Número 16, 2022 (2), artículo 9


Sobre el concepto de opinión pública en Jürgen Habermas


Raúl Moreno Bellés

Estudiante de doctorado. Universidad de Valencia




RESUMEN
El artículo trata de hacer un recorrido a través del concepto de opinión pública. Las aportaciones de Habermas muestran hasta qué punto la opinión pública es un motor de cambio social y cómo es crucial para una sociedad civil crítica y preparada para afrontar la recesión democrática en que estamos inmersos.


TEMAS
democracia · espacio público · Jürgen Habermas · opinión pública · sociedad civil



1. Introducción

Desde los albores de la humanidad, el ser humano se ha preguntado sobre cómo sobreponerse al medio, sobrevivir y desarrollarse. Esto, como ya decía Aristóteles, se ha conseguido gracias a la vida en sociedad, pues "el ser humano es un ser social por naturaleza, y el insocial por naturaleza y no por azar o es mal humano o más que humano (…). La sociedad es por naturaleza anterior al individuo (…) el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada para su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios" (Aristóteles, Política, I). En esta vida en sociedad se producen relaciones interpersonales que van forjando una intersubjetividad originada en el proceso de comunicación intelectual y afectiva; en este contexto surge una esfera que mejora y se desarrolla en tanto que mejora y se desarrolla el pensamiento crítico. Esta es la opinión pública.

Rousseau fue el primer autor que utilizó la expresión "opinión pública" en su Discurso sobre las artes y las ciencias, al afirmar que "los críticos sepultan los fundamentos del creer y aniquilan la virtud, dedican su talento y filosofía a la destrucción o el socavamiento de aquello que los hombres consideran sagrado; se enfrentan a la opinión pública" (Rousseau 1750: 17).

El término se ha popularizado hasta el punto de servir de muletilla de políticos, periodistas o ciudadanos ilustrados; así, se ha nublado su verdadero significado y dificultado su estudio científico, "se ha difuminado su contenido y casi imposibilitado el éxito de la pesquisa científica en torno a este concepto tan magmático" (Dader 1984: 209). Pese a todo, es imperativo en la actualidad otorgar luz a este concepto si se pretende crear una sociedad crítica, deliberativa y que afronte los problemas actuales y futuros de forma reflexiva y consensuada.

Abordaré el análisis y la reflexión sobre este concepto mediante una metodología hermenéutico-crítica, ya que "la hermenéutica crítica está basada en una visión dialéctica de la realidad. Al fundar su posicionamiento epistemológico en la tradición del pensamiento dialéctico dista de otras tradiciones de pensamiento que separan el conocimiento de la realidad y la praxis humana, y al mismo tiempo, el fenómeno de su esencia" (Miranda 2006: 112).  Esta es, desde mi punto de vista, la metodología más efectiva para enfrentar este concepto, ya que la praxis humana está sumamente afectada en la esfera de la opinión pública y así se aborda el planteamiento en su conjunto.

 

2. Planteamientos iniciales sobre opinión pública

La "opinión pública" tiene sentidos e implicaciones que suelen escapar a las consideraciones poco reflexivas; los análisis llevados a cabo por autores como Habermas muestran la diversidad de fenómenos aludidos por dicha expresión, así como su estrecha relación con la dinámica del poder y de los procesos políticos, de una manera mucho menos obvia y más compleja de lo que suele pensarse.

La sociología empírica delimita la realidad en función de los parámetros de medida accesibles desde este tipo de metodología, pero es obvio que no se pueden confundir estos límites con la amplia trama del espacio público y los intercambios que se producen en él; es un error conformarse con una interpretación reduccionista de los elementos que lo componen y de su proyección de futuro. Así, si se quiere abandonar sus reduccionismos de idealismo político o practicología de los sondeos, como afirma Dader:

"Requiere el aprovechamiento o perspectiva de una 'sociología de la comunicación', con atención a la estructura y naturaleza de los medios actuales de comunicación, al estudio de los efectos de los mass media, los usos comunicativos de los comunicadores profesionales y a los condicionantes de la comunicación social actual, en definitiva" (Dader 1984: 213).

En este contexto, Habermas aporta luz en el desafío de analizar la opinión pública. En 1962 publica Historia y crítica de la opinión pública, donde hace un exhaustivo análisis sobre los conceptos de opinión pública y espacio público. Después de pasar los años setenta y ochenta articulando su teoría de la acción comunicativa, donde presenta la discusión pública como la única posibilidad de superar los conflictos sociales, acaba de formalizar su teoría sobre la opinión pública en Facticidad y validez, publicado en 1998.

En uno de sus primeros escritos, Habermas delimita el concepto de opinión pública en relación con el espacio público:

"Por espacio público entendemos un ámbito de nuestra vida social, en el que se puede construir algo así como opinión pública. (…) Los ciudadanos se comportan como público, cuando se reúnen y conciertan libremente, sin presiones y con la garantía de poder manifestar y publicar libremente su opinión, sobre la oportunidad de actuar según intereses generales" (Habermas 1973: 61).

Así, Habermas muestra el carácter constitutivo de cualquier grupo de diálogo en la formación de la trama de "lo público", y en la generación de opiniones en torno a cuestiones donde diversas personas pueden verse afectadas. Así pues, no es un espacio político, sino civil, y no depende de un determinado sistema o estructura. Sin embargo no se puede obviar la importancia política de esta esfera, ya que, como afirma Habermas:

"El poder del Estado es también el contratante del espacio público político, pero no su parte. Ciertamente, rige como poder público, pero ante todo necesita el atributo de la publicidad para su tarea, lo público, es decir, cuidar del bien general de todos los sujetos de derecho" (Habermas 1973: 62).

De esto se sigue, y es tesis central del pensamiento de Habermas, que "la opinión pública está en relación con tareas de crítica y de control que el público de los ciudadanos de un Estado ejerce frente al dominio estatalmente organizado" (Habermas 1973: 63).

 

3. La posición de Hannah Arendt frente a Habermas

La dialéctica entre Hannah Arendt y Habermas fue decisiva a la hora de que este último formalizara su reflexión sobre la opinión pública. Ya en Historia y crítica de la opinión pública se puede observar una clara influencia de Arendt en el pensamiento de Habermas, influencia que venía dada de la obra La condición humana. En el capítulo II de dicha obra, dedicado a la esfera pública y privada, Hannah Arendt "hace énfasis en el cambio radical que supone la modernidad respecto de épocas anteriores, por la manera de concebir lo privado, lo público, lo político y lo social" (Boladeras 2001: 54).

 

3.1. Concepción de lo público y lo privado en la Grecia clásica y en la época moderna

Lo "público" y lo "privado" se trata de categorías de origen griego que nos han sido transmitidas con impronta romana. Como afirma Habermas:

"En la ciudad-estado griega plenamente formada, la esfera de la polis, común al ciudadano libre (koiné), está estrictamente separada de la esfera del oikos, en la que cada uno ha de apropiarse aisladamente de lo suyo (idia). La vida pública, bios politikos, se desenvuelve en el ágora, pero no está localmente delimitada: la publicidad se constituye en la conversación (lexis) (..) así como en el hacer común (praxis)" (Habermas 1962: 43).

Así pues, en la Grecia clásica lo público es político, el espacio común de actividades humanas de trascendencia histórica, compartida por los hombres libres. Lo privado se concibe referido a un dueño y señor, que tiene su espacio vital particular, habitado por seres que dependen de él y están "privados", tanto de derechos políticos como de proyección social.

En la época moderna, en cambio, los derechos políticos se universalizan y la perspectiva social penetra en todos los ámbitos de la vida: surge un nuevo concepto de privacidad, restringido a la intimidad, que se contrapone no sólo a la esfera de la publicidad, sino también a la esfera social. En este contexto, las tesis arendtianas que se muestran en el capítulo II de La condición humana son las siguientes:

1) La época moderna lleva a cabo la extinción de las esferas pública y privada, en sus delimitaciones tradicionales, y las subsume en la esfera de lo social.

2) Esta esfera social surge del único interés común que queda, el de los procesos de creación de riqueza.

3) Este interés común no crea espacios de significación vital compartida, sino que sirve al mero incremento de la acumulación de capital. La sociedad de masas ha perdido su poder para agrupar, relacionar y separar a las personas.

4) Lo privado se disuelve en lo social en tanto que la distinción entre propiedad y riqueza pierde significado.

En la Edad Antigua la propiedad era privada, pero era la puerta de acceso a la esfera pública. El señor de la casa era ciudadano de la polis, miembro de pleno derecho de la comunidad política, pero el bien común no se identificaba con las ganancias privadas.

Los romanos "nunca sacrificaron lo privado a lo público, sino que por el contrario comprendieron que estas dos esferas sólo podían existir mediante la coexistencia" (Arendt 1958: 68). En la modernidad, sin embargo, los negocios de sociedades y las nuevas dinámicas de capital diluyen la distinción entre propiedad y riqueza, y la política se concentra cada vez más en la economía.

Habermas adopta las tesis de Arendt y ofrece nuevos materiales que las apoyan y amplían en Historia y crítica de la opinión pública. En esta obra, hace un recorrido por la historia de las realidades vinculadas al concepto de "espacio público".

 

4. Recorrido histórico del concepto de ‘espacio público’

En la Grecia clásica la organización de la sociedad comportaba dos ámbitos de actividades humanas: la polis y el oikos. En este sentido, Habermas afirma:

"El orden político descansa, como es sabido, en una economía esclavista de forma patrimonial. Los ciudadanos están descargados del trabajo productivo, pero la participación en la vida pública depende de su autonomía privada como señores de su casa. (…) La posición en la polis se basa, pues, en la posición del oikodéspota. Bajo la cobertura de su dominio se realiza la reproducción de la vida, el trabajo de los esclavos, el servicio de las mujeres, acontece la vida y la muerte; el reino de la necesidad y de la transitoriedad permanece anclado en las sombras de la esfera privada. Frente a ella se alza la publicidad, según la autocomprensión de los griegos, como un reino de la libertad y de la continuidad" (Habermas 1962: 43).

Durante la Edad Media europea, la contraposición jurídica romana de publicus y privatus no es obligatoria:

"No se dio una contraposición entre publicidad y esfera privada según el modelo antiguo (o moderno). (…) una organización económica del trabajo social hace de la casa del señor el elemento central de todas las relaciones de dominio; no obstante (…) no puede acomodarse a la contraposición de disposición privada (dominium) y autonomía pública (imperium)" (Habermas 1962: 44-45).

No es posible documentar para la sociedad feudal de la Edad Media, con criterios institucionales, una publicidad con ámbito propio, separado de una esfera privada; entonces, la publicidad representativa no se constituye como un ámbito social, sino más bien como un estatus. El estatus de señor feudal es neutral frente a los criterios de "público" y "privado".

No es hasta la Reforma protestante, junto con el progresivo aumento del intercambio de información como mercadería y la creación del publikum, es decir, la opinión de las personas privadas, cuando aparecen las primeras transformaciones sustantivas. Cuando aparece el periodismo regular, a finales del siglo XVII, comienza un periodo de transición que finalizará un siglo después cuando la información pública rompe sus ataduras con la voluntad soberana del Estado absoluto (Boladeras 2001: 58).

Todos estos factores llevan a una nueva concepción de la publicidad. Frente a la publicidad representativa empieza a tomar fuerza la opinión pública, expresión pública de las ideas de los súbditos que se consolidan como personas privadas. En el s. XVIII Locke, Kant, y otros autores de renombre llevan a la práctica política y ciudadana la idea de que la racionalidad no deriva de principios abstractos absolutos, sino que se desarrolla a partir de la contrastación de opiniones sobre la verdad y la justicia, de manera que es inseparable de la discusión pública.

"La libertad de pensamiento, expresión de opiniones y difusión de ideas, junto con la no discriminación, igualdad ante la ley y libertades de asociación y movimiento, abren nuevos caminos para la vida ciudadana y recomponen la estructura de lo público/privado y lo "publicitario" / interés social / negocio privado" (Boladeras 2001: 59).

En este contexto, las decisiones políticas requieren una justificación que sólo pueden encontrar en la fuerza de la razón, una razón que se hace manifiesta en el debate de la opinión pública. Aun así, la sospecha de que la opinión pública no representa una "voluntad general" presenta argumentos filosóficamente sólidos en autores como Marx, que denuncia a la opinión pública como falsa conciencia: ella se oculta a sí misma su carácter de máscara del interés de clase burgués. De esta idea se extrae que la discusión parlamentaria no manifiesta la razón de todos los ciudadanos representados, sino la voluntad del grupo dominante. Los ilustrados se enfrentan al poder absoluto y plantean la estructuración de otro orden social.

Con ello se llega a mediados del siglo XIX y el siglo XX, cuando se producen los grandes enfrentamientos de clase y se pasa a la sociedad de masas y a la cultura tecnológica; se generan nuevas formas de creación y acceso a la riqueza, produciendo cambios sociales significativos. La publicidad se encuentra en la encrucijada de la multiplicación de los medios, su privatización y manipulación; la estatalización de lo público y su intromisión en todos los ámbitos de la vida del ciudadano se ha apoyado en la transformación de los medios de comunicación en instrumentos de dominación y entretenimiento del hombre masa, como diría Ortega. En este punto, Habermas afirma:

"El consensus fabricado tiene poco en común con la opinión pública, con la unanimidad final resultante de un largo proceso de recíproca ilustración; porque el "interés general", sobre cuya base (…) podía llegar a producirse libremente una coincidencia racional entre las opiniones públicamente concurrentes, ha ido desapareciendo exactamente en la medida en que la autopresentación publicística de intereses privados privilegiados se lo iba apropiando" (Habermas 1962: 222).

Habermas afirma que la dinámica social que vivimos presenta rasgos de una "refeudalización" de la sociedad. Como recuerda Adela Cortina:

"La palabra autocracia es un tanto críptica, pero el Diccionario de la RAE expone su significado con mucha claridad: forma de gobierno en la cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley. Por desgracia (…) uno de los grandes desafíos de nuestro siglo es el empoderamiento de las autocracias y el debilitamiento de las democracias, como si no hubiéramos aprendido nada del sufrimiento que causaron las del siglo pasado, de ese 'mundo de ayer' del que hablaba Stefan Zweig" (Cortina 2022).

El sujeto político de nuestra sociedad de masas no es el individuo del liberalismo, sino los grupos sociales y las asociaciones de determinados sectores privados que influyen en las decisiones políticas. A pesar de los aspectos negativos y de las dificultades que presenta la pervivencia y el desarrollo de una publicidad crítica en la sociedad de masas, Habermas insta al desarrollo de las posibilidades existentes, dada su importancia fundamental para la realización de la democracia. Sólo una publicidad crítica permitirá la expresión de los conflictos reales y su superación por la generación de consensos, de voluntad común.

La publicidad crítica ejercida por la sociedad civil respecto de los aparatos del Estado, sus formas de organización y ejecución constituyen elementos fundamentales de la vida política democrática, y Habermas incide en que los discursos no dominan por sí mismos, sino que es su fuerza comunicativa la que influye y permite determinados tipos de legitimación. En Facticidad y validez acaba de definir este planteamiento, profundizando en la dimensión normativa de su forma de entender el espacio público; sin embargo, antes de ahondar en ese planteamiento, me parece necesario mostrar el concepto de poder en la opinión pública para poder contextualizarlo después correctamente.

 

5. El concepto de poder en la opinión pública

En 1966 Habermas publicó un artículo reflexionando sobre la obra de Hannah Arendt Sobre la revolución, donde critica su concepción política y su interpretación sobre las revoluciones.

Esta es la discusión sobre el poder, que la autora relaciona con la esfera pública, en el ámbito de la interacción comunicativa de los ciudadanos, y que ya se vaticinaba desde la publicación de La condición humana, donde hace afirmaciones tales como: "El espacio de la aparición (…) precede a toda formal constitución de la esfera pública y de las varias formas de gobierno, o sea las varias maneras en las que puede organizarse la esfera pública" (Arendt 1958: 222). Para la autora, "el poder es lo que mantiene la existencia de la esfera pública, el potencial de aparición entre los hombres que actúan y hablan" (Arendt 1958: 146) y "el poder brota de la capacidad humana, no de actuar o hacer algo, sino de concertarse con los demás para actuar de común acuerdo con ellos" (Arendt 1958: 223).

Precisamente, el asentimiento que decide la transformación de una simple comunidad en una comunidad política, y que la mantiene en el tiempo como tal, es lo que Hannah Arendt entiende exactamente por poder político. A contracorriente del pensamiento liberal, para ella el poder acompaña el surgimiento de lo político, más aún, lo funda y lo preserva, de manera que no puede entenderse como una consecuencia o un efecto de lo político sino, por el contrario, como su propia génesis. En tal sentido, "esta definición de poder debe ser vista en relación con otra noción típicamente arendtiana: la de la actividad cívica, en cuanto apoyada sobre el principio de la intersubjetividad" (Palacios 2003: 55).

Esta concepción de poder que defiende la autora viene dada por la distinción radical que lleva a cabo Arendt entre poder y violencia. Incluso en su obra, titulada Poder y violencia, afirma que:

"Lo que confiere poder a las instituciones y a las leyes de un país es el apoyo del pueblo, que, a su vez, es sólo la continuación de ese consenso originario que ha llamado a la vida instituciones y leyes (…) Todas las instituciones políticas son manifestaciones y materializaciones de poder; se consolidan y se derrumban tan pronto como el poder vivo del pueblo no se encuentra tras ellas y las sostiene. Es lo que pensaba Madison, cuando decía que todos los gobiernos reposan en último término en la opinión" (Arendt 1970: 42).

Este concepto de poder excluye el aparato administrativo del Estado y otros aspectos del funcionamiento político. Habermas argumenta contra esta identificación entre poder y opinión pública, en tanto que ello comporta la disolución de la dimensión ideológica de la dominación, un planteamiento conceptual que no permite desarrollos descriptivos para el conocimiento de la realidad y establecer un punto de vista normativo conceptual.

 

6. Espacio de opinión pública en Facticidad y validez

Habermas propone un concepto de "espacio de opinión pública" en Facticidad y validez, con la vista puesta en entender la constitución y dinámica del espacio de opinión pública en relación con el poder, y proponer una delimitación y contraposición del poder comunicativo y el poder político. Esto se puede observar claramente cuando afirma:

"La esfera o el espacio de la opinión pública no puede entenderse como institución y, ciertamente, tampoco como organización; no es un entramado de normas con diferenciación de competencia y de roles, con regulación de las condiciones de pertenencia, etc.; tampoco representa un sistema; permite, ciertamente, trazados internos de límites, pero se caracteriza por horizontes abiertos, porosos y desplazables hacia el exterior. El espacio de la opinión pública, como mejor puede describirse es como una red para la comunicación de contenidos y tomas de postura, es decir, de opiniones, y en él los flujos de comunicación quedan filtrados y sintetizados de tal suerte que se condensan en opiniones públicas agavilladas en torno a temas específicos" (Habermas 1998: 440).

Así pues, los ciudadanos son "portadores del espacio público". El medio propio es la interacción comunicativa cotidiana, que produce argumentos, influencias y opiniones.

La opinión pública puede manipularse e instrumentalizarse, pero no comprarse públicamente o arrancársela al público mediante presión pública. Para Habermas, el espacio del libre juego de la opinión pública es el motor de la política democrática en un sentido empírico y normativo; por esto, propone el modelo de política deliberativa para superar las debilidades de las democracias actuales. La soberanía popular ocupa un lugar central en los requisitos que deben exigirse para la legitimación de las prácticas y decisiones políticas.

Esto es una llamada a la necesidad de movilización, marcada por los planteamientos habermasianos: una perspectiva pragmático-discursiva, que ofrece conceptos críticos de la situación presente y permite establecer futuros realizables en función del desarrollo concreto de las capacidades discursivas y cooperativas compartidas por los ciudadanos, y de la constitución de una sociedad civil férrea.

 

7. Opinión pública y sociedad civil

La opinión pública tiene su origen en las virtualidades performativas del lenguaje, en tanto que se gobiernan por sus propias reglas y hacen aparecer desde sí los espacios comunicativos libres, mientras que, en palabras de Ferrer:

"La sociedad civil corresponde a las instituciones en que decanta el mundo de la vida (…). Pero ya se ve que no son dinámicas independientes, sino que sus desarrollos se entrecruzan y solapan por momentos, ya que las instituciones del mundo de la vida se configuran desde el discurso lingüístico y la opinión pública, a medida que se va distanciando de su origen en los interlocutores, se incardina en la sociedad civil" (Ferrer 2002: 21).

La aparición del concepto de "sociedad civil" se da en los teóricos políticos europeos de los siglos XVI y XVII, recuperando la idea romana de societas como asociación privada y recogiendo el antiguo eco denotador de la ley civil en el derecho privado romano clásico.

Así pues, según Habermas, la sociedad civil entendida como sede de la opinión pública, interviene como legitimadora de las decisiones legales. Su cometido es hacer de puente entre la privacidad de las personas, salvaguardada como el conjunto de sus derechos fundamentales, y el sistema político o conjunto de instancias codificadas bajo la supervisión del Estado.

La sociedad civil es, por tanto, "la componente coordinadora del mundo de la vida, en la medida que. valiéndose del lenguaje ordinario enraizado en las vidas privadas de los ciudadanos, pone en comunicación los diversos códigos especializados y los integra en la acción común orientada al entendimiento recíproco" (Ferrer 2002: 29).

El trasvase de los aportes de la sociedad civil a la administración pública sigue unas fases específicas, que son las siguientes:

a) Aparición de asociaciones portadoras de demandas.

b) Difusión de éstas por los medios de comunicación hasta llegar al sistema político.

c) Afluencia de las demandas en las decisiones políticas tras haber superado los procesos democráticos.

Así pues, sólo a través de la institucionalización del flujo comunicativo en la sociedad civil se prepara el acceso de las cuestiones normativas del mundo de la vida a los puntos neurálgicos de los poderes públicos.

 

8. Conclusiones

Como se ha podido observar a lo largo del trabajo, la opinión pública es un concepto que está a la orden del día y que debe ser reflexionado por imperativos de necesidad en el presente.

Desde Rousseau, muchos filósofos han abordado el tema desde diferentes puntos de vista, pero las aportaciones más notorias son, a mi parecer, las que muestra Habermas en Historia y crítica de la opinión pública, donde, como ya he explicado, recoge muchas de las tesis que Hannah Arendt había expuesto en La condición humana. Y es esta dialéctica entre los dos la que permite a Habermas acabar de formalizar su teoría en Facticidad y validez.

Así pues, si la opinión pública se forma en el espacio público, donde los ciudadanos se reúnen y conciertan libremente, con la garantía de poder manifestar su opinión y poder actuar según intereses generales de personas afectadas, y si sólo una publicidad crítica permite la expresión de los conflictos reales y la superación de los mismos por la generación de consensos, de voluntad común, es necesario una publicidad crítica ejercida por la sociedad civil respecto de los aparatos del Estado como fundamentación de la vida política democrática.

Por este motivo, esta debe de ser una sociedad civil sólida, que permita y promueva la aparición de asociaciones culturales, benéficas, etc. que puedan llegar vivazmente a la periferia del sistema político, haciéndose oír a través de los medios de comunicación pública y que sean capaces de influir en las decisiones políticas.

Queda mucho trabajo y esfuerzo por delante, pero, como dijo Aristóteles, lo que con mucho trabajo se adquiere, más se ama.



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Publicado 15 diciembre 2022