Número 6, 2017 (2), artículo 5


La filosofía nietzscheana. Disciplina de lectura y composición de formas de vida


Fabiana Mabel Barbero

Docente de filosofía. Universidad Nacional de Córdoba, Argentina




RESUMEN
Este trabajo expone los procedimientos de lectura y composición que muestra Nietzsche en su obra y que expresan una disciplina sobre sí como modo de vivir. De estas formas de vida, evaluadas experimentalmente, emergen nuevos órdenes posibles para establecer relaciones humanas en las que puedan nacer los espíritus libres.


TEMAS
claves de lectura · disciplina · formas de vida · historia · materialismo · Nietzsche



En este trabajo expongo algunas consideraciones metodológicas que estuvieron involucradas en la realización de mi trabajo de tesis doctoral El concepto de hombre en Nietzsche, su consideración de las fuerzas y la composición de tipos. Desde sus lecciones en Basilea hasta la publicación de 'Humano, demasiado humano'. Los propios textos nietzscheanos producidos en un ejercicio de lectura, según determinadas “claves”, y un trabajo compositivo, orientaron los procedimientos metodológicos para el estudio y la escritura de la tesis.

Me interesa destacar el ejercicio de lectura que reclamaron los textos nietzscheanos para estudiar los planteos y problemas que en ellos emergen. Sin embargo, antes que describir o narrar los pasos que ensayé como metodología de investigación, prefiero volver sobre los procedimientos que muestra el propio filósofo en su obra y que se ofrecen y reclaman como una manera de estudiarla.

Nietzsche valora la seriedad del oficio, del artesano que aprende a formar las partes hasta atreverse al todo y se da tiempo para ello y, en la misma dirección, descree de cualquier dote o talento innato.

En este sentido, considero central la noción de disciplina. En el prefacio que Nietzsche escribió en 1886 para el segundo volumen de Humano, demasiado humano, el filósofo recuerda que ese conjunto de textos que conforman “Opiniones y sentencias varias” y “El caminante y su sombra”, habían sido publicados como continuaciones y apéndices de Humano, y, al mismo tiempo, como continuación y duplicación de una cura espiritual y de un autotratamiento antirromántico. Y después, al escribir este prólogo, decide reunir esos textos como un segundo volumen de Humano, demasiado humano, porque entiende que considerados juntos, tal vez “impartan más categórica y claramente su doctrina, una terapéutica que puede recomendarse como una 'disciplina de la voluntad'” (Nietzsche 2007: 8).

Entiendo esta disciplina como modo singular de leer y de componer. En relación con los procedimientos de lectura, su trabajo minucioso, de filólogo, le permitió observar los elementos y fuerzas reunidos en cada concepto, cuya pretendida transparencia y unidad es solo efecto de la ocultación del trabajo que lo produjo, y el poder que lo impone. Y, con respecto a la composición, se puede destacar su energía organizadora para elaborar distintos tipos que sintetizan de un modo original los materiales estudiados.

Esta disciplina de lectura y escritura no está separada de un ejercicio sobre sí y son indisociables de la propia vida. Vida y obra se manifiestan en un mismo latido donde unas veces se suceden y otras se superponen el estudio, la asimilación de distintas perspectivas (ciencia, filosofía, arte), y los procesos de composición, esto es, la producción de síntesis nuevas y pasajes de textos por donde se expresa el ejercicio realizado.

 

1. Disciplina de lectura

Nietzsche ejerce sobre los conceptos una lectura que desmonta los elementos y fuerzas que condensan. Este ejercicio permite observar el revés de los conceptos, o mejor, que lo visible en primer plano es sólo el producto de una imposición. De este modo, cuando Nietzsche desoculta los elementos que no se transparentan a primera vista, revela lo paródico de la pretensión de unidad y universalidad de los conceptos, en cuyo umbral no hay más que compuestos de elementos individuales, por tanto, desemejantes, y el abandono arbitrario de las diferencias individuales y de lo real.

“Las cosas más solemnes me han dado siempre ganas de reír. (…) ¿Por qué han de aparecérseme casi todas las cosas como su propia parodia?”, escribe Adrian Leverkühn, a través de T. Mann, en una carta a su maestro (Mann 2013: 194-195). Esta parodia de los conceptos se vuelve una metáfora del efecto que produce la lectura nietzscheana. Sin embargo, no se trata de diversión, sino de un verdadero esfuerzo por reconocer que lo universal es el resultado de la imposición de determinados poderes.

Para realizar esta lectura Nietzsche atraviesa los conceptos con distintas perspectivas que usa como claves desde la cuales se destacan diferentes aspectos en cada caso. Me interesa subrayar cuatro claves de lectura, que tampoco quedan exentas de revisión crítica.

La primera clave que considerar es el materialismo, que Nietzsche estudió muy temprano en la historia de Lange, aunque reconoce los límites de tal perspectiva cuando observa que el hombre no puede prescindir de la mediación del lenguaje en la construcción de conocimientos.

Desde Humano, demasiado humano, la historia se vuelve otra perspectiva de lectura, que permite leer el devenir de los conceptos. En tercer lugar, algunos textos, como los fragmentos de los preplatónicos son usados como clave para poner de relieve y condensar aquellos problemas que el filósofo considera. Finalmente, el carácter trágico de la vida, que incluye la muerte, es la perspectiva última desde la que se leen los textos.

 

1.1. Leer el revés

En el aforismo 14 de Humano, demasiado humano Nietzsche señala que la asociación habitual de sentimientos y pensamientos, reunidos bajo la unidad de la palabra, es la operación por la cual dicho complejo se percibe como unidad. Esta lectura que desmonta los elementos y fuerzas condensados en el concepto ya se encontraba en textos anteriores, como Sobre verdad y mentira. En este caso, el filósofo precisa: “toda palabra se convierte de manera inmediata en concepto en tanto que justamente no ha de servir para la experiencia singular y completamente individualizada a la que debe su origen (…). Todo concepto se forma por equiparación de casos no iguales”, y es precisamente “la omisión de lo individual y de lo real” lo que nos proporciona el concepto (Nietzsche 2014: 101).

Pero también en sus lecciones sobre los pre-platónicos Nietzsche observa que los sistemas conceptuales fueron “inventados” a partir de atender a lo cotidiano, que en el devenir y no en el ser comienza la filosofía, porque “la verdadera característica del impulso filosófico es la admiración por lo que está delante" (Nietzsche 2003: 21). En este sentido se destaca una definición de filosofía como “el arte de representar en conceptos la imagen de la existencia global” (Nietzsche 2003: 22). Y, nuevamente, si por un lado se realiza una lectura crítica de los conceptos, además se reconoce su necesaria mediación para formular preguntas filosóficas.

La misma necesidad de los conceptos para elaborar pensamientos se observa incluso en La visión dionisíaca del mundo, uno de los escritos preparatorios de El nacimiento de la tragedia. Allí, Nietzsche define al lenguaje como la fusión íntima y frecuente entre los símbolos que brotan de los gestos y el sonido, y considera que un concepto es un símbolo notado para retenerlo en la memoria. Con un lenguaje schopenhaueriano señala que “la esencia de la cosa es inalcanzable para el pensamiento”, pero que este pensamiento, o unidad superior de una representación, sólo es posible a partir de “una cadena conceptual” (Nietzsche 2007: 255).

Hasta acá quedó expuesta una revisión del ejercicio de lectura que desmonta los procesos y elementos productores de la unidad y universalidad. A continuación, expondré cuatro claves que destaco en el ejercicio nietzscheano.

 

1.2. Claves de lectura

Nietzsche se vale de diferentes recursos teóricos asimilados en el estudio como claves de lectura que permiten poner en perspectiva los conceptos y la razón del hombre. Se tratará a veces de alejar o acercar la lente, de girar las mirillas, para encontrar planos distintos; o de cambiar las notaciones, en pos de atender a diferentes escalas.

Observar el sistema solar y la galaxia sitúa lo humano en una dimensión cósmica. La imagen de Klopstock (1724-1803) “la gota en el cántaro” metaforiza el insignificante volumen, la posición secundaria y casi indeterminable “que ocupan no sólo la Tierra, sino todo nuestro sistema planetario, el Sol y sus satélites perdidos en el torbellino de la vía láctea”. “Formando parte del disco donde se agita el torbellino de los mundos, se encuentra, completamente secundaria, difícil de situar y apenas digna de mención, la estrella fija en torno de la cual, con otros compañeros de mayor y de menor cuantía, giran la Tierra y su insignificante Luna” (Mann 2013: 378-379).

Esta imagen que usa también Leverkühn significa para su amigo-biógrafo “una ofensa a la razón humana”. Y exactamente éste es el efecto de la lectura nietzscheana. Sobre verdad y mentira inicia con una fábula que resalta la fragilidad del animal hombre, que perecerá con el enfriamiento del sol y cuya inteligencia no es más que el desarrollo de instintos para sobrevivir. El mismo párrafo se puede leer casi a pie juntillas en la Historia del materialismo de Lange, en el capítulo dedicado a Holbach, donde recoge pasajes del Sistema de la naturaleza.

La fábula materialista tiene una radicalidad respecto de la metáfora de Klopstock porque se sustrae de cualquier todopoderoso que fundamente el comienzo y el fin. Ahora bien, en relación con la “ofensa a la razón humana” que produce la clave de lectura materialista -puesta en juego también en las lecciones sobre los filósofos preplatónicos-, está lejos de subestimar las posibilidades del hombre. Al contrario, la lectura de Nietzsche bajo esta notación muestra el poder performativo de los conceptos, que no sólo permiten el sostén de la vida humana, sino que producen modos de vivir tan diferentes que en su variación inciden en la propia “naturaleza”.

En Humano, demasiado humano es posible destacar la historia como la clave de lectura que permite mostrar el devenir de los conceptos. Nietzsche señala que

“el pecado original de todos los filósofos es la falta de sentido histórico; y no pocos toman incluso la configuración más reciente del hombre, tal como ha surgido bajo la impronta de determinadas religiones, aun de determinados acontecimientos políticos, como la forma fija de la que debe partirse. No quieren enterarse de que el hombre ha devenido. (…) Pero todo ha devenido; no hay datos eternos, lo mismo que no hay verdades absolutas. Por eso de ahora en adelante es necesario el filosofar histórico y con éste la virtud de la modestia” (Nietzsche 2007: 44).

Con la clave histórica se observan los procesos y vaivenes no sólo de las configuraciones conceptuales, sino también de los tipos de relaciones en los que se definen las características del hombre.

Al momento de reconocer las perspectivas desde las cuales el filósofo estudia, se puede observar que Los preplatónicos se vuelven en el texto nietzscheano clave de lectura antes que sistema, y a la vez, tales sistemas son leídos desde la ciencia y el materialismo. Es que estos filósofos le permiten mostrar modos particulares de vivir, de habitar humanamente el mundo, modos que se conforman con el nacimiento de la filosofía. En una carta de agosto de 1869 Nietzsche comentó el objetivo que se proponía al impartir este curso, cuyo énfasis no está puesto, ciertamente, en la exactitud filológica, sino en el modo filosófico de preguntar que surge con estos personajes.

El profesor planificaba impartir “una historia de la filosofía preplatónica, en la que -dice- deben ser intercaladas cosas muy variadas, y que servirá a mis oyentes de dieta energética y deberá conducirlos inadvertidamente a los pensadores más serios y dignos" (Nietzsche 2007: 77). Y luego en 1872, Nietzsche describió el gusto con el que daba las lecciones sobre los preplatónicos, porque “estos grandiosos personajes” le parecían “más vitales que nunca” (Nietzsche 2007: 299).

Finalmente, vida y muerte son los extremos bajos lo que se pone en perspectiva cualquier problema, aún los teóricos. Así, el carácter trágico de la vida que los griegos, antes de Sócrates, asumían con fuerza, según la tesis de El nacimiento de la tragedia, está presente en cada instante de la existencia del filósofo. Esto se observa en la manera de subrayar acontecimientos en los que la vida se manifiesta fatalmente.

En una carta Nietzsche relató a Gersdorff, que en el camino por donde paseaban con Romundt, “una cabra había parido un cabrito” ante sus ojos, destacando que “es el primer ser vivo que ha visto nacer”. Sorprendido, el filósofo describió que “el cabrito era mucho más ágil que un niño pequeño, y tenía también un aspecto mejor, la madre lo lamía y, (…) se comportaba de manera muy razonable, mientras” que ellos (Nietzsche y su amigo) permanecieron allí “con un aire terriblemente estúpido" (Nietzsche 2007: 483).

La vida estalla en nacimientos a cada instante, pero también a cada instante se alimenta con la muerte de los individuos. Y, esta tesis schopenhaueriana, presente en El nacimiento de la tragedia, se pone de manifiesto en los acontecimientos más cotidianos.

Nuevamente en una carta a Gersdorff, en este caso escrita con el motivo de la muerte de su hermano, Nietzsche reflexiona: “Es de verdad un viaje educativo el que inicias; y si, antes de la partida, has visto una vez más la imagen terrible de la naturaleza, con el ataúd y la sepultura, permanecerás consciente para el futuro del horror sobre el que se asientan incluso la existencia más bella y el arte más liberador” (Nietzsche 2007: 368).

Tanto el nacimiento de un cabrito en la vera de un camino, durante un paseo, como la muerte del hermano de un amigo, se vuelven la notación desde la que se miden las fuerzas de los textos, capaces o no de asumir la expresión irrefrenable de la vida.

 

2. Composición

La lectura nietzscheana desoculta el poder que ejercen los conceptos cuando éstos se imponen sin crítica, y en dicho ejercicio se libera la fuerza que de otro modo es sustraída. A la vez, se observa que con esta fuerza liberada es posible la composición de nuevas posibilidades.

Por eso, además del ejercicio de lectura, quisiera resaltar el trabajo compositivo de Nietzsche que desmitifica la caricatura del genio en cuyos asaltos de inspiración se le revelan las ideas de manera completa. La crítica a la noción de genio a propósito de Wagner y de Schopenhauer, se presenta propicia para comprender el trabajo del propio Nietzsche. En este sentido, son elocuentes los borradores que esboza, los proyectos de trabajo que comenta a sus amigos, la preparación de notas mientras estudia o planifica clases, la corrección de los textos antes y después de la imprenta. Dicho trabajo compositivo puede entenderse también como una disciplina que permite orientar la fuerza liberada, dirección necesaria para superar la disolución.

Entonces, la crítica que el filósofo formula a la noción de genio de Schopenhauer y de Wagner, puede aplicarse para comprender la obra del propio Nietzsche, que se elabora en una disciplina de lectura y de composición, y cuyo estilo emerge también como expresión de una manera de vivir sumamente cuidada.

En este trabajo compositivo, de elaboración de borradores, formulación de proyectos y corrección de textos, pero también, de planificación de formas de vida que se evalúan experimentalmente, emergen nuevos órdenes posibles para establecer relaciones humanas en las que puedan nacer los espíritus libres.

 

2.1. No se trata de genialidad

La energía organizadora de Nietzsche se puede observar en su obra –en el recorte considerado en mi trabajo- pero también en sus actividades como profesor y en su vida. Es que una vez desmontado el concepto y mostrada como parodia su pretendida universalidad y unidad, se requiere una disciplina de composición que dirija la fuerza liberada.

Este trabajo compositivo puede entenderse como el ejercicio de una disciplina superior, la obligación a un orden creado por el propio filósofo, por consiguiente, libre. El aforismo 140 de El caminante y su sobra, “Bailar encadenado”, que vuelve críticamente sobre la noción de artista en los griegos, es elocuente también sobre la disciplina de composición que practica el propio Nietzsche. El filósofo considera que ante todo artista griego ha de plantearse la pregunta “¿cuál es la nueva coerción que él se impone?”, porque lo que se considera “invención” -señala- es el producto de “una traba autoimpuesta. ‘Bailar encadenado’, hacérselo difícil y luego extender sobre ello la ilusión de la facilidad” (Nietzsche 2007: 162).

Por otra parte, el filósofo señala que la “aparente inspiración” nunca cae del cielo, sino que se trata de un capital que en un determinado momento se expresa cuando se ha acumulado fuerza productiva.

En 1870 las horas cátedra que el profesor Nietzsche tenía a cargo ascendían a 20 entre el Bachillerato y la Universidad. La preparación de las clases suponía un esfuerzo, pero también una oportunidad para estudiar filosofía, que progresivamente adquiría importancia por sobre la filología.

El examen filosófico, el trabajo de argumentar, de elaborar los pensamientos requiere dedicación y tiempo, y las múltiples tareas que ocupaban al profesor en ese momento, a veces interrumpían dicho esfuerzo compositivo, lo que claramente contrasta con lo que supondrían las ocurrencias de un genio.

Cuenta Nietzsche en una carta de la época: “Me siento fuertemente impulsado a examinar filosóficamente las cosas como un todo unitario y a perseverar en un problema, con continuidad y sin ser molestado, con largas cadenas de pensamientos, pero me siento siempre traído de acá para allá y desviado de mi camino por las múltiples tareas profesionales” (Nietzsche 2007: 182).

Un año más tarde, luego de haber dado sus lecciones sobre los preplatónicos un par de semestres, Nietzsche seguía revisando y estudiando distintas fuentes, y el texto inicial, sus notas para las lecciones, se volvía “idea-huevo” de un libro que preparaba con intenciones de publicación. “El filósofo” fue uno de los títulos que pensó para ese conjunto de notas sobre el filósofo y la filosofía, apuntes y proyecto que finalmente fraguan en La filosofía en la época trágica de los griegos.

Y todavía en 1873 escribió a Rohde y a Malwida von Meysenbug, sobre su objetivo de “llevar a término un manuscrito que trata de temas filosóficos y en el que he trabajado con amor -dice-. Aparecen en él todos los grandes filósofos que han vivido en la época trágica de los griegos, es decir, durante los siglos VI y V" (Nietzsche 2007: 388).

También para El nacimiento de la tragedia, Nietzsche trabajó en escritos preparatorios, que luego envió a distintos amigos, de los que esperaba devoluciones. Por ejemplo, Nietzsche mandó el ensayo “Sócrates y la tragedia” a Gersdorff, pidiéndole que lo “lea con benevolencia”, porque tenía “todavía diversas cosas en mente” (Nietzsche 2007: 205).

Finalmente, el trabajo compositivo se muestra en la escritura de los papeles y borradores que dieron lugar a Humano, demasiado humano. Las cartas de ese período muestran claramente la disciplina de Nietzsche en la composición de su obra y en el ejercicio de sí, esto es, en la disposición cuidadosa de los elementos que le permitían vivir.

A partir de 1875, Nietzsche describe el agravamiento de los síntomas de una enfermedad sin diagnóstico: ataques con fuertes dolores de cabeza y de ojos, malestar estomacal, vómitos. Al mismo tiempo, parecía animarse con distintos planes que formulaba para conquistar su salud, y durante la prueba de estos planes registró su exploración de lugares con diferentes climas y relieves, en los que reconocía efectos de alivio -o no- de los síntomas; dietas, con distintos modos de combinar los alimentos, comparando las consecuencias de los nutrientes en su cuerpo, y el acercamiento y puesta a distancia de personas y lecturas.

Según este registro, algunas acciones auto-prescriptas en dichos planes mitigaban sus dolencias, pero nunca se trataba de una mejoría total, y con cada nuevo plan Nietzsche asumía un nuevo riesgo. De este modo, se lanzaba a la vida, peligrosa y abierta, y sin saber de su camino, lo transitó, porque ese movimiento le permitía sostenerse.

Esta planificación de la vida puede entenderse como una “disciplina”, pero esto no quiere decir el sometimiento a unas normas ajenas, se trata, antes bien, de un cuidado de sí, que fue componiendo experimentalmente, después de reconocer los alivios o intensificaciones del dolor que tenían como efecto dichos planes. Por eso esta disciplina no supuso una “fijación” o estabilización de determinados hábitos, sino de cuidados que implicaban una regularidad en su aplicación durante un período relativamente corto (un par de semanas, un par de meses), el señalado por los efectos de la cura.

Esta disciplina constituida por las distintas operaciones sobre sí hace experiencias y traza el camino del “espíritu libre”, y su registro definía el estilo de vivir, pero también de pensar y escribir.

Los parágrafos breves de Humano, demasiado humano no responden a una deliberada condensación de ideas de carácter efectista, sino que emergen como el rastro de una experiencia, y por eso puede observarse la unidad del estilo en la obra y en la vida. Porque se trata de la escritura de las operaciones realizadas sobre sí para conquistar la salud, o de las reflexiones a partir de la lectura grupal, anotadas en la breve tregua que le daba el dolor. Porque recoge el pensamiento nacido al ritmo de una caminata, o el dictado difícil de una idea que emergía en accesos recurrentes. Humano, demasiado humano es el registro de una experiencia, como una cicatriz tras una cirugía, como el surco que deja la reja del arado, como una palabra impresa letra por letra bajo la presión del martillo mecanográfico, o de la fuerza de la mano cuando raspa el lápiz en la hoja.

Pero luego, vinieron los momentos de revisión y de corrección, de nuevo, antes y después de la imprenta, para lo que recibió la ayuda de su alumno, amigo Köselitz. Y entonces, es posible entender que, si Humano está escrito en forma de aforismos, a la vez, la sucesión de los capítulos y los temas trabajados expresan una energía organizadora de los conceptos, lograda con esfuerzo.

 

2.2. Creación de un orden distinto

En la búsqueda de independencia de los poderes que se imponen a partir de los conceptos gregarios, Nietzsche reconoció muy temprano que sus interrogantes no debían ceder ante las expectativas disímiles de sus maestros.

En una carta a Rohde de enero-febrero de 1870, el profesor Nietzsche manifestaba a su amigo las proyecciones que hacían Wagner y Ritschl sobre su futuro, y expresó su intención con una honestidad conmovedora, si se tiene en cuenta su posterior separación de Wagner, en el reconocimiento de que tal relación lo alejaba de sí mismo:

“no me quiero dejar provocar: realmente no tengo en absoluto ambición literaria, no necesito vincularme a una pauta dominante, porque no ambiciono ninguna posición distinguida y famosa. Por el contrario, quiero, cuando llegue el momento, expresarme de la manera más seria y sincera posible. Ahora, dentro de mí, ciencia, arte y filosofía crecen juntos de tal forma que alguna vez, ciertamente, pariré centauros" (Nietzsche 2007: 123).

El reconocimiento del efecto práctico de los conceptos y la variación de posibilidades que ensayó en sus composiciones implica –ya quedó dicho- la creación de espacios con órdenes diferentes. Nietzsche compuso habitaciones que fueron cada vez más consonantes con su vida y escribió una vida y una obra a la medida de tales espacios singulares que lo fortalecían.

Pero además de experimentar consigo el efecto de los conceptos, cuidando al detalle los elementos cotidianos que le permitían vivir, Nietzsche observó los procesos sociales y advirtió sobre el tipo de relaciones entre los hombres y los modelos culturales que se conforman en distintas configuraciones conceptuales.

El filósofo reconoce el poder del lenguaje en la producción de los sujetos, al punto de advertir que una “mayoría débil” puede ser conducida hacia fines peligrosos para su propia humanidad. Patéticamente actual escribió: “Alguien que tenga dinero e influencia puede hacer de cualquier opinión la pública. Quien sabe que la mayoría de los hombres son débiles en menudencias y quiere lograr a través de ellos sus propios fines es un hombre peligroso” (Nietzsche 2007: 218).

Y en un fragmento de 1876: “El nuevo reformador trata a las personas como si fuesen arcilla. Con tiempo e instituciones se les pueden dar todas las formas, se puede hacer de ellas bestias o ángeles” (Nietzsche 2007: 326).

Nietzsche advierte que los conceptos, aunque nada tengan que ver con la verdad, la razón o la ciencia, pueden alimentar masas y estimular formas de vida, mientras sean creados a la medida de su función gregaria, e impuestos por determinados canales de poder.

El filósofo considera que una mayoría débil puede ser usada para fines egoístas y peligrosos, destructores de la mejor herencia de la humanidad. Por eso se conmovió con la noticia que había llegado a los diarios sobre un supuesto incendio del Louvre en el aplastamiento del levantamiento de la Comuna de Paris. Pero aún en medio de la tristeza que le produjo tal noticia sobre la destrucción de las obras de arte, Nietzsche afirmó que no se atrevería a arrojar una sola piedra contra los impíos que la habrían causado, porque entendía que no eran más que “los portadores de una culpa general, ¡sobre la que hay mucho que pensar!” (Nietzsche 2007: 205).

Sereno y vigilante, Nietzsche buscó la creación de un orden nuevo entre los hombres que aun ofrezca posibilidades de libertad, y nos enfrenta a dos opciones: la asunción orgullosa de los conceptos que se imponen y nos conducen, o la lectura disciplinada de tales conceptos, atentos a los elementos que los hacen emerger y los efectos que se siguen de ellos; en definitiva, se trata de sopesar modelos en los que queremos habitar.

En sus textos Nietzsche pone atención en el futuro del hombre, inventando nuevas posibilidades de vida y ponderando las antiguas. De cara a ello, consideró que la educación debe plantearse metas ecuménicas para el destino de los pueblos, y que esta tarea grande y difícil requiere de una nueva formación de profesores, médicos, naturalistas, artistas de la cultura. Nietzsche habló de una educación que se imponga la creación de una “cultura superior”, multicorde, porque en estas condiciones podrían nacer los espíritus libres.



Bibliografía

Nietzsche, Friedrich
1868 Los filósofos preplatónicos. Madrid, Trotta, 2003.
1873 Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Buenos Aires, Taurus, 2014.
1873 El nacimiento de la tragedia. Buenos Aires, Alianza, 2007.
1878 Humano, demasiado humano. Madrid, Akal, 2007.
2007  Correspondencia. Madrid, Trotta, 2007.

Mann, Thomas
1947 Doktor Faustus. Buenos Aires, Ed. Edhasa, 2013.


Publicado 20 julio 2017