Número 11, 2020 (1), artículo 7


A mis estudiantes confinados en marzo-abril de 2020


Miguel Moreno Muñoz

Profesor Titular, Universidad de Granada




RESUMEN
El confinamiento de estudiantes y docentes ante el riesgo de infección por coronavirus obliga a seleccionar herramientas idóneas para la enseñanza no presencial. La adopción de las más eficaces y con menor coste constituye una obligación profesional inexcusable, para garantizar los objetivos asociados a cada etapa del sistema educativo.


TEMAS
brecha digital · coronavirus · digitalización · ética profesional · teleformación



En esta ocasión no pretendo distraer vuestra atención con más contenido académico. Solo comentar algunas cosas a las que seguramente no estoy obligado como docente. Espero que no resulten inoportunas.

Vivimos una situación excepcional, única en sus características para las generaciones que coexistimos. Esta excepcionalidad nos obliga a modificar en parte nuestros roles profesionales, así como las actitudes con las que afrontamos este desafío global.

La dinámica formativa del segundo cuatrimestre ha sido alterada de modo radical por razones ajenas a nuestra voluntad. Estamos inmersos en un escenario de crisis sanitaria terrorífico, que vimos al principio con distancia —como si fuera solo un problema circunscrito a una provincia de China— pero que en pocos meses se ha extendido al resto del mundo, con un balance de víctimas aterrador y servicios sociales o de atención hospitalaria desbordados.

Al drama sanitario se suma una falta de experiencia colectiva para gestionar con eficacia la complejidad de un escenario de riesgo sin precedentes. Los malentendidos iniciales y las subestimaciones imprudentes de la amenaza han desencadenado una secuencia de iniciativas precipitadas, lastradas por la falta de recursos y de equipamiento sociosanitario, como resultado de una década de recortes que han mermado la plantilla de los servicios públicos y menoscabado su capacidad para afrontar la situación.

Es el momento de abrir los ojos y comprobar en qué se traducen los mensajes entusiastas que hasta hace unas semanas abogaban por la privatización de la atención sanitaria y de otros muchos servicios básicos (residencias de mayores, atención domiciliaria, dependencia, lavandería hospitalaria, etc.).

En situaciones de crisis o catástrofe global, el capital privado y sus legiones de emprendedores salen en estampida, arrojando todo tipo de lastres para ganar velocidad. Corresponde al sector público y a profesionales en todos los niveles de gestión administrativa hacerse cargo de las obligaciones inexcusables, para garantizar las actividades que sustentan el interés general (seguridad, atención sanitaria, educación, acceso al agua potable y alimentos, comunicaciones, transporte...) y de las que depende, en última instancia, nuestra supervivencia.

Estudiantes y docentes no somos imprescindibles en la medida que lo son hoy los profesionales sanitarios. Ni estamos en la primera línea de batalla contra los efectos letales de un microorganismo altamente infeccioso, el coronavirus Covid-19.

Es importante que imaginéis la sensación de impotencia de quienes deben atender a miles de pacientes ingresados por neumonía, con dificultad respiratoria aguda o choque séptico, y necesitados de asistencia respiratoria para compensar durante semanas el deterioro de la función pulmonar.

Pese a la introducción de tecnología médica avanzada en toda la red asistencial durante las últimas décadas, ante una pandemia repentina el personal médico y de enfermería se ve obligado a realizar su labor sin disponer de tratamientos específicos, limitándose a aliviar los síntomas y mantener las funciones vitales de los ingresados en las UCI.

Desarrollan esta tarea asumiendo un alto riesgo de contagio para sí mismos y para sus familiares, puesto que la situación ha desbordado todas las previsiones en cuanto a disponibilidad de EPI, guantes y mascarillas, que solo llegan a una proporción mínima de los trabajadores en riesgo. Se trata de un escenario dantesco, ante el cual muy pocos países han tenido las capacidades y los recursos para reaccionar con acierto, eficacia y previsión.

Las consecuencias de esta imprevisión se cuentan por millares de fallecimientos cada día entre colectivos vulnerables (mayores y personas inmunodeprimidas, sobre todo). Pero la cuota incluye a decenas de pacientes de todas las edades y, entre ellos, a profesionales que resultan infectados en el desempeño de sus obligaciones.

Este drama genera miedo e incertidumbre colectiva, sea por el balance directo de víctimas asociado o por las consecuencias devastadoras y previsibles derivadas del confinamiento, como medida impuesta para reducir el riesgo de contagio y la ralentización o cese de la actividad productiva.

No nos engañemos: una reducción del 15-20% en el PIB de los países más desarrollados puede ocasionar una recesión de efectos incalculables a escala global, de alcance incluso peor que la padecida en la última década, la Gran Recesión.

Con seguridad, se avecinan meses y años difíciles, que dejarán a mucha gente en situación precaria y supondrán obstáculos para el desarrollo de vuestros proyectos vitales o profesionales. Conviene, pues, mantener la cabeza fría y analizar con detalle qué papel os corresponde y con qué actitud afrontaréis un escenario adverso y, probablemente, disruptivo:

1. A muy corto plazo, es importante centrar los esfuerzos en normalizar la dedicación y el aprovechamiento del cuatrimestre, sean cuales sean los medios a nuestro alcance para conseguirlo.

2. A medio plazo, es necesario terminar el proceso formativo del que formáis parte y conseguir la capacitación necesaria para ejercer una profesión, sea en el ámbito educativo, en las industrias de difusión cultural, en la actividad investigadora o en cualquier otra a vuestro alcance.

3. A largo plazo, conviene tener claro a qué fines queréis contribuir y qué empresas, asociaciones o instituciones merecen vuestro talento, energía y dedicación.

Permitidme, ya que tengo gente muy cercana de vuestra edad, alguna sugerencia que igual no sobra en vuestras deliberaciones. Sea cual sea la profesión en la que aterricéis, por elección o azar, es muy probable que importe tanto lo que hacéis cada día como el objetivo al que vuestra dedicación apunta y las herramientas elegidas para cooperar con otros en su consecución.

1. Pese a la insistencia de muchos en reforzar fronteras y parcelar territorios, habéis nacido en una sociedad globalizada, que no va a dejar de serlo por esta pandemia. Es importante que la energía invertida en desarrollar vuestros talentos y capacidades tenga como referencia un horizonte amplio de intereses, incluyendo los de colectivos vulnerables y otros que exceden el círculo moral de la especie humana.

2. Desde vuestros ámbitos respectivos, tenéis la oportunidad de marcar la diferencia en el trato que infligimos a otros seres vivos y en la importancia que damos a nuestros vínculos con la naturaleza, cuyos ecosistemas están al borde del colapso. La percepción de vulnerabilidad como especie no debe ofuscar la comprensión del impacto que hemos tenido durante siglos en el deterioro de las condiciones de vida para las demás formas de vida en el planeta Tierra.

3. Antes de vuestra jubilación es muy probable que hayáis vivido algunos escenarios catastróficos pronosticados por los miles expertos que analizan la evolución de las tendencias inducidas por el cambio climático. Tenéis en vuestra mano múltiples herramientas que podéis utilizar para exigir responsabilidad a quienes tienen que tomar decisiones urgentes, drásticas y acertadas, cuando aún hay margen para minimizar las consecuencias.

4. No podéis delegar en terceros el esfuerzo de autoclarificación racional ni la obligación de conocer, puesto que los canales diseñados para introducir ruido y desinformación serán cada día más potentes y tendrán a actores más dañinos detrás. Más que nunca, el conocimiento riguroso será esencial en las próximas décadas para prevenir nuevas pandemias y catástrofes, y os cabe un protagonismo insustituible en cooperar para que el desarrollo de la investigación interdisciplinar mejore las estrategias de supervivencia.

El escenario de confinamiento colectivo que atravesamos supone una dura prueba para nuestras capacidades intelectuales y emocionales. Es fácil desorientarse y perder el ánimo, cuando se alteran las rutinas saludables y nos faltan oportunidades para el ocio, el ejercicio y la interacción social. Afortunadamente, no estamos en las situaciones de confinamiento que vivieron millones de presos y víctimas en la segunda guerra mundial, ni sufrimos en primera persona la tragedia de los cientos de personas que estos días fallecen en aislamiento y sin despedirse de sus allegados.

Tenéis a vuestro alcance herramientas e infraestructura que marcan la diferencia en cómo habría podido afrontar una situación como la actual mi generación y la vuestra. A mediados de los noventa comenzó a extenderse el uso de Internet, que sin duda ha sido la revolución más importante para la humanidad después de la imprenta. Mis primeros apuntes para estudiantes de bachillerato estuvieron disponibles en la web hacia 1996, y todavía pueden consultarse algunos temas de Historia de la Filosofía adaptados para el formato HTML en 1998.

Quienes por esos años trabajábamos como profesores de instituto vimos pronto el potencial de las TIC para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje, seguramente porque los centros de primaria y secundaria/bachillerato en la red pública venían padeciendo una escasez crónica de medios y recursos educativos. Aunque los entusiastas de la digitalización éramos minoría en esa época, sí tuvimos capacidad para desarrollar herramientas cooperativas y recursos educativos de calidad, puestos al alcance de cualquier escolar con conexión a Internet en cualquier parte del mundo, de forma gratuita.

Quizá Wikipedia sea el mejor ejemplo de proyecto cooperativo global, que poco a poco fue desbancando a iniciativas privadas o comerciales como la enciclopedia Encarta o la enciclopedia británica. Otras herramientas se desarrollaron para el intercambio de archivos musicales sin intermediarios comerciales (Napster, p. ej.), y después fueron sustituidas por otras (eMule, clientes Torrent, etc.) cuyo uso se generalizó para facilitar el acceso al conocimiento y a la cultura a quienes difícilmente podrían tenerlo pagando todos los derechos por copyright de las obras que pudieran interesarles.

Hoy, gran parte de estos recursos están accesibles mediante suscripciones de bajo coste o como parte de los servicios de comunicaciones que contratamos con los distintos operadores. Pero el coste del hardware y de las conexiones de calidad en los años noventa era prohibitivo para la mayoría, y su capacidad incomparablemente peor, si se compara con los servicios y dispositivos actuales.

Es obvio que no todo el mundo estuvo en condiciones de explotar con éxito las ventajas de la digitalización y de los nuevos servicios a través de redes de banda ancha. Ni entre los estudiantes ni, en mayor medida, entre el profesorado. Esa brecha de conocimientos, habilidades y cultura de uso en relación con las tecnologías digitales y las comunicaciones se mantiene todavía.

Aunque gran parte de estudiantes y docentes se desenvuelven bien como usuarios, es mucho menor la proporción de quienes están en condiciones de elaborar recursos propios de calidad y gestionar con éxito los canales, herramientas y aplicaciones necesarias para su difusión. No debéis tolerar que se esgrima esta circunstancia como excusa para que no se os trate como adultos, ni para prestaros determinados servicios con la calidad y eficacia propia de un contexto tecnológico del siglo XXI.

Pese a las inercias decimonónicas de las universidades y de otras instituciones educativas, no debéis olvidar que sois una generación surgida en un entorno de oportunidades, herramientas y servicios que vieron la luz como resultado de la cooperación previa, y en gran parte desinteresada, de millones de profesionales y aficionados que desarrollaron su labor en las universidades y centros educativos de todo el mundo, no solo en los países más desarrollados.

Tenéis que estar alerta ante los efectos letales del tecnoanalfabetismo atrincherado, que invita siempre a la cautela, a cursar primero procesos de formación interminable y a desconfiar por principio del uso de herramientas, dispositivos, programas y aplicaciones que igual tienen como efecto ampliar vuestros márgenes de autonomía y de competencias técnicas para no depender de nadie. Los maestros medievales percibieron como una amenaza terrible para la calidad de la docencia la llegada de los primeros cuadernos de notas a las aulas, en los que los estudiantes anotaban los dichos e ideas del pensamiento clásico, evitando memorizarlas.

Lo mismo ocurrió cuando se abarataron los libros con la llegada de la imprenta. Personajes como Erasmo de Rotterdam decidieron huir de las aulas en las que se enseñaba a los hijos de la nobleza y a las élites de las órdenes religiosas para dedicarse en exclusiva a difundir sus ideas pedagógicas y humanistas a través de la imprenta. Esta tensión persiste hoy en las instituciones de enseñanza superior, donde se produce una lucha feroz por la democratización del acceso al conocimiento y a la cultura, en contra de los modelos propietarios y fuertemente restrictivos de cobro por capítulo o artículo leído.

Las publicaciones y recursos electrónicos que la Universidad de Granada pone a vuestro alcance son mucho más importantes que las plataformas de apoyo a la docencia. Es importante que os familiaricéis con las herramientas que os permiten aprovechar tales recursos, porque suponen un coste importante para la red universitaria estatal. Pero son un buen ejemplo de la cooperación internacional a escala global, para facilitar a las nuevas generaciones un acceso más fácil y potente al conocimiento, a los resultados de investigación y a las manifestaciones sofisticadas de la cultura contemporánea.

No creo que el profesorado esté hoy legitimado para elegir libremente qué cauces de comunicación prefiere utilizar con sus estudiantes, si esas preferencias los llevan a optar por los menos efectivos (¿fotocopias…?) en cuanto a sus posibilidades de acceso y manejo. Es vuestra obligación exigir ser tratados conforme a estándares del siglo XXI, sean cuales sean las razones que un tecnoretrón pueda aducir para no hacerlo.

Del mismo modo que no esperamos de un profesional sanitario que nos aplique técnicas diagnósticas y remedios del siglo XIX —entre otras cosas porque resultaría responsable de mala praxis—, tampoco debéis considerar meros favores el esfuerzo requerido para facilitaros un seguimiento razonable y sin obstáculos de vuestro proceso formativo, forzados como estamos a una dinámica no presencial.

Debéis desconfiar de quienes nunca ven razones para dejar de hacer “lo mismo de siempre”. Es probable que digan hacerlo por “vuestro propio bien”, o porque se os supone “adultos que saben buscarse la vida”. Lo cierto es que para la tarea docente existen hoy medios, aplicaciones y soportes de uso ampliamente generalizado (conexión a Internet de banda ancha, equipos informáticos o dispositivos móviles, plataformas de apoyo a la docencia, aplicaciones móviles y de escritorio) que aportan unos márgenes de versatilidad razonables, a efectos de evitar un perjuicio irreparable en la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje previstos en el calendario académico. Tenéis derecho a exigir su uso, pues lo contrario supone claudicar ante negacionistas prácticos.

Incluso asumiendo que su eficacia no será comparable con la del proceso presencial, cabe un margen amplio de escepticismo sobre toda estrategia metodológica que, en contexto educativo, dé por cierto el resultado antes de ponerla a prueba. En estos días habéis podido ver cómo mucha gente colabora desinteresadamente fabricando mascarillas, protectores o utensilios de uso médico con equipamiento doméstico.

Es lamentable escuchar de una organización sindical mayoritaria el catálogo de no obligaciones para el personal docente, concretando el tipo de herramientas que no estamos obligados a utilizar para compensar los inconvenientes del confinamiento colectivo entre estudiantes de todos los niveles educativos.

En primaria y secundaria los obstáculos son importantes, sin duda. Pero vosotros formáis parte de una institución dedicada a la educación superior, cuya credibilidad o legitimidad social depende de su capacidad para movilizar el talento, el esfuerzo y la disposición al aprendizaje continuo. Las circunstancias actuales amplían el alcance del sentido de la responsabilidad profesional individual y colectiva, dejando en segundo plano los intereses del gremio al que pertenecemos.

También los sindicatos deberían estar a la altura: catálogos de no obligaciones como el difundido por Comisiones Obreras para el personal de la UGR (1) únicamente generan descrédito y ponen en evidencia su papel (¿preventivo, inclusivo, proactivo?) en las instituciones en las que llevan décadas condicionando la toma de decisiones. Por justas que sean sus batallas y reivindicaciones en el último siglo, o fundadas sus advertencias contra el desmantelamiento de la sanidad y otros servicios públicos en esta década.

Debéis plantearos cuántas cosas pueden cambiar de modo drástico tras la crisis que atravesamos. Y cuál está siendo la eficacia de las instituciones, partidos políticos y actores privados o estatales involucrados en su gestión. Es probable que algunos gigantes de la digitalización (Google, Apple, Facebook, Microsoft, etc.) sigan acaparando poder económico y capacidad para condicionar las decisiones de países y continentes enteros. Pero al mismo tiempo estáis asistiendo a una batalla por empoderar a los ciudadanos de todo el planeta y evitar que se les reduzca a la condición de consumidores pasivos y descerebrados. Es importante discernir qué empresas e instituciones amplían o reducen vuestro margen de libertad.

El potencial de las herramientas que empresas y estados ponen a vuestra disposición no está cerrado. Pueden incluso volverse contra quienes las diseñaron para su explotación económica. Y, con seguridad, coexisten junto a otras de software libre o no propietario, sobre las que tendréis mayor autonomía y capacidad de control. Pero lo decisivo es que estéis en condiciones de evaluar por vosotros mismos qué capacidades, talentos y habilidades queréis desarrollar, y comparar las opciones disponibles para elegir las mejores.

Estáis en vuestro derecho de reclamar una enseñanza acorde al escenario de posibilidades técnicas de vuestra época. Y de exigir los medios más adecuados para optimizar vuestras capacidades de cooperación, aprendizaje y acceso a la cultura en el siglo XXI. Porque seréis la primera línea de defensa en la siguiente catástrofe, que sin duda llegará. Estoy seguro de que lo haréis mucho mejor preparados y con mayor eficacia. De vosotros depende estar a la altura de las circunstancias.



Notas

1. CCOO - Sección Sindical UGR: "¿Cuáles son realmente las obligaciones docentes durante este periodo de suspensión de la docencia presencial?", disponible en:
https://ccoo.ugr.es/2020/03/25/cuales-son-realmente-las-obligaciones-docentes-durante-este-periodo-de-suspension-de-la-docencia-presencial/


Publicado 03 abril 2020