaborado los medios de producción para su subsistencia y enriquecimiento, no hubiera sido posible alcanzar la sociedad comunista.

No, la traición y oportunismo de los partidos obreros, de sus líderes y de los sindicatos obreros a la filosofía marxista no son suficientes para explicar el fracaso del marxismo. Al revés, el uso abusivo de la dialéctica para crear en el papel conflictos forzados y la excesiva abstracción hecha de las luchas de clases para forzar en el papel  el carácter inevitable de la revolución social proletaria fueron algunas de las causas de la traición y oportunismo de los partidos obreros, de sus líderes, de los sindicatos obreros y de que la filosofía marxista se haya usado, todavía se use y tal vez se siga usando como discurso inflamatorio para intimidar y amenazar a la burguesía, logrando a la vez que la filosofía marxista deje de ser aceptada, respetada, leída y estudiada, aun sus aciertos. Marx y Engels exageraron el carácter revolucionario del proletariado para forzar la lucha de clases. Irónicamente, acertaron mucho más sobre el carácter revolucionario del capitalismo, lo cual llevó al sociólogo estadounidense Alvin Gouldner a cuestionarse sobre si el marxismo hace recaer el carácter revolucionario sobre el proletariado o sobre el capitalismo.

¿Lenin salva la filosofía marxista, o la distorsiona? Sería muy difícil dar aquí una respuesta general. El leninismo es la expresión de un marxismo menos optimista de las posibilidades de que el proletariado haga la revolución, pero inalterablemente optimista de que la historia se inclina hacia la realización del comunismo. Ya no es suficiente los movimientos revolucionarios del capitalismo y del proletariado, ni la concientización del último. Ahora es necesario que un puñado de expertos en la teoría marxista y en la praxis revolucionaria guíe al proletariado y al campesino hacia la creación del comunismo. Es la vanguardia del proletariado. En este punto Lenin se aleja diametralmente de Marx, y en vez de exponer la política en términos puramente dialécticos, se atreve a afirmar implícitamente la realidad de que el poder está siempre en manos de unos pocos (debido a que la multiplicidad de seres humanos hace que todos los seres humanos participen del poder de diversas y distintas maneras).

La gran dificultad del leninismo reside en cómo saber que la vanguardia del proletariado realmente es suficientemente experta en la filosofía marxista como para poder emancipar a proletariado y al campesinado, a los que, a diferencia de la tradición marxista, libera desde afuera, lo que, desde la óptica marxista, permite considerarlos otra contradicción al proletariado. ¿Cómo saber que esa vanguardia del proletariado comparte los intereses y objetivos del proletariado, si ambos no comparten la misma condición social, ni la misma formación teórica ni la misma experiencia revolucionaria? ¿Cómo no saber que esa vanguardia del proletariado misma no es ni puede ser una versión burocrática ni estatista de la burguesía medianera e industrial, como de hecho ocurrió en todos los países que se declararon marxista-leninistas? Lejos de llevar al proletariado a su liberación, usaron el discurso de la liberación del proletariado para legitimar su poder y su abuso. Así fueron y son todos los países denominados comunistas. Lenin fue incapaz de encontrar una solución al verdadero carácter antirrevolucionario en que puede derivar la vanguardia de proletariado. En cuanto a su denuncia del imperialismo como etapa final del capitalismo, bien pudo haber sido así, sea por las razones por él dadas, sean por otras razones, sean por un conjunto de ambas. Pero no lo fue. Lenin subestimó la capacidad auto revolucionaria de la burguesía medianera de mutar de manufacturera a financiera, y con ella las estructuras económicas.

Con el control y conocimiento de las finanzas, la actual burguesía financiera manipula las relaciones sociales, políticas y económicas a favor de sus intereses y de su rol monopolizador de la actividad económica, así como manipula la cultura y la religión para manipular la vida entera de la humanidad. Gracias a la promoción de estilos de vida hedonistas y materialistas, a la tecnología informática y mediática que les permite vigilar y analizar la conducta humana en favor de sus intereses, de su poder y de sus planes de ingeniería social y eugenésicos a escala mundial.

Volviendo a Lenin, no era ni es posible hacer una revolución comunista, que implica la liberación de todas las fuerzas de los productores teniendo a los campesinos atados y dependientes de la tierra, la naturaleza y del clima. Habría una contradicción entre proletariado y campesinado, pues en caso de triunfo del proletariado, éste pasaría a ser, en relación, al campesinado, una nueva especie de burguesía. Además, aunque ambos son pobres, se distinguen por su relación con la historia y la naturaleza. El proletariado protagoniza la historia junto a la burguesía (acorde al marxismo) y se libera de la naturaleza transformándola en mercancía o reserva de capital, mientras el campesinado se somete a la tierra, a la naturaleza y al clima para subsistir, y, por lo tanto, el campesinado, ante la historia, es más pasivo que activo (según el marxismo). De ahí que los jóvenes Marx y Engels escribieran sobre la condición del campesinado, negándole cualquier potencial revolucionario. Y en el caso de la Rusia zarista, el campesinado era revolucionario porque carecía de tierras, no para liberar sus fuerzas productivas. La alianza entre proletariado y campesinado de Lenin fue no otra cosa que una táctica engañosa, confirmada con las colectivizaciones forzadas de los años 1920-1923, y las campañas colectivizadoras-deskulakizadoras de Stalin entre los años 1929-1932.

Nuestro análisis de Lenin y del leninismo nos ha llevado a conocer que el leninismo, lejos de aportar soluciones a la filosofía marxista, las agrava.

Si algo relevante aportaron los regímenes marxistas-leninistas a la posteridad, fue, bajo pretexto defensivo, demagógico o democrático, hacer aumentar el poder del Estado occidental como instrumento de control y manipulación de la humanidad bajo las órdenes de la burguesía financiera. A imagen y semejanza del estado ‘socialista’ se creó en Occidente el Estado asistencialista. A imagen y semejanza del Partido comunista y de su rol como ingeniero social y potencial ingeniero biológico y genético, se fueron formando en Occidente los trusts, unidos a una nueva burguesía financiera monopolista mundial.



Bibliografía

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1941 El miedo a la ibertad. Barcelona, Paidós Ibérica, 2009.

Gouldner, Alvin
1980 Los dos marxismos. Madrid, Alianza, 1989.

 Lenin (Vladimir Ilich)
1917 Imperialismo. La fase superior del capitalismo. Madrid, Taurus, 2012.

Light, Donald
1989 Sociología. McGraw-Hill / Interamericana de España, 2000.

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Spengler, Oswald
1933 Los años decisivos. Madrid, Espasa, 1982.

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1998 Civilizaciones de Occidente. Thomson Paraninfo, 1999.

Wright Mills, Charles
1956 La élite del poder. Méjico, FCE, 2013.


Publicado 01 enero 2018