ANOTACIÓN


Ciencia versus religión. El eterno combate por la razón


Melanie Flores Bernholz

Autodidacta




La religión es fruto de creencias arbitrarias e infundadas del ser humano. La ciencia, en cambio, nace de la búsqueda de una razón demostrable. Dicho de esta manera, se postula que la religión es una práctica más bien espiritual que abre un camino cuyo destino se encuentra en el más allá, lejos de lo mundano, y que la ciencia es una disciplina cuyo fin es analizar y describir, de forma exacta y precisa, la realidad en la que existe el ser humano, es decir, el universo físico en el que piensa y vive.

Parece ser obvio quién es el bueno y quién el malo en este juego angustioso, ¿verdad?

Yo diría que no lo es tanto, pues nada ni nadie puede asegurar que la existencia de esa razón que se busca, no es sino también una simple creencia del ser humano. Una razón que no existe fuera de su naturaleza.

Suena catastrófico. Mejor dicho, inimaginable. Todo el sistema de vida del ser humano no se habría desarrollado del modo en que lo ha hecho, si no hubiera sido por el avance posibilitado por la minuciosa investigación científica. Pero… ¿existiría una razón que investigar minuciosamente si no fuera por la religión? La respuesta es claramente no.

Esto no significa que se requiera de ambas para mantener con vida a la especie humana, ni mucho menos que se necesiten mutuamente para que se pueda sacar provecho de ellas. Significa que el suponer que existe esa razón que investigar es originado por el mismo inmensurable e invisible impulso que da lugar a la religión: encontrar la respuesta al porqué de todo.

El ser humano se pregunta por qué existen las cosas, concretamente por qué existe él mismo, y ya sea recurriendo a textos sagrados o a la interpretación de datos, precisa por naturaleza aferrarse a una base de apoyo que le dé una razón de existir y sacie sus ansias por comprender el sentido de la vida.

En resumen, desde sus inicios, la humanidad ha encontrado su refugio en la ciencia y en la religión.

Cabe destacar que este asunto no trata de juzgar dos ámbitos de estudio con orígenes diferentes que buscan resolver una misma cuestión, sino de reconciliar dos disciplinas que derivan de una misma necesidad, en este caso una necesidad innata en el ser humano, y que emplean métodos que se basan en creencias que, aunque analizadas de manera burda, parezcan distintas e irremediablemente incompatibles, no son más que dos proyecciones de una misma causa.

Ni la una, ni la otra. No se avista ganadora, solamente los reflejos en una vasta fuente de ilusiones, proveniente de un instinto y billones de fervores muy gritones.

Así doy por suspendido el eterno combate por la razón entre la ciencia y la religión y, dicho esto, el tema queda zanjado y libre de cualquier tipo de confusión.


Publicado 24 junio 2020