ANOTACIÓN


Teoría literaria y estructuralismo ruso. Reflexiones a cien años


Martín Gonzalo Zapico

Profesor de Teoría Literaria en el IFDC-SL, Profesor e Investigador en la Universidad Nacional de San Luis, Argentina




"El juicio equitativo es aquel que tiene en cuenta
el contexto en el que se produce un acontecimiento,
sus antecedentes y sus consecuencias."
Tzvetan Todorov

Hablar de estructuralismo es, ante todas las cosas, hablar de decenas de disciplinas. No hay disciplina que se precie de tal (a excepción de la matemática, que es realmente un mundo a parte) que no haya atravesado una etapa estructuralista. La antropología estructural de Lévi-Strauss, Radcliffe-Brown, Malinowski; la sociología estructural en gran cantidad de vertientes con autores como Comte, Durkheim, Parsons, Moore o incluso el desarrollo de la sociometría de Moreno; la psicología estructural de Wundt con su gran discípulo Titchener; la lingüística estructural de Saussure con sus herederos Benveniste y Martinet; entre muchas otras como la economía, la física, la química y la semiótica.

En este punto ya el lector se habrá dado cuenta que el estructuralismo no era algo particular, circunstancial o meramente metodológico, sino que se trataba de una cosmovisión completa sobre los fenómenos y una perspectiva amplia para encarar sus explicaciones. En efecto, podría decirse sin temor a equívocos (e intuyo alguien lo habrá dicho antes que yo) que se trató del último movimiento moderno de las ciencias humanas (dado que las vanguardias se extinguieron antes) caracterizado por un afán totalizador y una pretensión explicativa concisa y éticamente justificada, una propuesta de leer la realidad basándose en la confianza en un método sistemático y replicable, con una orientación científica explícita.

Fue este el aire de época que respiraron los grandes de la teoría literaria que hoy día se estudian en todos los cursos universitarios de literatura, así como en muchos momentos de la educación secundaria. Roman Jakobson con su propuesta de estudiar la "literariedad", Schklovsky con su concepto de "desautomatización", Eichenbaum con la justificación del "método formal", Yakubinsky con sus análisis del "lenguaje cotidiano y lenguaje literario" y muchos más. Todos sentarían las bases para fenómenos como el Círculo de Praga (Mukarovsky), la Escuela de Tartou (Bajtín y Lotman), la Escuela de Constanza (Jauss) y las lecturas posestructuralistas francesas (Todorov, Barthes y Eco).

Una perspectiva basada en la necesidad de analizar de forma exhaustiva y total el texto para así poder comprender qué es aquello que lo hace literario. En este itinerario, los conceptos de "sistema" (conjunto de elementos interrelacionados), "sentido" (capacidad de un elemento de integrar un nivel superior), "nivel" (plano abstracto de análisis que permite ordenar y analizar al sistema), "significado" (como emergente de la relación de un elemento con los otros y no como algo inherente al elemento) y muchos más; permitirán el desarrollo de una extensa producción orientada (en primera instancia, con el formalismo ruso) a responder a la pregunta por el arte y la posibilidad de definirlo en un sentido amplio, y a crear y sistematizar un verdadero repertorio de categorías, conceptos y formas de análisis para desglosar el texto y observarlo desde la mirada más objetiva posible (el estructuralismo francés).

Este impulso inicial marcaría durante más de cien años a la teoría literaria. No es casualidad que el constructo teórico más popular hoy en día (el posestructuralismo) sea un heredero directo de este esfuerzo moderno. Fue un trabajo de crítica y continuidad, como si una vez hecha la mitad del esfuerzo en la búsqueda del análisis perfecto (analizar al objeto) el posestructuralismo decidió aportar aquello que faltaba para la totalidad (el sujeto) y abriera así el panorama para conceptos como "lector modelo", "función autor", "contexto de enunciación", "texto abierto/texto cerrado", "intertextualidad, "dialoguismo", etc., que conectan así al texto con todos esos elementos que lo rodean y que muchas veces son necesarios para un correcto análisis.

Pero tampoco hay que perder de vista la gran foto del posestructuralismo: una crítica con continuidad en muchos aspectos epistemológicos. No se trata de abandonar las pretensiones de objetividad, renunciar a la verdad para caer en un relativismo insalvable, invisibilizar el texto, o reducir la literatura a una consecuencia contextual. Evidentemente si la pregunta de qué es la literatura aún sigue vigente y no se ha podido dar una respuesta definitiva, es porque no hay teoría o paradigma alguno que ostente la verdad absoluta en lo que al tema se refiere

En momento de gran cantidad de teoría y crítica literaria enfocada en la dispersión, la alteridad y las construcciones, es más que válido volver a las bases de estos grandes paradigmas para encontrar, en medio de esos inmensos y a veces laberínticos pasillos teóricos, las verdades estéticas y sensibles simples que nos permiten, sin titubear, afirmar, por ejemplo, El Quijote es literatura y eso no es algo discutible.


Publicado 07 septiembre 2017