Número 13, 2021 (1), artículo 9


Desencanto del presente y promesa de un futuro mejor. Comentario al libro ‘Breve historia de la utopía’


Myriam Rodríguez del Real

Estudiante de Filosofía (UNED), Periodismo y Comunicación audiovisual (CEU)




RESUMEN
El presente artículo es un recorrido de la historia de la utopía, a través del libro ‘Breve historia de la utopía’ de Rafael Herrera Guillén, centrándose en las características principales que comparten todas las utopías y constituyen su base, desde las literarias hasta las teorizaciones de finalidad práctica.


TEMAS
esperanza · historia · promesa · socialismo · Tomás Moro · utopía



La patria del cristiano está en el cielo, pero ello no anula
el deseo de construir una patria lo más parecida posible a la futura.
                              Herrera Guillén 2013: 134.

Breve historia de la utopía, de Rafael Herrera Guillén, es un libro dedicado a realizar un repaso histórico de las utopías, término que introduce Tomás Moro en el año 1516 –año de la publicación de su libro Utopía– y que viene del griego οὐ, que significa ‘no’, y τόπος, que traduce ‘lugar’, es decir: "lugar que no existe". Este recorrido histórico que se lleva a cabo a lo largo del libro reúne desde las primeras pinceladas de utopías con Platón en La república, pasando por la Biblia hasta las aplicaciones prácticas de esas utopías con los socialismos del siglo XIX y XX.

En este breve trabajo nos hemos propuesto esclarecer los puntos principales en los que coincide la estructura de todas las utopías, tanto literarias como las aplicaciones prácticas, a través de este recorrido que hace el filósofo Rafael Herrera con el libro que hemos mencionado.

En primer lugar, como ya hemos mencionado anteriormente, este término que fue inventado por Tomas Moro en el siglo XVI se aplica también a muchos intentos de creación utópica posteriores, ya que "pasó a ser utilizado para referirse a las obras que, yuxtaponiendo a una crítica de la sociedad una visión ideal opuesta, proponen alternativas más o menos verosímiles a las situaciones que los autores consideran condenables en la sociedad existente" (Ponte 2010: 2).

El primer punto importante para considerar las utopías es la mirada a la sociedad que se está habitando, esto es: "El autor de la utopía mira a su propia sociedad primero e intenta ver cuáles, pasa su propósito, son sus elementos significativos" (1) (Frye 1965: 324), y así desvelar qué se está criticando de la sociedad actual, porque no nos resulta deseable y hacia dónde se quiere ir, que se establece a través de la utopía como horizonte: "La utopía muestra cómo sería la sociedad si esos elementos estuviesen completamente desarrollados" (2) (Frye 1965: 324).

Hay dos ideas bíblicas que se repiten a lo largo de toda la historia de la utopía y que vertebran el pensamiento utópico: (a) la existencia de un pasado perfecto e idílico representada a través de la historia de Adán y Eva en el jardín del Edén (3) y su consiguiente pérdida que deja ese paraíso en manos del pasado y (b) la representación de un mundo corrupto, de un presente problemático y la esperanza de salvación y de salida de ese presente, hacia la propia utopía, donde no se quiere habitar encarnado en la historia de Noé y el diluvio universal que manda Dios. El presentar una situación o un presente no deseable, como cuenta Rafael en la parte del libro que explica la Utopía de Moro, forma parte de la dura crítica que se establece contra el presente y contra determinadas situaciones que lo conforman.

Otro de los rasgos importantes de las utopías es la diferencia que se establece entre el afuera (que sería la utopía que representa al mundo que se sale del mundo presente que no se desea) y el adentro (el mundo que se expone de forma crítica o mejorable). El "fuera" de la sociedad que construye la utopía se traduce en el aislamiento alrededor del que se constituyen muchas de las utopías. En Utopía ese "afuera" se construye llevando la comunidad utópica a una isla que está separada del resto de la sociedad. En Ciudad del Sol del italiano Campanella la ciudad está situada en la cima de la montaña protegida por siete murallas que representan los siete planetas. En Ciudad de Dios de san Agustín, ese afuera del mundo que es la ciudad del hombre se establece con la "ciudad de Dios" (4) (Agustín, XIV, 1) que es la ciudad que el filósofo de Hipona establece como su ciudad ideal basada en la caridad, la paz, la concordia y la justicia (5) (Agustín, XIX, 17).

La idea de separación, de aislamiento del mundo corrupto la corroborará Fichte en la constitución de su "socialismo de estado", quien lucha por la "creación de un Estado alemán unificado" (Herrera Guillén 2014: 163), un Estado autosuficiente y separado del resto de los demás Estados, esto es, aislado como si de una isla se tratase. Esto lo expone Fichte en su obra Estado comercial cerrado (6).

Para los cristianos esta utopía la constituirá el cielo, que es el afuera radicalmente del mundo, que está separado de él y que se establece en forma de promesa de salvación del tiempo presente donde habita el dolor, el sufrimiento, el caos, en definitiva, el pecado.

Esta promesa de salvación remite tanto al desencanto con el tiempo presente (que para el cristiano es el mundo donde el pecado habita) como a la idealización de un pasado que no se termina de recuperar (el paraíso del Edén). Como se describe en Breve historia de la utopía sobre los poetas latinos: "Hesíodo desarrolló un mito dorado de vida humana feliz; solo que lo situó en un pasado remoto ya irrecuperable (...) Este determinismo pesimista de la mitología hesiódica sitúa el mundo mejor como una utopía irrecuperable que solo fue posible en el pasado" (Herrera Guillén 2014: 37-39). Platón será quien constituirá en base al desencanto del tiempo presente (en concreto del sistema político ateniense) otros mundos posibles mejores a futuro en su obra República, donde describe su ideal de ciudad y de gobierno de esa ciudad estableciendo un paralelismo con el alma y su gobierno, que será el referente y la obra de la que beberán las posteriores construcciones utópicas.

Todos estos ideales de sociedades perfectas se basan en la construcción de una comunidad alrededor de la que se constituye la ciudad. Esta colectivización se traduce en la supresión de la propiedad privada, cooperación entre los ciudadanos que componen la sociedad y un fuerte pacifismo que mantenga el equilibrio y la buena convivencia entre los habitantes. Ejemplo de ello son las reducciones jesuíticas que tuvieron lugar en el siglo XVII y continuaron la tradición utópica iniciada por Moro. Estas comunidades fueron un intento de construir sociedades cristianas, justas y equitativa (7).

Situados los mundos utópicos en el afuera de la sociedad, que explicamos en anteriores líneas que separa a la sociedad ideal de la sociedad corrupta de la que se quiere escapar, este relato nos recuerda a la novela de Iris Murdoch, La campana, que narra la vida de una comunidad laica que se asienta en torno a una abadía, donde conviven con una comunidad de religiosas de clausura, donde se verá representada esta dualidad, de la que venimos hablando del afuera/adentro (8) del mundo, aunque finalmente la realidad se impone –¡no hay un afuera!– a través de un personaje que llega del mundo de fuera (9).

Esta sociedad que se constituye es una de las claves para la conformación de la utopía, y dirán Locke, Maquiavelo y Rousseau que consiste en un contrato social que se establece en aras de alcanzar la paz y la buena convivencia entre los habitantes, una especie de "pacto político, en el que todos se sometían a un poder común, que los protegía de la violencia que cualquier semejante pudiera causarles" (Herrera Guillén 2014: 155-156), aunque para Rousseau no era más que una "farsa porque solo sirvió para que los poderosos fundaran un poder que protegiera unas posesiones que ellos habían robado injustamente con anterioridad al resto de los seres humanos" (Herrera Guillén 014: 155-156). Esta idea nos devuelve a la supresión de la propiedad privada, uno de los rasgos que conforman el comunitarismo sobre el que están construidas las utopías.

Tanto en República, Utopía como en las aplicaciones socialistas que se desarrollan en torno al siglo XIX y XX, se pone la mira en la supresión de la competencia y su consiguiente sustitución por la cooperación (10) eliminando la propiedad privada del esquema social. La finalidad es alcanzar la justicia y la igualdad social, dos elementos imprescindibles también en las utopías.

El pensamiento marxiano y los posteriores marxismos, la Escuela de Frankfurt (Walter Benjamin, Horkheimer, Marcuse), tienen una gran aspiración utópica: "El pensamiento de Walter Benjamin se nutre de múltiples influencias. Una de ellas es el grupo de pensadores calificados a posteriori como socialistas utópicos, que comparten con el filósofo alemán la voluntad de transgredir el sistema social que vivieron –el primer tercio del siglo XIX– a partir de la imaginación de un nuevo mundo" (Montesinos 2016: 2-7). Decía Marx en sus Tesis sobre Feuerbach (1845): "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo".

Estas grandes ideas que componen la base de las mayores utopías no sirven de nada si no tienen una función directamente transformadora. Así, el propósito de Marx era crear una sociedad futura sin clases, sin propiedad privada –que es la causa de toda injusticia social– y sin Estado. Estas promesas de Marx resuenan en de la misma forma que lo hacen las palabras de esperanza de Jesucristo acerca de un mundo mejor en forma de promesa a lo largo del Nuevo Testamento (11).

Proudhon a través de su propuesta de anarcosocialismo coge el hilo de la sociedad sin Estado, que Marx propone. El planteamiento que realiza de sociedad perfecta es un conjunto de "comunas o pequeños municipios que elaboren su propia red de relaciones, hasta hacer que el Estado opresor se desintegre" (Herrera Guillén 2014: 245), sociedad donde tampoco existiría la propiedad privada, ya que el filósofo la considera un "robo" y se enmarca en los socialismos del siglo XIX.

Volviendo a otro de los puntos importantes que vertebran las utopías es la idea de justicia y la búsqueda de propuestas de sociedades donde la justicia sea el elemento que se vertebre el resto de la sociedad. Es ya Platón el primero en basar toda la estructura de su ciudad perfecta en la justicia. Dirá en el libro II y retomará en el IV de República que la justicia consiste en que cada ser desempeñe la función que le es propia y esto se aplica tanto a las partes del alma como a las clases dentro de la ciudad (12). Volviendo a Proudhon, el filósofo francés también es otro de los exponentes del pensamiento utópico que recalca la centralidad de la justicia en su pensamiento: "Justicia, nada más que justicia; tal es el resumen de mi argumentación" (Proudhon 1982: 105). Para Marx, en cambio, la idea de justicia habría de ser algo que moviese a la acción y a la transformación social, sino no tendría ninguna importancia.

La justicia en el mundo actual, la búsqueda de su alcance está relacionada con la búsqueda de dotar de dignidad a todo ser humano. En muchos autores desde el Renacimiento con Pico della Mirandola la dignidad está estrechamente vinculada a la idea de libertad como autodeterminación y libre voluntad. Para Campanella todos los ciudadanos han de tener el deber de trabajar, ya que es a través del trabajo el medio de dignificación y de consecución de la igualdad social que persiguen todos los proyectos utópicos. En el Génesis, que narra la creación del mundo, aparece el trabajo como uno de los valores atribuidos al ser humano que le confiere dignidad y autonomía: "Tomó, pues, Jehová Dios al hombre y le puso en el huerto de Edén, para que lo labrase y lo guardase" (Génesis 2,15), idea retomada por Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens. Por otra parte, en la Edad Moderna, como nos cuenta María Pía Chirinos (2009), profesora de antropología: "Lutero reclama para la vida activa un lugar privilegiado. Dios llama a través del oficio y en las circunstancias cotidianas: Beruf equivale a trabajo y a llamada divina. El protestantismo despreciará la vida contemplativa como abandono irresponsable del mundo": http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/trabajo/Trabajo.html

En cambio para Marx y los posteriores pensadores marxistas y posmarxistas el trabajo será la vía de alienación del hombre porque lo convierte en mercancía, esto es, la vida del hombre termina valiendo lo que vale su trabajo (13).

Por último, no son pocos los autores que señalan la educación como uno de los puntos clave para la conformación de un estado o sociedad perfecta (14). Platón será el primero en destacar la importancia de esta misma, ya que para la buena construcción de la sociedad cada ciudadano ha de descubrir a través de la educación cuál es la función que le es más propia, y así dedicarse a esa labor. Tanto Johann Valentin Andreae en Cristianápolis, Rousseau en su Emilio, o de la educación y Owen con su socialismo cooperativista inciden en el papel central de la educación en la construcción de la ciudad perfecta, que los ambos tres buscan llevar a cabo.

El pensamiento utópico y el distópico son dos caras de la misma moneda, puesto que toda utopía alberga en su seno una distopía, una idea sobre cómo no debiese de ser la sociedad (15). "La diferencia entre la utopía y la distopía (...); lo que cambian son los juicios de apreciación del sujeto del discurso no los contenidos del texto (...) en su origen hubo una utopía, un lugar de ninguna parte que al encontrar su topos, su lugar terreno, se convierte en un mal lugar" (Núñez Ladevéze 1985: 47-50).

Los peligros con los que se encuentran las utopías son entender la utopía no como horizonte al que caminar, sino como estado al que se ha de llegar en el presente para poder deshacernos de este tiempo actual que criticamos y no deseamos y no entender que el cambio exige unos tiempos lentos y pausados que entra en conflicto con el deseo de que algo cambie en el momento presente que habitamos. Y, por esta razón, las utopías siempre han fracasado. Recordemos el sarcasmo con el que Moro designa a este lugar ideal con el nombre de "utopía" que significa literalmente "no lugar".



Notas

1. "The utopian writer looks at his own society first and tries to see what, for his purposes, its significant elements are" (traducción propia).

2. "The utopia itself shows what society would be like if those elements were fully developed" (traducción propia).

3. "Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. (...) Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Génesis 2).

4. "[H]e dividido la humanidad en dos grandes grupos: uno, el de aquellos que viven según el hombre, y otro, el de los que viven según Dios (...) [d]e aquí que, siendo tantos y tan grandes los pueblos diseminados por todo el orbe de la tierra, tan diversos en ritos y en costumbres y tan variados en lengua, en armas y en vestidos, no formen más que dos géneros de sociedad humana, que podemos llamar, conformándonos con nuestras Escrituras, dos ciudades. Una es la de los hombres que quieren vivir según la carne, y otra la de los que quieren vivir según el espíritu, cada una en su paz propia."

5. "La ciudad celestial, durante su peregrinación, va llamando ciudadanos por todas las naciones y formando de todas las lenguas una sociedad viajera. No se preocupa de la diversidad de leyes, de costumbres ni de institutos, que resquebrajan o mantienen la paz terrena. Ella no suprime ni destruye nada, antes bien lo conserva y acepta, y ese conjunto, aunque diverso en las diferentes naciones, se flecha, con todo, a un único y mismo fin, la paz, terrena, si no impide la religión que enseña que debe ser adorado el Dios único, sumo y verdadero. La ciudad celestial usa también en su viaje de la paz terrena y de las cosas necesariamente relacionadas con la condición actual de los hombres. Protege y desea el acuerdo de afectos entre los hombres cuanto es posible, dejando a salvo la piedad y la religión, y supedita la paz terrena a la paz celestial. Esta última es la paz verdadera, la única digna de ser y de decirse paz de la criatura racional, a saber, la unión ordenadísima y concordísima para gozar de Dios y a la vez en Dios. En llegando a esta meta, la vida ya no será mortal, sino plenamente vital. Y el cuerpo ya no será animal, que, mientras se corrompe, apesga al alma, sino espiritual, sin ninguna necesidad, sometido de lleno a la voluntad. Posee esta paz aquí por la fe y de esta fe vive justamente cuando refiere a la consecución de la paz verdadera todas las buenas obras que hace para con Dios y con el prójimo, porque la vida de la ciudad es una vida social".

6. "Se configura así un Estado con competencias omnímodas, un Estado hiperestructurado, que requiere para su fundación de un nutrido número de funcionarios, y a la vez, un Estado proteccionista, comercialmente cerrado, que permita controlar la producción y el desarrollo interno de la economía y que, finalmente, termina por conducir al aislamiento, en suma, una dictadura estatal, que se ha dado en llamar "dictadura educativa" por el papel que en ella cumplen los sabios, ya sea como gobernantes o como consejeros del rey, y que inevitablemente recuerda a la república platónica" (López Domínguez 1995: 201).

7. "surgieron las reducciones, inspiradas en la Utopía de Tomás Moro: América era un continente nuevo, un lugar para probar nuevas formas de gobierno y de organización distintas a las del viejo continente, una sociedad perfecta en la que lo material y lo espiritual subsistiesen en una armonía que permitiesen alcanzar la plenitud del ser humano, en la que la propiedad privada no existía y todo era de todos, en la que los intelectuales enseñaban al resto a leer, a cantar, a escribir. Además, se encontraban libres de impuestos y de cualquier otro tipo de opresión por parte de los españoles y de los encomenderos que les rodeaban. El fin último era que el indio viviese de acuerdo con los principios cristianos y que aprendiese a leer, escribir y a realizar otras destrezas" (Strausfeld 1991).

8. "Es decir, ha hecho algo maravilloso en Imber. Me gustaría ser capaz de hacer eso. Claro está, nunca lo haría como usted, pero me gustaría formar parte de una cosa así. Algo tan puro y fuera del mundo moderno" (Murdoch 2002: 144).

9. "Dora se había acostumbrado a pensar en Imber como algo completamente remoto, algo completamente aislado y privado. Imber se había retirado del mundo, pero el mundo aún podía ir a Imber a fisgonear y a burlarse y a juzgar" (Murdoch 2002: 252).

10. Otro de los pensadores que impulsan este cooperativismo es Robert Owen, quien quería buscar alternativas al sistema de competencia sangrante capitalista que sometía y establecía un orden de dominados y dominadores.

11. "Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19,10). "Así nos lo ha mandado el Señor: Te he puesto por luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra. Así nos lo ha mandado el Señor: Te he puesto por luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra." (Hechos13,47). "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Juan 3,16).

12. "La justicia, en efecto, es algo semejante a lo que prescribíamos, en concepto de que no se detiene en las acciones exteriores del hombre, sino que arregla el interior, no permitiendo que ninguna de las partes del alma haga otra cosa que lo que le concierne y prohibiendo que las unas se entrometan en las funciones de las otras. Quiere que el hombre, después de haber ordenado a cada una las funciones que le son propias; después de haberse hecho Platón, dueño de sí mismo y de haber establecido el orden y la concordia entre estas tres partes, haciendo que reine entre ellas perfecto acuerdo" (República, IV, 443b.)

13. Sobre este asunto, puede resultar interesante la lectura de La condición humana de Hannah Arendt. donde expone las tres actividades fundamentales: "son fundamentales porque cada una corresponde a una de las condiciones básicas bajo las que se ha dado al hombre la vida en la tierra" (Arendt, Cruz y Novales 1993: 21.) que hacen al hombre ser humano: labor (cuya condición es la propia vida), trabajo (cuya condición es la mundanidad) y acción (cuya condición es la pluralidad), que serían la vida activa contraponiéndolo a la vida contemplativa que sería el pensamiento, y siguiendo con la división que establece Aristóteles en su obra Ética a Nicómaco.

14. "Para conducir a los hombres a ese punto de cohesión y unanimidad, los utopistas no han dejado de reservar un lugar importante a la educación. La pedagogía ofrecerá el mejor medio de acción directa sobre el material humano a fin de uniformizar las conciencias. Desde Platón, no hay utopía que no le reserve una función apreciable: en la mayoría de los casos la educación queda confiada al Estado, custodio de la norma y del único modelo autorizado. Un ciudadano se forma desde la infancia y desde la infancia se le infunde la gama de reflejos indispensables. Hay que sustituir su naturaleza primitiva, humana y, por tanto, individualista y anárquica, por otra adecuada para su función" (Trousson 1995: 49).

15. "En el seno de toda utopía, de todo sueño de un mundo mejor, habita el infierno. Esto lo sabemos desde Adán y Eva" (Herrera Guillén 2014: 21-25).



Bibliografía

Arendt, H. (M. Cruz y R. G. Novales
1993 La condición humana. Barcelona, Paidós.

Chirinos, María Pía
2009 "Trabajo", en Francisco Fernández Labastida y Juan Andrés Mercado (editores), Philosophica. Enciclopedia filosófica on line
http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/trabajo/Trabajo.html

Frye, N.
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http://www.jstor.org/stable/20026912

Herrera Guillén, R.
2013 Breve historia de la utopía. Madrid, Nowtilus.
2014 "Utopía: síntesis histórica desde Adán y Eva hasta el 15M", Crítica, (991), 21-25.

López Domínguez, V.
1995 Fichte: acción y libertad. Madrid, Ediciones Pedagógicas.

Montesinos, E.
2016 "La ciudad creativa como utopía y una alternativa a partir de Walter Benjamin", XIV Coloquio Internacional de Geocrítica. Las utopías y la construcción de la sociedad del futuro: 2-7.

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2002 La campana. Madrid, Alianza Editorial.

Núñez Ladevéze, L.
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2005 La república. Madrid, Alianza Editorial.

Ponte, G. B.
2010 "La utopía de Tomás Moro: una sociedad disciplinaria", Revista Pléyade, (6), 2-26.

Proudhon, P-J.
1982 ¿Qué es la propiedad? Madrid, Alianza Editorial.

Trousson, R.
1995 Historia de la literatura utópica. Viajes a países inexistentes. Barcelona, Península.


Publicado 05 mayo 2021