Número 6, 2017 (2), artículo 7


La historia de la desproletarización del proletariado


Roberto Javier Rodríguez Santiago

Poeta y estudioso de la filosofía




RESUMEN
El autor emplea el marco teórico marxista, sin estar totalmente de acuerdo con él y con las interpretaciones derivadas. Desde ahí, el artículo expone la evolución de las revoluciones del siglo XX y la suerte del proletariado. Una de sus finalidades es la renovación de la historiografía marxista.


TEMAS
Karl Marx · marxismo · proletariado · revolución · Unión Soviética



Karl Marx alguna vez dijo que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Más que la historia de la lucha de clases, la historia de la humanidad es la historia de toda clase de luchas, guerras, disputas, conflictos e incompatibilidad de poderes e intereses.

La burguesía, mejor dicho, la clase del burgo o ciudad (los germánicos denominaban burg a la ciudad), se refiere sobre todo a la clase urbana, dedicada a la producción artesanal, el comercio, la banca y la finanza. Antes del protestantismo, la burguesía, aunque activa, exitosa y exclusivista, encontraba limitado su potencial revolucionario por las trabas morales y políticas puestas por la Iglesia Católica y la aristocracia feudal: prohibición de la usura (como consignara Erich Fromm en El miedo a la libertad), condena espiritual y moral, gremios de estructura jerárquica que limitaban el crecimiento demográfico de la burguesía, el complejo ritual y ceremonial de reverencia y postración ante la aristocracia feudal, los jerarcas eclesiásticos, el rey o emperador. Como acertadamente dijo Karl Marx, la burguesía se originó de los villanos, campesinos que huían de sus señores feudales.

El Renacimiento no hubiera acontecido sin las previas guerras entre güelfos (papistas) y gibelinos (imperialistas germánicos), y la posterior fragmentación de Italia entre numerosas ciudades fácticamente independientes, enriquecidas por el comercio de la ruta de la seda. Es en este contexto histórico que las ciudades italianas más poderosas, emancipadas en gran medida del feudalismo medieval, crearon y promovieron el antropocentrismo como exaltación de las potencialidades  liberadas de la burguesía italiana en relación con la Iglesia Católica y la aristocracia feudal. El antropocentrismo se volvería en tiempos de la Ilustración, la Revolución Francesa, la Revolución Industrial, la Revolución Rusa y los bolcheviques, en el fundamento metafísico y metahistórico de la modernidad. No es extraño que dos inconformes con las consecuencias del antropocentrismo como Friedrich Nietzsche y Michel Foucault pidieran la superación del hombre.

Unido al antropocentrismo, el Renacimiento creó la primera ideología antropocéntrica: el individualismo, que para el italiano era la exaltación burguesa de sí mismo en contra del predominio de la posición del ser humano en la jerarquía feudal.

En contra del jerarquicismo medieval, emergió el individualismo renacentista.

La Reforma de Martín Lutero, sólo parcialmente en contra del Renacimiento, liberó a la burguesía de su atadura a la Iglesia Católica mediante los principios de que en la sola scriptura estaba el contenido de la fe cristiana y que la interpretación de la scriptura era libre (libertad de interpretación que sirvió de precedente más tarde a la libertad de pensamiento y a la libertad de expresión) de la autoridad, tradición y magisterio de la Iglesia Católica. Ahora la burguesía podía administrar la fe cristiana conforme a sus creencias e intereses.

El puritanismo, versión vulgarizada del calvinismo, exaltaba el éxito profesional de la burguesía como señal segura o certera de estar predestinado divinamente a la salvación eterna. Tengo éxito, luego soy salvo. ¿Acaso no os suena familiar? La evolución es la selección natural del más apto para la supervivencia de las especies. ¿No parece que ambas afirmaciones se parecen, aunque una religiosa y la otra secularizada? ¿No se podría traducir la última en términos capitalistas? El libre mercado es la selección económica de los poderosos para la supervivencia de los más poderosos.

El puritanismo se convirtió en el caldo de cultivo de la nueva burguesía, carente totalmente de las reminiscencias feudales dioclecianistas y de los escrúpulos inculcados por la Iglesia Católica.

De la misma manera que la flor exalta orgullosa sus pétalos hasta marchitarse, así también el puritanismo primero tuvo seres humanos que lo encarnaron vitalmente, hasta que en su descendencia sanguínea o ideológica el puritanismo se marchitó. Era la hora de la ciencia newtoniana, del empirismo lockeano y de la racionolatría de las Lumières francesas. La nueva burguesía habitó esas cumbres triunfales y absorbió su aire. Elaboró su ideología liberal, y harta de ser manoseada y mimada por el absolutismo, cual mujer asqueada de los piropos sin gracia de su marido machista, se emancipó amén a la Revolución Francesa. Pero la sangre latina caudillista se impondría sobre la ideología liberal y la nueva burguesía, aunque fuese de momento: emerge el despotismo aburguesado de Napoleón Bonaparte. Hasta ser vencido por sus errores y los conspiradores ahítos de nostalgia dieciochesca. A cada acción, reacción. A Napoleón depuesto, congreso de Viena (1814-1815) impuesto.

El anacrónico intento de reestablecer las relaciones de producción feudales reprimiendo las aspiraciones burguesas se saldó con el destronamiento del revolucionófobo rey Carlos X en Francia, su sustitución por el aburguesado infante Luis Felipe de Orleáns, la emancipación belga de Holanda y el acuerdo secreto entre la aristocracia y la burguesía británicas para repartirse el poder. Unida a la Revolución Industrial comenzada a finales del siglo dieciocho, la burguesía se metamorfoseó en la burguesía industrial, de la que Karl Marx afirmó acertadamente haber sido engendradora del proletariado industrial. Es decir, la burguesía industrial, movida por su afán de lucro desmedido en el mercado de la manufactura, usando las fábricas y el régimen fabril, hizo obra de ingeniería social, tal vez sin ser plenamente consciente, sobre los campesinos y pequeños burgueses hacinados y empobrecidos de las grandes ciudades, convirtiéndolos férreamente en el ejército de la producción industrial, en el proletariado. Surge entonces, lo que Karl Marx descubrió: que la burguesía industrial, con su ideología liberal, había destruido las relaciones de producción sancionadas por vez primera por el emperador romano Diocleciano, y las había substituido con sus propias relaciones de producción, basadas en la revolución cuantitativa del orden social y de la producción económica.

Siendo la violencia el fundamento último de las relaciones de producción burguesas, es también la única manera del proletariado dejar de ser sujeto del libre mercado y de las formas de producción capitalistas, siempre previa concientización de su origen social, de su potencial auto emancipador y de las contradicciones de las relaciones de producción burguesas. Había, además, que hacer dos cálculos, muy necesarios para la auto emancipación proletaria: 1) el del aumento de las capacidades de las fuerzas productivas debido a su praxis revolucionaria ante las relaciones y formas de producción burguesas y sus contradicciones. 2) la situación social, política, económica y cultural de las relaciones de producción burguesas. Si el resultado del primer cálculo es superpuesto o aplasta el resultado del segundo cálculo, se cae en un marxismo voluntarista o activista. Si se hace lo opuesto, se cae en un marxismo determinista o estructuralista. La desviación en una u otra dirección ha dividido y desacreditado el marxismo. Los marxistas voluntaristas o activistas enfatizaron exageradamente el potencial auto emancipador del proletariado, sin tomar en cuenta las circunstancias históricas. Los marxistas deterministas o estructuralistas enfatizaron hiperbólicamente las contradicciones de las relaciones de producción burguesas y su potencial emancipador del proletariado.

En contra de lo que Karl Marx creía y afirmaba categóricamente en su obra El manifiesto comunista, las revoluciones del año 1848 eran producto más de la embestida burguesa contra las reconstrucciones de las relaciones feudales que sepultaban sus fuerzas políticas, y del magnetismo de las ideologías liberales y nacionalistas, que del potencial auto emancipador del proletariado industrial, que apenas existía en el norte y centro de Europa. Solamente en Gran Bretaña y Bélgica se daban algunas de las condiciones necesarias para la revolución proletaria.

La expansión de la revolución industrial de Gran Bretaña a Bélgica, Francia, Holanda, la Confederación Germánica, el norte de Italia, Estados Unidos y Japón limitaba seriamente el alcance mundial de una futura revolución proletaria. Solamente el resurgimiento del imperialismo europeo con la finalidad de exportar la revolución industrial mundialmente hubiera germinado las condiciones para la erupción de la revolución proletaria mundial. Lamentablemente el renacido imperialismo nació para tratar de reducir las contradicciones sociales de las relaciones burguesas y feudales exportándolas a sus colonias, e inflamar en el corazón del proletariado europeo las llamas del nacionalismo para dividirlo. Que el Partido Socialista Alemán declarase en el año 1914 que las prioridades nacionales iban por encima de las prioridades proletarias es la manzana más lozana que los políticos protomedievales obsequiaron al servicio burgués. Añádase las divisiones ideológicas del proletariado entre socialistas utópicos, socialistas marxistas, anarquistas, socialistas bernsteinianos (socialdemócratas) y sindicalistas, estos últimos dos desacreditados en la obra de Lenin El imperialismo por su complicidad y servilismo a los intereses burgueses. Lejos de fermentar la revolución proletaria mundial, el imperialismo europeo, el nacionalismo que fue su padrino de bautismo, las divisiones ideológicas del proletariado, y el triunfo del sindicalismo oportunista y de la socialdemocracia traidora comenzaron la desproletarización del proletariado, su desmovilización social, política y económica, en cinco palabras, su conversión en masa urbana.

Contemporáneamente, las pocas victorias del proletariado no socavaron realmente la burguesía; socavaron la burguesía industrial para que la burguesía financiera se la colocase como guante para encubrir su mano gestora, mientras el proletariado arreciaba, sin saberlo, contra la piñata en que se iba convirtiendo la burguesía industrial.

Y como tres en pareja hacen dispareja, apareció el señor Vladimir Ulianov, mundialmente conocido como Lenin, con tres errores mortales para la existencia misma del proletariado: 1) que la revolución proletaria no necesitaba de la revolución burguesa, en contra de la genealogía misma del proletariado. 2) que la revolución proletaria debía ser encabezada por la vanguardia del proletariado. 3) que la dictadura del proletariado debía ser ejercida por la vanguardia del proletariado, en contra de la lógica de la autoemancipación proletaria.

Lenin, con sus intenciones favorables hacia el proletariado, no hay duda de ello, ¿quién lo puede poner en duda seriamente?, creyendo ser él mismo y sus discípulos equivalentes a la actuación consciente del proletariado, vivió engañado sobre sus propias acciones y sus consecuencias. Declaró que crearía la primera sociedad cuyas relaciones de producción serían proletarias y cuyos medios de propiedad habían sido expropiados por el proletariado, en vías del comunismo, la total igualdad social. La realidad: Lenin creó una sociedad cuyas relaciones de producción eran propiedad de la vanguardia del proletariado (el Partido Comunista de Todas las Rusias) y cuyos medios de producción eran propiedad de dicha vanguardia. No hubiera podido ser de otra manera en un país tan feudalista como Rusia, cuyo campesinado era la mayoría abrumadora de su población. Stalin, con la meta o bajo el pretexto de querer crear una sociedad sin desigualdades, comunista, aprovechándose tanto de las desigualdades sociales como de las divisiones intestinas de la vanguardia del proletariado, usó de manera generalizada el terror y la propaganda ideológica a partes iguales para esclavizar la vanguardia del proletariado, al campesino y al proletariado hasta forzarlos a producir excedentes de medios de producción  para tratar de acabar con las desigualdades sociales y traer el añorado comunismo. Efectos secundarios, muy dolorosos y aguafiestas: la vanguardia del proletariado, las relaciones de producción, los medios de producción y las fuerzas de producción eran propiedades personales del divo Stalin. He aquí en su efervescencia y crudeza el estalinismo bien definido.

Tras la muerte de Stalin, Beria, Bulganin y Khrushov concedieron limitada libertad a la vanguardia del proletariado, las relaciones de producción, los medios de producción y las fuerzas productivas, con el objetivo de permitir, bajo la supervisión de la vanguardia del proletariado, la liberalización centrípeta de las fuerzas productivas, pero dejando a la vanguardia del proletariado (Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) propietaria de las relaciones de producción, los medios de producción y las fuerzas productivas. Las contradicciones de intereses entre la vanguardia del proletariado (poderosa, privilegiada y aburguesada) y las fuerzas productivas (agotadas, humilladas y deshumanizadas), evidente en la revolución de Berlín (1953), en la involución húngara (1956), en la aburguesadora primavera de Praga (1968) y en la nacionalista paralización polaca de Solidaridad (1980), desprestigiaron y a la larga frenaron la liberalización monitoreada de las fuerzas productivas y desembocaron en el derrocamiento de Khrushov (1964). Su posición fue tomada por el predecible y cauteloso, pero corrupto e imperialista Leonid Brezhnev, que se limitó casi a dos acciones: 1) mantener bajo estricto control de la vanguardia del proletariado y de sus intereses las relaciones de producción, los medios de producción y las fuerzas productivas. 2) jugar a las escondidas imperialistas con Estados Unidos de América por el reparto del tercer mundo, usando la seductora ideología comunista, pero evitando abiertas y explícitas provocaciones a Estados Unidos de América y sus aliados (detente o distensión), hasta que su juego quedó al descubierto en la guerra de Afganistán (1979-1989). Durante los mandatos de Beria, Bulganin, Khrushov y Brezhnev, el gran beneficiado de la liberalización es la vanguardia del proletariado que, jerárquicamente estructurada, se dividía entre jerarcas (aparatchiks) con paralelas esferas de poder pertenecientes a parcelas de las relaciones de producción, los medios de producción y las fuerzas productivas. Más temeroso de que la vanguardia del proletariado perdiera su poder y privilegios que del desprestigio de la ideología socialista o comunista, o de los intereses proletarios, Brezhnev apenas permitió liberalización. Con las fuerzas productivas oprimidas, reprimidas, explotadas, desengañadas de las esperanzas socialistas o comunistas, sin el terror estalinista, viéndose forzadas a llevar sobre sus hombros y espaldas los costos y gastos de las industrias armamentística y aeroespacial, la productividad soviética descendería drásticamente hasta el punto de terminar forzando la retirada unilateral de Mijaíl Gorbachov de la Guerra Fría.

Después de la muerte del senil y casi paralítico Brezhnev y su sucesión por un breve interregno de la gerontocracia, el primero, Yuri Andropov, preocupado por la degradación moral e ideológica de la vanguardia del proletariado, trató de hacer sus poco eficaces reformas basadas en su desacertado diagnóstico y limitadas por su agonía, el segundo, Konstantin Chernenko, brezhneviano incompetente, también agónico, Mijaíl Gorbachov se convirtió en jefe de la vanguardia del proletariado (Partido Comunista de la Unión Soviética). Ante la corrupción reinante en la vanguardia del proletariado y las relaciones de producción, la falta de fe colectiva en el socialismo, la falta de productividad y la magna-ultra-plus superioridad estadounidense en armamentos y refuerzos, Gorbachov abandonó la Guerra Fría, redujo drásticamente su arsenal armamentístico, para dedicarse plenamente a combatir la corrupción generalizada y aumentar la productividad mediante la perestroika, y para denunciar y retirar de la vanguardia del proletariado y de las relaciones de producción a los corruptos y hacer que las fuerzas productivas cooperen mediante la glasnost, que prácticamente comienza la libertad de expresión en la Unión Soviética. Aunque redujo colosalmente la tensión mundial, Gorbachov fracasó en aumentar la productividad y eliminar la corrupción, y con la glasnost creó el mejor instrumento para la desproletarización del proletariado, que luego sería utilizado para mantener el poder y los privilegios de la vanguardia del proletariado, ahora liberada por la glasnost de su protagonismo ideológico, pero que deseaba conservar su protagonismo social y político, y hasta hacerse de protagonismo económico, y que para todo ello se valía del nacionalismo, del liberalismo y del renacimiento religioso, fuerzas centrífugas que desintegraron la vanguardia del proletariado y sus relaciones de producción, arrastrando con su corriente a Gorbachov del poder, y repartiéndose los medios de producción y las formas políticas.

Fin parecido ha tenido el socialismo leninista, ya sea pacíficamente o violentamente, ya sea preservando la ideología socialista o descartándola.

La historia mundial de nuestros tiempos más recientes sería incompleta sin el conocimiento de los países no socialistas. Aquí la desproletarización continuaría, sin vanguardia del proletariado al mando, con la nacionolatría del fascismo, la racismolatría del nazismo, la hispanolatría y la nostalgia imperial española del franquismo, el estado de bienestar keynesiano, el neoliberalismo, el populismo y la globalización.

La lucha entre estratos sociales no ha desaparecido. De hecho, con la globalización nos encaminamos a una nueva reducción del antagonismo social: burguesía financiera global versus masa globalizada.

No se trata de un mero antagonismo social a escala nacional; es también un antagonismo social a escala internacional. La diferencia entre el actual antagonismo y el antagonismo descubierto por Karl Marx es que ya no se trata de un antagonismo entre relaciones de producción y fuerzas productivas. El actual antagonismo es un antagonismo entre ingeniería de las relaciones de los seres vivientes y las fuerzas vivientes. Ya no se trata de decidir quién, cómo, qué y por qué produce. Ahora se esboza, cual draconiana esfinge, la cuestión de quién, cómo, qué y por qué vivir.

Hay una pregunta inevitable: ¿qué más puede querer una burguesía financiera global que monopoliza y manipula los recursos, las monedas, el dinero, las acciones, los bonos, el crédito, que es acreedora de numerosas deudas nacionales, que es dueña de muchos medios de comunicación masivos, estaciones de radio, estaciones de televisión, estudios de cine, Internet, que es dueña de las corporaciones más grandes del mundo, que auspicia y financia organizaciones como el Comité Olímpico Internacional, y actividades como las Olimpiadas y la Copa Mundial de Futbol, que auspicia y financia organizaciones internaciones como la Organización de Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud…? Sin mencionar las corporaciones bancarias, las bolsas de valores mundiales y un etcétera tan largo como el río Nilo.

Obvio que se enriquecen de la plusvalía del proletariado, del obrero, del trabajo, especialmente del de los países del Tercer Mundo, que están en las mismas condiciones dickensonianas que las que descubrió Karl Marx en Gran Bretaña hace casi doscientos años, ninguna cámara de estaciones de televisión del primer mundo grabando, y la plusvalía sintetizando el sudor, las lágrimas y la sangre.

Nuestra psicópata y megalómana burguesía financiera global no se conforma con todo su poder, envidia de Napoleón Bonaparte, ambiciones, opresiones, ultrajes, represiones, manipulaciones y corrupción, como ninguna burguesía antes lo había alcanzado. Ahora, mediante el libre comercio mundial que concede al dinero ciudadanía y nacionalidad internacional para moverse más rápido que la velocidad humana… a la velocidad de la luz… la posesión y control de la mayoría y de los más poderosos medios de comunicación, radio, televisión, cine, internet y telefonía, y la financiación y/o posesión de numerosas organizaciones internacionales, les permite colocar a la masa globalizada dentro de la dialéctica de la globalización: enfrentando naciones unas contra otras, culturas unas contra otras, religiones unas contra otras, estratos sociales ancestrales unos contra otros, toda clase de trabas a la globalización unas contra otras (por supuesto globalizando el antagonismo burguesía financiera global versus masa globalizada)… Todo, si es que las contradicciones no se suicidan, para forzar más síntesis que permitan la erección de una sola nación mundial, una cultura mundial, una sola religión mundial, una estratificación social mundial, un solo gobierno mundial con el monopolio mundial de las armas, soldados, marineros, aviadores, tecnologías de reconocimiento y de informática, y un solo servicio de inteligencia mundial… El Nuevo Orden Mundial.

La burguesía financiera global finalmente se arrancará su máscara financiera, la arrojará al pasado hasta que quede olvidada en un museo desconocido, desvelará al mundo su verdadero rostro de arquitecto social, biológico y genético, y la masa totalmente pasteurizada de sus contradicciones humanas, demasiado humanas será los conejillos de Indias o hámsteres de toda clase de experimentaciones frankensteinianas en el gran laboratorio mundial llamado Planeta Tierra.

Allí será el crujir de dientes. 



Bibliografía

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http://www.marxists.org

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1776 La naturaleza de la riqueza.

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1922 La decadencia de Occidente. Vol. I y II.
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Wall Street y los bolcheviques.

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Publicado 01 agosto 2017